Valeria pensaba que la universidad sería simple, estudiar, hacer nuevos amigos y empezar de cero. Pero el primer día en la residencia estudiantil lo cambia todo.
Entre exámenes, fiestas y noches sin dormir, aparece Gael, misterioso, intenso, con esa forma de mirarla que desarma hasta a la chica más segura. Y también está Iker, encantador, divertido, capaz de hacerla reír incluso en sus peores días.
Dos chicos, dos caminos opuestos y un corazón que late demasiado fuerte.
Valeria tendrá que aprender que crecer también significa arriesgarse, equivocarse y elegir, incluso cuando la elección duela.
La universidad prometía ser el comienzo de todo.
No imaginaba que también sería el inicio del amor, los secretos y las decisiones que pueden cambiarlo todo.
NovelToon tiene autorización de R Torres para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
11. Los memes
El día empezó con notificaciones. Con demasiadas notificaciones, que anunciaban que la tranquilidad estaba muy lejos de la vida de Valeria, quien abrió los ojos y vio su celular parpadeando sin descanso. El grupo de primer año, ese donde se compartían resúmenes, memes y desesperación preexamen, ardía como si hubiera estallado una bomba.
...@@@ En el Grupo: Derecho 1° A] @@@...
...Lucía: ¿YA VIERON EL MEME?...
...Marco: jajajaja quién lo hizo, por dios...
...Carla: ok, pero Gael sí mira a Valeria como si quisiera objetar su existencia 😭...
...Anónimo: “La fiscalía del amor presenta: Torres & Sotelo”...
...@@@@@@@@@...
Valeria frotó los ojos, confundida, hasta que vio la imagen. Era una captura del simulacro anterior, ella y Gael, frente a frente en pleno debate, mirándose con seriedad. Sobre la foto, alguien había escrito en letras rojas: “La pareja del año. Discuten de leyes, pero pelean por amor.”
El meme tenía ya más de cien reacciones. Entre corazones, carcajadas, y “extraños” stickers. Pero eso no era lo peor, lo que la puso realmente nerviosa era que Gael estaba etiquetado.
Valeria sintió el estómago apretarse. Ni siquiera sabía si reír o esconderse bajo tierra. Lucía ya le había mandado diez mensajes seguidos: “VALERIA NO ENTRES AL GRUPO”, “ok, muy tarde, ya lo viste 😭”, “te juro que yo no fui”, “bueno, no directamente”, etc.
Valeria soltó un suspiro largo, se vistió rápido y salió rumbo al campus con la esperanza de que el día la tragara viva.
En los pasillos, el rumor se había convertido en energía flotante. Al pasar, escuchaba risitas, miradas cómplices, algún “míralos, los del meme”. Lucía intentaba minimizarlo, pero la gente no ayudaba.
- “No le hagas caso, en una semana inventan otro”, decía Lucía.
- “Sí, pero esta semana tengo que sobrevivir”, respondió Valeria, con una sonrisa forzada.
Al doblar hacia la cafetería, se topó con Iker, que levantó las cejas apenas la vio.
- “Oye, estrella del grupo de WhatsApp”, bromeó Iker.
- “Ni lo menciones, por favor”, dijo Valeria, alzando las manos.
- “Está bien, lo omito del registro judicial”, respondió él, riendo.
- “Gracias”, dijo ella, sonriendo débilmente.
Pero en cuanto se separó de él, volvió a escuchar el sonido de las notificaciones. Era otro meme, con una versión algo diferente, pero el mismo sentido, corazones incluidos, con el título: “Sotelo y Torres: el juicio del siglo”.
La paciencia de Valeria se rompió. Abrió el grupo, dejó un simple “Disfruten su creatividad. Salgo del chat.” Y pulsó “Abandonar grupo”.
El silencio que siguió fue más ruidoso que todos los mensajes juntos.
Más tarde, la biblioteca se convirtió en su refugio. Se sentó en una mesa del fondo, rodeada de apuntes que no lograba leer. Ya no se sentía brillante ni divertida, solo observada.
Pasaron veinte minutos antes de que una sombra se detuviera frente a su mesa. No levantó la vista hasta que oyó el ruido suave de un vaso deslizándose sobre el escritorio. Era un café.
- “No puedo borrar lo que dicen, pero sí hacer que lo olviden”, dijo una voz baja, pero firme.
Valeria alzó la mirada. Gael estaba de pie frente a ella, sin celular, sin sonrisa, con esa calma que usaba para esconder lo que realmente sentía.
- “No hacía falta”, dijo ella, apenas audible.
- “Sí hacía”, respondió él, serio.
- “¿Por qué?”, preguntó Valeria.
- “Porque no lo mereces. Y porque no pienso dejar que se rían a costa de lo que yo respeto”, respondió Gael con seriedad y mirándola fijamente.
Ella lo miró, sorprendida por la palabra respeto. Gael se encogió ligeramente de hombros.
- “Además, borré el meme del grupo. Y le pedí a Marco que no vuelva a jugar al diseñador gráfico”, añadió Gael.
- “¿Tú entraste al grupo?”, preguntó ella.
- “Solo por cinco minutos. Fue suficiente”, respondió él.
- “Eso fue muy rápido”, dijo Valeria.
- “Ventajas de tener buena reputación”, expresó Gael con media sonrisa.
Valeria soltó una risa pequeña, casi involuntaria.
- “Gracias, Sotelo”, dijo Valeria.
- “No me agradezcas. Solo estudia bien para la práctica del viernes”, manifestó Gael.
- “Siempre tan romántico”, bromeó Valeria.
- “No me acuses de cosas que aún no pruebo”, replicó él, con esa ironía que ahora sonaba más cálida que cortante.
Gael dio un paso atrás, pero antes de irse, señaló el café.
- “Espero que tenga la cantidad de azúcar que te gusta”, dijo Gael. Y se alejó sin mirar atrás.
Valeria lo observó hasta que desapareció entre los estantes. Luego, sin poder evitarlo, sonrió. El café aún estaba tibio. Y justo en ese momento, el mundo volvió a parecer un poco menos cruel.
Esa noche en la residencia, Lucía se acercó como nunca, de forma tímida.
- “¿Sigues viva?”, preguntó Lucía.
- “Sí”, afirmó Valeria.
- “¿Sabes que los memes fueron borrados?”, preguntó Lucía.
- “Sí lo sé. Al parecer, Gael Sotelo sabe usar su fama para el bien común”, respondió Valeria.
- “¿Quééé? ¿El fiscal del siglo en modo justiciero romántico?”, cuestionó Lucía con los ojos inmensamente grandes.
Valeria rió.
- “No exageres. Solo me defendió”, dijo Valeria.
- “Ajá. Y seguro no sentiste nada, ¿verdad?”, preguntó Lucia.
- “Lucía”, replicó Valeria.
- “Ya, ya, no digas más. Solo diré que cuando un chico se mete al grupo de WhatsApp para salvar tu reputación, no lo hace por protocolo”, expresó Lucía.
Valeria sonrió sin responder. Quizás Lucía tenía razón o quizás no; pero mientras se daba cuenta que aún tenía en los labios el sabor del café que Gael le había dejado, pensó que a veces, los gestos más simples eran los que más ruido hacían; y hasta los que más se recordaban.