Dime Que Me Odias

Narra Marcos

Estoy en mi cuarto y siento que mi mente no descansa de evocar su rostro: Danny riendo en la Peña, Danny durmiendo entre libros en la biblioteca, Danny concentrado en clase mordiendo el lápiz...

Todo mi mundo se redujo a èl.

El dibujo en mi brazo está medio borrado por el sudor. Un bosquejo de su perfil -siempre ese maldito perfil- que hice durante clase sin darme cuenta. La tinta se corre como lágrimas negras sobre mi piel.

Sè que me pidió tiempo, pero yo no soy paciente para esperar por lo que ya considero mío. Un sentimiento posesivo se cala en mi piel y lo siento reptar hasta mi estómago como una serpiente.

El teléfono vibra en mi mano por décima vez. Borrar. No enviar. Esperar...

He escrito docenas de mensajes y en todos soy el chico que ruega por una oportunidad. En que momento pasè de querer golpearlo a querer que me mirara solo a mí con esos bonitos ojos negros.

Tres opciones. Tres malditas opciones y ninguna es la correcta, porque en todas ellas tengo que esperar para rearmar lo que supuestamente destruí con López al ser su infierno durante años.

El día pasa entre los mandados que tengo que hacer para mi madre y huir de los improperios del hombre que tengo que llamar padre.

Al final mis pies me guían en la noche por una dirección que pregunté una sola vez y fue suficiente para que mi cerebro la grabara a fuego.

No debería estar aquí, pero mis pies me trajeron de todos modos. Así que le hecho la culpa a ellos de que quieran estar en este instante frente a la casa de mi verdugo, mi condena y obsesión.

Lo veo salir, ajustándose la mochila con ese gesto torpe que hace cuando está nervioso. Se detiene al verme. Por un momento se me escapa una sonrisa sádica al ver la cara de conejito asustado que pone.

Le temes al gran lobo malo Danny

—¿Qué haces aquí? — pregunta y se echa dos pasos atrás.

—Camino a algunos mandados —miento y reconozco con pesar que a veces puedo ser muy convincente.

Pero con èl no...

—Por mi casa — Levanta una ceja y capto que se ve increíblemente tierno.

—Ruta nueva — digo cortante indicándole que no respondería nada más.

Sus ojos ruedan al cielo pero no dice nada. Caminamos juntos en silencio, separados por esa distancia exacta que duele más que un golpe.

10:05 AM. Taller de arte

Martina me intercepta en el pasillo. No sè cómo se las arregla para estar en todos lados como un fantasma.

—¿Sabías que dibujas su nombre cuando crees que nadie te ve? — suelta una bomba

—¿Qué? — mis ojos centellan con una amenaza silenciosa pero ella no retrocede.

—En la mesa, con el dedo, como un maldito enamorado de telenovela — me quedo estático observando su sonrisa pilla — No eres muy discreto Rojas —

Me alejo antes de que pueda ver cómo me arden las orejas.

Me escondo en el baño para revisar mi celular:

El mensaje anónimo que le envié anoche me quema en el bolsillo.

*Yo: (Dame una segunda oportunidad princesa, solo una por favor)

*Danny:🤔🤨

Fueron unas oraciones a mi parecer denigrantes y su respuesta algo cínica porque Danny me quería al parecer de rodillas...

Lo peor...¡Lo estaba logrando

Estúpido, patético, desesperado. Me dijo mi subconsiente

Javi entra sin llamar.

—¿En serio vas a seguir así? —su risa huele a cigarrillos baratos—. El gran Marcos Rojas, reducido a mirar de lejitos.

—Sal de aquí — le gritè ya salido de mis cabales con la ira mostrada en cada facción de mi rostro.

—O qué, ¿me vas a golpear otra vez? —se acerca, mostrando los dientes—. Todos saben que ya no tienes agallas. Que te domina ese...

Mi puño conecta con su estómago antes de que termine la frase.

Al terminar de golpear a Javier( algo desestresante si me lo preguntan) decido salir de la escuela directo a mi lugar de paz.

Parecerá irónico, pero fue el lugar donde por primera vez Danny estuvo de rodillas ante mí, con sus cuadernos desperdigados por todo el suelo, su cabello revuelto por los agarrones que le había dado. Sudando mientras me miraba con los ojos aguados. Recordaba como lo había forzado a estar de cara contra un árbol mientras gritaba y yo apretaba su rostro contra la madera.

Esa imagen mueve mis entrañas con calor. Todavía habían partes del monstruo que debían ser domadas.

Muerdo mis labios cuando mi mente comienza a jugar sucio

El agua arrastra mis secretos corriente abajo. Saco el teléfono.

Escribo, borro, vuelvo a escribir.

*Yo: No sé pedir perdón. Pero sé esperar

Esta vez, lo envío. Él está en línea, pero tengo que confirmarme con solo eso por el momento, veo que se ponen los signos de que escribe. Luego se detiene indicando que había borrado.

Después de pasar un rato de la tarde noche con los otros amigos del barrio decido regresar a casa. No tengo ánimos para luchar con la imagen de Pedro(mi padre) tirado en el sillón como un muerto.

Pero adivinen que... Es justo la imagen que me recibe.

El teléfono brilla en la oscuridad. Y toda la tristeza es desplazada cuando leo con avidez las letras pequeñas.

*Danny (23:51): El sábado a las cinco encontrémonos aquí

Casi siento que puedo escuchar su voz mientras leo más de cuatro veces el mensaje.

Adjunta una foto del río al atardecer.

Cierro los ojos. Por primera vez en semanas, respiro.

El día de la cita no hablamos simplemente nos sentamos el uno frente al otro mirándonos y viendo el río. Como si nuestros pensamientos fueran parte del mismo caudal.