DRAGÓN DORADO

El carruaje dejó a Lucas en su casa; todo el camino había sido un silencio incómodo.

—Nos vemos, Aria —le dio un beso en la mano, algo que a Aria le pareció más que extraño.

Kael carraspeó al ver eso, y Ely quedó tiesa aguantando la risa. Su hermano no sabía ocultar sus celos.

—Nos vemos… Capitán —balbuceó Aria. «¿Me pareció a mí o eso fue un coqueteo?», pensó mientras saludaba a todos. A Kael le cerró la puerta rápido y golpeó el techo para que el carruaje siguiera.

—¿Te quedarás a dormir, Ari? —preguntó Ely.

—Tendría que avisar a mis padres… —pensó Aria.

—Mandaré a alguien, no se preocupe —dijo Kael con una sonrisa. Aria asintió. Sintió un escalofrío por esa sonrisa; el atardecer iluminaba su rostro, dándole una imagen hermosa.

«Otra vez esta sensación… No te puede gustar el Príncipe», pensó mordiéndose el labio mientras miraba por la ventana.

—Ese… ¿es su dragón, Príncipe? —preguntó asombrada al verlo.

—Sí, es Isrim.

—Es hermoso —sonrió—. «Volar en él debe ser como tirarse en paracaídas».

Ely le dio un codazo a su hermano para que dijera algo al verla tan emocionada.

—¿Quieres subir en él alguna vez? —preguntó Kael.

—¿En serio? ¿Me dejará? ¿No me morderá? Porque sería increíble —habló de golpe, llena de emoción.

Ely y Kael rieron al verla así.

—Si vas conmigo no te hará nada —contestó Kael, rojo. Su sonrisa le pareció hermosa.

—Eso suena increíble —dijo Aria con más entusiasmo al ver al dragón—. ¿Alguna vez lo llevó colgado de sus pies?

Kael parpadeó, confundido. Nunca pensó en eso. Negó.

—Seguro es una adrenalina estar al revés y colgado mientras vuela —asintió ella, emocionada.

—Nunca lo pensé… pero podríamos intentarlo —sonrió Kael.

Ely lo miró sin creer que permitiera algo así a una mujer.

—La próxima entonces —dijo Aria feliz.

Llegaron al castillo; Aria no dejó de preguntarle cómo fue tener a Isrim, qué poderes sintió. Lo bombardeó de preguntas. Ely observaba a su hermano responderle sin negarse a nada, como si estuvieran en una burbuja.

Carlota los esperaba y sonrió al ver bajar a Aria.

—Hola, Ari… qué gusto que vengas a comer —la abrazó.

—Espero no molestar sin avisar… —dijo apenada.

—Nunca, señorita Aria —dijo Cesar, saludándola con un leve gesto mientras ella hacía una reverencia.

Entrando al castillo, Aria saludaba a las doncellas y asistentes. Algo que a Kael le parecía encantador.

—En el castillo todos la quieren… hasta Rutor —susurró Carlota.

Rutor, el mayordomo más viejo y malhumorado, le había recordado a su abuelo. Cuando Aria lo conoció, lo ayudó a cargar unas cosas —aunque él se negó— y desde allí hicieron amistad. Él solía traerle fruta, especialmente uvas, y se iba sin decir nada. Eso ya decía mucho.

—Encantador… —balbuceó Kael sin dejar de mirarla.

—¿Fui muy obvia con las preguntas a tu hermano? —susurró Aria a Ely.

—No, estaba tan perdido en tus ojos que ni cuenta se dio —respondió burlona.

—Ay, Ely… te hice una mini versión mía —suspiró Aria.

Ely rió. Subieron al cuarto, Aria se bañó y la ropa preparada le quedó exacta.

—Me siento ofendida, a mí no me rellena ni atrás ni adelante —puso puchero.

—Ya crecerán; si no, plan B —dijo Aria moviendo los dedos como si quisiera tocarle el pecho. Ely corrió.

—Ari… eres una perversa.

Aria reía intentando atraparla, pero Ely bajó las escaleras y tuvo que quedarse quieta.

—Te entiendo… te estás guardando para el joven Javier —susurró Aria en su oído. Ely quedó roja al imaginar a Javier haciendo algo.

—Lo pensaste… ¿quién es la perversa ahora? —rió Aria. Ely se tapó la cara avergonzada.

—Ya está la comida, niñas —avisó Carlota.

Se sentaron a la mesa. Cuando Aria vio bajar a Kael con una camisa suelta y pantalones clásicos, hogareño, se quedó mirándolo.

—Tierra a Ari… te estás babeando, toma una servilleta —burló Ely.

—No sé de qué hablas… —balbuceó Aria, tomando agua. Sentía calor interno.

Kael se sentó y hablaron de lo sucedido en el valle. Cesar estaba molesto pero agradeció a Aria por dejar en evidencia al general.

—Hay soldados comprados que no quieren que solucionemos lo del valle —suspiró Cesar.

—Ya veo… ¿pero no se sabe algún motivo? —preguntó Aria. Cesar negó.

—Príncipe, ¿la zona del valle tiene algún mineral importante? —preguntó Aria.

Kael dejó los cubiertos de golpe.

—Sí… hay muchas minas —abrió los ojos.

—Petróleo —dijeron ambos al mismo tiempo.

—Seguro quieren llegar a él —agregó Aria.

—Si es así, hijo, debemos mandar un comunicado urgente. Tratarán de tomar el valle —dijo Cesar.

—Por eso dejaron de ayudar… —murmuró Kael. «Cómo no me di cuenta…».

—Querían taparlo con el problema de la gente… —Aria chistó los dientes—. Idiotas —susurró.

Cesar ordenó enviar un aviso urgente al consejal de confianza. Tenían que confirmar las minas y mandar una investigación. Esas tierras eran de ellos, y si intentaban tomar sus recursos, sería un golpe contra los Kvalir.

—Señorita Aria, es muy inteligente. ¿Nunca pensó en tener un puesto en el reino? —preguntó Cesar.

—Sería muy popular, Rey, no puedo abusar —bromeó Aria; todos rieron—. Aunque mis padres estarían orgullosos… tampoco lo veo mala idea.

—Tiene mi ayuda cuando quiera —sonrió Cesar.

Aria levantó su vaso, sonriendo.

—Y muchas gracias… ya nos ayudó por tercera vez. No dude en pedirnos algo si lo necesita —agregó.

—Gracias, Rey —respondió Aria.

—Solo Cesar —dijo él con una sonrisa.

Ely sonrió feliz. Su padre solo permitía que la familia lo llamara por su nombre. Era señal de que Aria ya era parte de ellos. Ella asintió emocionada.

Kael sonrió. «Qué increíble mujer». Al mirarla de reojo, vio que Aria desviaba la mirada nerviosa. Eso le agradó. «La puse nerviosa», pensó con una sonrisa ladina.

Después de la cena, Kael avisó a los padres de Aria que ella quedaría a dormir; el mensajero volvió rápido con la aprobación.

Ari estaba con Ely, acostadas en el pasto mirando las estrellas.

—Es hermoso, ¿no crees?

—Sí…

—Lamento interrumpir… quisiera hablar con la señorita Aria, hermana —dijo Kael.

Ely se levantó y se fue enseguida. Aria sonrió nerviosa. Kael se sentó a su lado.

—Agradezco mucho su ayuda, señorita… Me impresionó hoy en el valle. ¿Dónde aprendió todo eso? —preguntó mirándola con atención.

«No puedo decir que de mi padre… piensa».

—Pues… leo mucho, Príncipe. Me gusta saber todo a mi alrededor —respondió. «Ojalá me crea».

—Ya veo. Me gustaría invitarla a comer un día, como agradecimiento. ¿Aceptaría? —preguntó tranquilo, aunque por dentro rogaba que dijera que sí.

«Uy… si usted es el postre, obvio».

—Será un placer —sonrió—. ¿Le gustan las estrellas?

—Sí… son bonitas.

—Mmm… no lo disfruta, tiene la misma expresión que Ely —rió—. Si se acuesta, serán mucho más gratificantes.

Kael dudó, pero se recostó en el pasto. Aria lo imitó.

—Tiene razón… —dijo él mientras miraba el cielo. Aria sonrió.

Ella empezó a contarle los nombres de algunas constelaciones visibles.

—Ese parece un cangrejo —dijo Kael.

—Sí, pero con una sola pinza —rió Aria. Kael rió con ella.

Ely y Carlota los miraban desde lejos, sonriendo.

—Ojalá surja algo entre ellos… tu hermano nunca sonrió así desde que tengo memoria —dijo Carlota.

—Espero que sí… es la primera vez que lo veo acostado en el pasto sin quejarse —dijo Ely.

—Dejemos que surja solo. Ari debe estar en negación; piensa que él la obligaría a algo.

—Sí… pero ella no se da cuenta de que se está enamorando. Cuando lo conozca bien, se dará cuenta de que él cortaría cabezas a su lado —rió Ely.

—Sí… no dudo que cuelguen al príncipe Darío juntos —rió Carlota.

Después de ese momento, Kael acompañó a Aria a la habitación. Ely ya dormía. Se quedaron hablando hasta tarde de sus gustos; tenían muchas cosas en común.

—Buenas noches, señorita Aria —tomó su mano y dejó un beso suave.

—Descanse, Príncipe —sonrió nerviosa mientras lo veía irse.

Entró a la habitación dando pequeños saltitos de emoción.

«Contrólate… contrólate… no te emociones…», pensó, suspirando. «Como si un hermoso príncipe no me estuviera volviendo loca de emoción».

Con las mejillas rojas y un hormigueo en su interior, se tapó la cara con la almohada para ahogar un chillido de felicidad.

Dejó que el sueño la alcanzara lentamente. Mañana sería el día final y la ceremonia pronto comenzaría. Tenía que estar lista.

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* Les dejo la imagen de

La princesa Ely

Reina Carlota

Rey Cesar

Joven Javier

Joven Lucas