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Tuve Un Hijo Con Un Villano

Tuve Un Hijo Con Un Villano

Status: Terminada
Genre:Romance / Posesivo / Arrogante / Época / Embarazo no planeado / Villana / Completas
Popularitas:1.4M
Nilai: 4.9
nombre de autor: AMZ

Tras una noche en la que Elisabeth se dejó llevar por la pasión de un momento, rindiendose ante la calidez que ahogaba su soledad, nunca imaginó las consecuencia de ello. Tiempo después de que aquel despiadado hombre la hubiera abrazado con tanta pasión para luego irse, Elisabeth se enteró que estaba embarazada.
Pero Elisabeth no se puso mal por ello, al contrario sintió que al fin no estaría completamente sola, y aunque fuera difícil haría lo mejor para criar a su hijo de la mejor manera.
¡No intentes negar que no es mi hijo porque ese niño luce exactamente igual a mi! Ustedes vendrán conmigo, quieras o no Elisabeth.
Elisabeth estaba perpleja, no tenía idea que él hombre con el que se había involucrado era aquel que llamaban "el loco villano de Prusia y Babaria".

NovelToon tiene autorización de AMZ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 15

Elisabeth se puso de pie lentamente, algo incómoda. Bajó la mirada por un instante, y luego respondió con voz serena, aunque apagada:

—No tenía a dónde más ir.

El médico la observó en silencio, como si intentara descifrar todo lo que sus palabras no decían. Luego, su mirada bajó brevemente hacia Falko, que se acurrucaba a los pies de ella, y al bolso que la joven apretaba contra su pecho.

—¿Significa eso que… piensa pasar la noche aquí?

Elisabeth asintió con suavidad, sin dar más explicaciones.

Un silencio breve se interpuso entre ellos. El médico desvió la mirada, como si algo le incomodara, y luego suspiró pasándose una mano por la cabeza.

—Es peligroso dormir sola en las calles —dijo, esta vez en un tono más suave, casi como un reproche cargado de preocupación—. Incluso si tienes a ese animal junto, para una joven como usted... Las calles nunca serán seguras.

Elisabeth frunció los labios, y aunque quiso mantener la compostura, no pudo evitar que la vergüenza le subiera al rostro. No dijo nada.

—Venga conmigo —dijo entonces el médico.

Ella lo miró, confundida.

—¿Perdón?

—Tenía razón aquella vez. Usted sabía lo que decía sobre las hierbas. Me convenció, aunque no lo admití entonces. Mi paciente está mejor… y si está dispuesta, hay algo que podría ofrecerle. Pero no aquí, no así. Esta no es forma de tratar a alguien que ha demostrado conocimiento y determinación. Así que venga conmigo. No le estoy ofreciendo caridad, sino una oportunidad.

Elisabeth lo observó largamente. Había desconfianza en su mirada, también sorpresa… pero sobre todo, un tenue destello de alivio. Bajó la vista hacia Falko, que ya no gruñía, sino que observaba al médico con curiosidad.

—Está bien —dijo finalmente, con un hilo de voz.

Y así, con el corazón aún tenso pero una nueva esperanza comenzando a despertar en su pecho, Elisabeth recogió su bolso, acarició a Falko y dio un paso hacia lo desconocido, extendiendo su mano hacia el hombre.

—Elisabeth —se presentó con un tono formal. Y Falko— dijo bajando su mirada a hacía su fiel fiera.

Él tomó su mano y la estrechó con firmeza.

—Heinrich Bauer. Un gusto.

No caminaron mucho. Pronto llegaron a una gran puerta blanca, en uno de los principales edificios de ladrillos rojos del pueblo. Heinrich se detuvo y sacó una llave del bolsillo.

—Es aquí —dijo, mientras la insertaba en la cerradura.

Elisabeth había caminado en silencio a su lado, reflexionando. En su interior sabía que debía ser sincera con ese hombre. No quería aceptar su ayuda sin antes advertirle la verdad. Quizá, después de escucharla, él retiraría su oferta. Pero al menos no sentiría que lo había engañado.

—Entremos —indicó Heinrich, girando el picaporte.

Pero Elisabeth no se movió.

Él volteó hacia ella, notando su inmovilidad.

—¿Sucede algo?

La joven levantó la vista. Sus ojos verdes estaban cargados de ansiedad y angustia contenida.

—Estoy embarazada —dijo con un tono firme, aunque trémulo.

El médico quedó en silencio. Elisabeth se apresuró a continuar, anticipando su rechazo:

—No se preocupe, entiendo si no puede ayudarme… Lo siento. Debí decirlo desde un principio, para no hacerle perder su tiempo. Entonces… me retiro. Gracias por todo.

Hizo una leve reverencia, evitando mirarlo directamente, y dio media vuelta. Había dado apenas unos pasos cuando la voz del médico la detuvo:

—¿Y cuál es el problema? ¿Acaso estar embarazada reduce sus conocimientos?

Elisabeth se detuvo, sorprendida. ¿Estaba diciendo que no había inconveniente?

—Señorita, respóndame —insistió Heinrich.

—N-no… —balbuceó ella.

—No la oigo.

Elisabeth se giró hacia él. Esta vez, su voz salió más firme:

—No, señor.

Heinrich abrió la puerta con un gesto tranquilo.

—Entonces entremos.

Una sonrisa suave, casi involuntaria, se dibujó en los labios de Elisabeth. Acarició la cabeza de Falko, que se mantenía pegado a ella, y avanzó.

—Sí… —dijo simplemente, y cruzó el umbral.

El alivio y agradecimiento que sentía era más de lo que podría expresar con palabras.

Elisabeth entro en silencio, con Falko pegado a su pierna y el bolso aún sujeto entre con ambas manos. Heinrich cerró la puerta tras ellos, el leve chasquido de la cerradura resonando en el amplio recibidor de la casa.

El interior era cálido y sobrio, con techos altos, molduras elegantes y un mobiliario de líneas rectas y robustas, propio del estilo neoclásico prusiano. Las paredes, adornadas con retratos antiguos y estanterías repletas de libros médicos, dejaban ver la influencia burguesa en los gustos del anfitrión, orden, funcionalidad, pero también refinamiento. El parqué brillaba tenuemente bajo la luz de una lámpara de aceite, y un leve aroma a cera de abejas y tinta fresca flotaban en el ambiente.

—Puede dejar su bolso ahí —indicó Heinrich, señalando un banco de madera oscura junto a la pared.

Elisabeth obedeció en silencio, aún contenida, como si temiera hacer algo indebido. Falko se sentó a sus pies sin emitir un solo sonido, observando con la misma prudencia que su dueña.

—Acompáñeme —dijo él entonces.

La condujo hacia una sala contigua donde una pequeña mesa redonda, de patas torneadas, descansaba junto a una ventana cubierta por pesadas cortinas azul noche. Dos sillones tapizados en terciopelo oscuro flanqueaban la mesa. Heinrich le indicó uno con un gesto.

—Siéntese, por favor.

Ella lo hizo, aún un poco rígida. Sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su falda, pero intentaba mantener la compostura.

Heinrich desapareció por unos minutos y regresó con una bandeja de madera. Sobre ella humeaba una tetera blanca con bordes dorados y dos tazas de porcelana finamente decoradas con motivos florales. Sirvió el té con manos firmes, sin una palabra de más, y luego se sentó frente a ella.

Por un momento no habló. Se limitó a observarla con atención tranquila, como si la estuviera evaluando más allá de su aspecto físico: su forma de sentarse, de sostener la taza, de mirar el contenido sin atreverse a beberlo de inmediato.

—Mañana hablaremos —dijo finalmente, rompiendo el silencio con voz serena—. De la propuesta que tengo para usted. No quiero abrumarla esta noche.

Elisabeth asintió apenas, sin atreverse aún a preguntarle qué implicaba exactamente esa propuesta. El té le templaba los dedos, y el simple gesto de tener algo caliente entre las manos le arrancó un suspiro que no pudo contener.

—Gracias —murmuró.

Él no respondió de inmediato. Solo inclinó levemente la cabeza, como si reconociera su gratitud sin hacer alarde de ella.

Minutos después, cuando ambos terminaron sus tazas, Heinrich se puso de pie.

—Le mostraré su habitación. Venga.

La condujo por un pasillo alfombrado en tonos ocres hasta una pequeña puerta al fondo. Al abrirla, reveló una habitación sencilla pero acogedora: una cama individual con sábanas limpias, una cómoda de madera clara, un pequeño escritorio junto a la ventana y una lámpara de aceite sobre la mesita de noche.

—Puede quedarse aquí el tiempo que lo necesite —dijo, deteniéndose en el umbral—. Si necesita algo, mi habitación está justo al otro lado del pasillo.

Elisabeth cruzó la entrada lentamente, como si aún no creyera del todo en esa muestra de hospitalidad.

—Gracias, señor Bauer.

—Descanse, señorita Elisabeth.

1
Elvira Denis
espectacular👏👏👏excelente obra ...felicitaciones autora✨️🌻
Mercedes Tibisay Marin
bueno veremos que este villano no sea tán malo
Shura Alegria
me encanta como se está dando todo q se mantenga así no vallas a cagarla autora jajjajaja🥰🥰🥰
MARIA ELENA PEREZ DE PALMAR
igual al padre
Landy Reyes
excelente
Maria Elena Maciel Campusano
Por muy bueno que sea Heinrich con ella, no tendrá más que aprecio por el, tal vez un amor fraternal, pues ella aunque no lo reconozca se enamoró del padre de su hijo, pero por ahora está sóla y lejos de él 🤔
Maria Elena Maciel Campusano
Esa fulana Amelia tiene una conchudéz enorme, cómo puede soportar ese trato, solo para obligar a un hombre a estar con ella, que por cierto es muy malvado🤔🤔🤔
Maria Elena Maciel Campusano
Ay qué bueno resultó ser el Doc con ella, pero Elisabeth tiene razón en cuanto a la gente y sus habladurías 🤔
Maria Elena Maciel Campusano
Qué afortunada fue al ser encontrada por el médico, pero me dió mucha tristeza cuando se preparó para pasar la noche en un banco en la calle😓😢
Maria Elena Maciel Campusano
Pues qué difícil situación está viviendo Elisabeth, pensé que por lo menos continuaría con su venta de plantas medicinales ahí también, pero al parecer ese lugar es muy diferente a dónde ella vivía, parece que el médico la ayudará 🤔
Maria Elena Maciel Campusano
Pobre Elisabeth lo que debe soportar, afortunadamente Falko la acompaña y proteje, si no quién sabe que hubiera sido de ella😓
Maria Elena Maciel Campusano
Ay pues al mejor cazador se le va la liebre, a ella se le fueron las patas y olvidó preparar su infusión anticonceptiva, pero al menos ya no estará tan sola, tendrá un motivo para seguir adelante y por quien luchar🤔😏
Maria Elena Maciel Campusano
Dietrich no la tendrá fácil para librarse de ese compromiso y no creo que la loca obsesiva de Amelia lo permita, espero que acabe con el Emperador que lo está presionando 🤔
Maria Elena Maciel Campusano
Qué horror como se puede rebajar a mendigar amor, Dietrich no la ama, nunca lo hará y ella de arrastrada, pidiéndole a su tío el Emperador un matrimonio impuesto, en el pecado lleva la penitencia 🤔🤨😤
Maria Elena Maciel Campusano
Pues era de esperarse esa actitud de él, en ese encuentro hubo deseo y pasión por parte de él, ella toda borrachita se dejó tocar por ese libidinoso, claro como ya lo había curado ella, a él no le importó abandonarla a su suerte, aún cuando presenció como una rata asquerosa la acosaba, ay qué coraje😤😤😤
Maria Elena Maciel Campusano
Pues ya qué, ya ni llorar es bueno, él consiguió de ella algo que no conocía y ella experimentó con él su primera vez😓🤔😏
Maria Elena Maciel Campusano
Eso no lo veía venir, que al calor de unos tragos, tuviera Elisabeth su primera vez y con él, porque no es una persona tan simple y sé que complicará su vida🤔
Maria Elena Maciel Campusano
Que odioso e inoportuno ese tal Gilbert, espero que no le haga daño a Falko pues sin él, será capaz de todo😰
Maria Elena Maciel Campusano
Oh, qué conveniente ese inesperado incidente, creo que a partir de ahora él no podrá olvidar esa escena grabada en su mente 🤔🤔🤔
Maria Elena Maciel Campusano
Ella es buena y ha sufrido mucho, espero que Dietrich no la haga sufrir 😓
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