Un Rey de Hielo, el más temido , frío y sin corazón busca a una Reina perfecta.
Una joven Audaz, fuerte, libre, envuelta en su mundo desea escapar..
¿ Qué pasará si sus caminos se unen ?
⚠️🔞❗️ Escenas explícitas, vocabulario, maltrato emocional
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Te sorprenderás el porque
La larga mesa de madera oscura estaba ocupada por los concejales más influyentes del reino, algunos con gesto severo, otros midiendo a Serena con abierta curiosidad apenas la vieron entrar.
El aire parecía denso, como si cada palabra fuera un arma lista para desenvainarse.
Orión no se molestó en intercambiar saludos corteses, nunca les agrado, pensaba que solo era una protocolo absurdo. Se detuvo en la cabecera, su sola presencia bastó para imponer silencio.
—Comencemos — con un tono seco,su voz retumbo en las paredes del salón—. Lo que vine a anunciar no es motivo de debate, sino de notificación.
Los concejales se miraron entre sí, un par de ellos frunciendo el ceño.
—Majestad… —intervino Lord Veyran, un hombre mayor con barba gris, que siempre había sido reacio a cualquier cambio—. ¿Nos pide que aceptemos sin deliberar una unión que afectará al reino?
Orión alzó una ceja, cruzó los brazos sobre el respaldo de su silla y sonrió con una frialdad que hizo que incluso los más valientes evitaran su mirada.
—No los pido. Se los informo. La unión es un hecho. Y si alguien aquí cree que puede cuestionar la decisión de su rey… puede dejar el sello de su cargo sobre la mesa al salir.
El silencio que siguió fue pesado. Algunos concejales bajaron la vista, otros se removieron incómodos en sus asientos.
Pero Veyran no se contuvo.
—Con todo respeto, Majestad… —su tono era azucarado, pero la ironía en sus palabras no—. La señorita Frely es… una mujer capaz en el campo, sin duda, pero no deja de ser una plebeya. Y, si me atrevo a decirlo… se comporta más como un soldado que como una dama. No es precisamente el ejemplo que…
No terminó.Serena.Sonrió. Fue una sonrisa breve, fría, carente de dulzura.
—Quien diría..—con una voz suave pero nítida, que atravesó el salón como una campana—. Me alegra saber que todavía hay hombres en esta mesa que creen que ser mujer significa ser un adorno… y que un título vale más que las manos que salvan a los suyos en el campo.
El concejal palideció apenas, pero intentó recomponerse.
—Yo no quise decir…
—Oh, lo dijo muy claro —lo interrumpió Serena, avanzando un paso. Su sombra cayó sobre la mesa—. Lo curioso es que mientras yo peleaba y me llenaba de barro y sangre para defender estas tierras, usted estaba sentado aquí… decidiendo si debía enviar más raciones o esperar la próxima cosecha, mientras nuestros hombres estaban con agonía de una guerra, moribundos esperando por su ayuda.
Algunos de los concejales bajaron la mirada, incómodos. Un par de ellos sonrieron con un brillo de apoyo.
—Y sobre ser “plebeya” —añadió Serena con un tono casi burlón—, prefiero mil veces haber ganado mi lugar con mis manos que haber nacido con un título que solo sirve para lucir anillos.– Bajo sus ojos a sus manos lleno de oro en ellos.
El silencio fue sepulcral. Orión no apartó los ojos de ella; una comisura de sus labios se alzó, apenas, en una sonrisa que no llegó a volverse gesto abierto.
El concejal abrió la boca, pero no encontró réplica que no lo hundiera más. Se recostó contra el respaldo con un carraspeo forzado, tragando toda su rabia.
Orión apoyó los codos en la mesa, entrelazó los dedos y dejó que su voz, firme y autoritaria, llenara el espacio.
—Creo que Frely ha dejado claro lo que yo mismo hubiera dicho, aunque con menos paciencia. Esta unión no es un juego de apariencias. Necesito a alguien que haya demostrado valentía, lealtad y sentido común, no solo un apellido.
Se volvió hacia el concejal que había hablado.
—Y si alguien más piensa que puede insultar a mi futura esposa por no haber nacido en cuna noble, recordaremos que los títulos los otorga la corona… y que la corona está en mi cabeza.
El aire en el salón se congelo como cristal seco. Nadie más se atrevió a intervenir.
Maximus, desde su asiento entre los capitanes de la guardia, cruzó los brazos con una media sonrisa divertida y murmuró lo bastante bajo para que solo Elian lo oyera:
—Algo me dice que este consejo se le termino el desorden.
Elian se cubrió la boca para disimular la sonrisa, mientras Liora, sentada al fondo como oyente, le susurraba a Adena:
—Bien merecido ese viejo..
— Liora.. – regalo en susurro el Duque.
Adena, intentando contener la risa—. Y el rey parece que disfruta verlo. Relájate papá, ella será grandiosa .
El Duque miró a Serena, la imagen de su padre con ese perfil y ojos filosos le llenó de orgullo largando una media sonrisa.
Serena regresó a su lugar junto a Orión con paso tranquilo, como si nada hubiese ocurrido, pero su mirada conservaba ese brillo afilado que no necesitaba espadas para cortar.《 Tenía que cortar su cabeza.. Viejo inútil》
Orión se inclinó apenas hacia ella, sin apartar la vista de los concejales.
—¿ Donde quedo lo de pensar antes de actuar? —en un tono bajo, que solo ella escuchó.
Serena ladeó la cabeza, sin borrar la ligera curva de su boca.
—Créame, Majestad … lo pensé. Solo que no me gustó la alternativa de callar.
Orión exhaló un leve bufido de risa, casi imperceptible, y volvió a mirar al consejo.
—Bien —dijo con voz firme—. Ahora que está claro el asunto, podemos continuar con los preparativos.—La boda se llevará a cabo dentro de un mes —anunció con firmeza—Antes de eso, como dicta el reglamento y la tradición, presentaré a Serena ante el reino como mi futura esposa. La gente debe conocerla y respetarla como a quien compartirá el trono.
Algunos de los concejales asintieron casi de inmediato, murmurando entre ellos en un tono más conciliador. Nadie parecía dispuesto a desafiar de nuevo la postura del rey, al menos no de frente.
Lord Aster, uno de los más viejos pero de semblante afable, inclinó la cabeza.
—Una decisión prudente, Majestad. La gente confía en lo que ve, y la señorita Frely ha demostrado ser… admirable en otros campos. Solo necesitarán conocerla en persona para aceptarla.
Orión asintió levemente.
—Eso espero. Necesitamos que el pueblo entienda que no hay debilidad en esta unión.
Sus palabras hicieron que varias cabezas se movieran en acuerdo. Sin embargo, no todos parecían satisfechos.
En el extremo derecho de la mesa, Veyran asintió con un gesto rígido, apenas moviendo la cabeza. Sus dedos tamborilearon sobre el brazo de la silla, y sus ojos, oscuros y duros, se fijaron en Serena.
No era una mirada de curiosidad. Era una mezcla de desdén y algo más… un reconocimiento que cruzó su rostro como una sombra. 《 Donde vi esa mirada..》
Serena, que lo notó, sostuvo el contacto visual sin titubear, su expresión tan calmada como siempre, aunque sus ojos parecieron brillar con un desafío silencioso. 《 Porque se me hace conocido.. Algo no me agrada de ese viejo》
Orión notó su mirada, Su voz se volvió hacia Serena en su oído
— Estás furiosa, guárdalo para cuando te corones… Tu mirada es llamativa Frely.
– Lo sé, si le pido que lo investigue ¿Podría? Algo de él me hace conocido y no es algo bueno.
Orion asintió, aún más intrigado– Me contarás después.. Aun no se de tu infancia.
– Te sorprenderás el porque nadie lo sabe
Algo en esas palabras lo hizo estremecer,《 Algo que no se ¿ Será posible ? 》 pensó volviendo su mirada a los concejales.
El consejo terminó poco después.
Serena se adelantó apenas al salir del salón.Apretaba los dedos dentro de los guantes de seda, sin querer mostrar que la rabia le hervía bajo la piel.
Orión la alcanzó a mitad del corredor, caminando a su lado con calma.
No dijo nada al principio, dejó que avanzaran unos pasos hasta llegar a la galería que daba al patio de armas.
Allí se detuvo, con los brazos cruzados.
—No puedes dejar que Veyran te saque de tus casillas. Si le das un momento de debilidad, lo usará contra ti.
—No se preocupe —respondió con un hilo de voz que aún contenía filo—. Trate con hombres peores el solo es un mosquito.
—Eso siena bien, aún así.
Serena arqueó una ceja.
—¿Hay algo más que hacer hoy? —preguntó.
—Por hoy, no —contestó él, estudiándola un instante—. Lo demás se prepara para mañana.
Serena asintió sin decir nada más– Entonces me despido.. Majestad.
—¿A dónde vas? —preguntó Orión al verla dirigirse hacia la salida lateral.
—A entrenar. Necesito sacar el mal de boca que me trague.
Eso le arrancó a Orión una sonrisa torcida, una chispa de diversión y burla.
—En Dos horas Almorzaremos
Serena, ya casi cruzando el umbral de la puerta— Ahí estaré Majestad.
Orión la miró irse, con esa sonrisa ladina .
Sacudió levemente la cabeza y murmuró para sí, apenas audible:
—Va a volver locos a todos…
El eco de los pasos de Serena descendiendo hacia el patio de armas se mezcló con el sonido metálico de las armas que ya resonaban en la distancia.
Orión permaneció un momento más allí, apoyado contra el marco de la puerta, antes de volver sobre sus pasos rumbo a sus propios deberes, aún con aquella sonrisa en los labios.
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