*Sinopsis:*
_Alejandra despierta en un hospital con la memoria intacta de su vida pasada, marcada por el dolor y la desesperación por el amor no correspondido de Ronan. Decidida a cambiar su destino, Alejandra se enfoca en sí misma y en su bienestar, pero Ronan no cree en su transformación. Mientras tanto, Víctor, un poderoso enemigo de Ronan, pone sus ojos en Alejandra y comienza a acecharla. ¿Podrá Alejandra superar su amor por Ronan y encontrar la felicidad sin él, o su corazón seguirá atado a él para siempre? ¿O será víctima de los juegos de poder de Víctor? "Renacimiento en Silencio". Una historia de amor, redención y autodescubrimiento en un mundo de pasiones y conflictos.
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Más decisiones por tomar.
—Es una decisión muy difícil.
Le susurro y siento que me ayuda el que asiente dándome la razon, me acomoda el cabello y cierro los ojos con su tacto.
Y entonces con valor levanto la voz diciendo mi decisión.
—No se va a desconectar. Y si para que despierte tienen que intubarla, háganlo —digo firme, sin titubear, aunque por dentro me esté desmoronando.
El médico me observa con atención, como si intentara descifrar si estoy hablando desde la razón o desde la desesperación.
—Como experto —comienza con tono pausado—, mi opinión es que se desconecte. Ella está sufriendo… y ustedes también. A veces hay que saber dejar ir.
Niego lentamente con la cabeza, con un nudo atorado en la garganta. Me cuesta hablar, pero tengo que hacerlo.
No voy a permitirlo. No voy a cargar con eso. Suficiente tengo con saber que Víctor y Ronan son… medios hermanos. Pienso, si algo le pasará a la abuela por mi decisión jamás me lo perdonaría.
—Gracias, doctor, pero ya le di mi decisión —repito con una firmeza que me asombra.
El médico suspira, baja la mirada y da un pequeño paso hacia atrás.
Él se retira junto a las enfermeras. La sala vuelve a quedar en silencio solo se escucha el pitido de las máquinas. Me acerco a la silla más cercana y me dejo caer, sintiendo cómo el cuerpo me pesa con la mirada perdida hasta el final del pasillo.
Entonces lo siento. Una presencia detrás. Algo cálido roza mis hombros. Levanto la mirada y veo una chaqueta. Es la chaqueta de Ronan. Reconozco el olor que el desprende.
Miro hacia el frente, lo veo alejarse sin decir nada. Camina con las manos en los bolsillos, la cabeza en alto. No se detiene, no voltea. Solo me cubre… y se va.
Mi pecho se aprieta. Si esto hubiera pasado antes… si él me hubiera cuidado así, si me hubiera protegido de esta manera cuando más lo necesitaba, tal vez… tal vez me habría entregado sin resistirme. Tal vez habriamos sido felices. Y aunque todavía me duele aceptarlo, yo también fui culpable. Me dejé arrastrar. Me aferré a alguien que no había soltado su pasado. Que seguía amando a alguien más. Que nunca me vio como yo quería que lo hiciera.
Me paso las manos por las piernas, intentando calmarme. Me duele el cuerpo, la cabeza, todo.
Escucho pasos suaves y reconozco la silueta que se acerca. Es la madre de Ronan. Se sienta a mi lado, sin decir nada al principio. Me mira con ternura, con compasión. Solo está ahí.
—La decisión que tomaste fue la mejor —dice con suavidad, con una convicción tranquila que me hace querer romper en llanto.
Le sonrío débilmente. No tengo fuerzas para hablar. Solo asiento, su compañía me hace bien.
Ella se levanta minutos después, dejándome sola de nuevo. Me quedo en esa silla sin moverme, hasta que escucho la puerta abrirse otra vez. Ronan entra.
Su rostro ha cambiado. Se nota agotado. Se acerca y se detiene frente a mí.
—Vete a la casa. Trata de descansar. Yo estaré al tanto. Te aviso cualquier cosa —dice con voz baja, casi en susurro.
Lo miro sin saber y noto que trae otra ropa. Quiero protestar, quiero quedarme, pero no tengo energía. Solo asiento. Me quito su chaqueta con cuidado y la dejo doblada sobre la silla. Camino hacia la salida con pasos lentos. Afuera, Iván me espera.
Pero justo cuando estoy por cruzar la puerta, escucho una voz familiar. Me detengo.
—¿Sabías que un contrato se rompe cuando las dos personas que lo firmaron ya no están?
Me giro despacio. Víctor está ahí, recargado contra la pared con los brazos cruzados, mirándome como si quisiera que sepa la verdad.
Frunzo el ceño, confundida.
—¿Qué estás diciendo? —pregunto, sin entender del todo a qué se refiere.
Da un paso hacia mí, tranquilo y seguro.
—Tengo entendido que tu padre ya falleció. Y si la abuela Castillo muere… serías libre.
¿Libre?.
Esa palabra me golpea como un balde de agua helada. Libre de qué. ¿De obligaciones? ¿Del apellido? ¿Del testamento? ¿Del pacto?
—¿Cómo sabes eso? —pregunto en voz baja, sintiendo un escalofrío recorrerme la espalda.
Él no responde. Solo me mira. Esa sonrisa me desespera. Sus ojos están demasiado seguros, como si llevara tiempo sabiendolo.
Y entonces las preguntas llegan como un rayo.
¿Cómo supo que la abuela me dejó a cargo de todo?
¿Por qué me dice esto justo ahora, cuando estoy rota, vulnerable, confundida?
¿Quién se lo dijo?
¿Quién le dio acceso a algo tan privado?
Y lo más importante, lo que no me deja respirar:
¿Cómo supo del contrato?
Mi corazón late con fuerza, no puedo moverme. No puedo dejar de mirarlo. Él lo sabe. Lo sabe todo. ¿Sabra igual que Ronán y el son medios hermanos?
Y yo… yo apenas estoy empezando a descubrir que tengo todo en mis manos.
El destino una vez más me pone a prueba.