Romina una mujer que se enfrenta a un cambio en su vida después de un accidente que la deja postrada en una sillas de ruedas busca venganza del culpable que le arrebató todo llegando a los límites para recuperar lo que un día le perteneció sin medir consecuencias.
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Demasiada lujuria en un solo encuentro.
Esa tarde Román le entrega los documentos a Romina quien queda impresionada por su desempeño.
- Román esto es verdad.. ¿Tan bien lo hizo?
- Señorita él fue increíble, demostró estar a la altura y mucho más.
- Entonces no te quedan dudas.
- Ninguna. Definitivamente, alguien más está detrás del desfalco, el señor Andreani es muy apto y competente sobre todo ama lo que hace y eso se nota en su esfuerzo y predisposición.
- Gracias Román nuevamente demuestras que eres muy capaz. Espero poder seguir con tu amable cooperación.
- Eso ni lo mencione señorita cuanta conmigo para todo lo que necesite.
Después de verlo marcharse me quedo analizando todo. Es verdad que Lautaro si se lució en este acuerdo y eso solo me demuestra cuanto ama a esa empresa.
Ya quiero ver que estúpida expresión traerá está noche.
Por su parte Lautaro estaba más feliz que nunca incluso preparo un obsequio para Romina y poder hablar con ella bien.
Al llegar se dirige a su despacho para verla, la observa sumergida en su laptop con su seño fruncido.
- Hay cosas que los años no cambian.
Ella levanta su mirada para clavarla en la mía.
- ¿Que decías?
- Ya estoy en casa cariño.
Ja definitivamente está de bien humor, es una lástima no poder molestarlo porque sospechara de mí.
- Eso veo. Bienvenido Lau...
Antes de poder terminar de hablar siento sus labios comerse los míos sin previo aviso. Sus fuertes brazos me levantan de mi silla y me deja al borde del escritorio bajando rápido por mi cuello mientras desprende cada uno de mis botones.
- Hoy quiero servirte como se debe esposa mía.
No podía hablar, estaba tan atónita con lo que estaba pasando que ni siquiera mis palabras se animaban a salir de mi boca. Su cabeza descendió tan rápido que ni siquiera me percate de en que momento se posicionó bajo mi falda.
Sentí como comenzó a besar mis labios hasta hacerme desmayar del placer...
No recuerdo cuántos orgasmos se bebió de mí ser. No recuerdo cuántas veces temblé
al sentir su lengua lamiendo la cúspide de mí deseo.
No se ni me importa cuántas otras grité
que no podía más y él con su suavidad siguió
hasta hacerme llegar nuevamente al cielo o mejor dicho al infierno porque tanta pasión y lujuria era solo obra de un diablo con piel de hombre.
¡Era imparable! No lo voy a negar, Lautaro seguía sin dejarme reaccionar.
El cielo y el infierno los sentí juntos,
Los estaba viviendo en carne propia,lo sentí en mis huesos, en el ardor de mi sangre recorriendo mi cuerpo, en los espasmos abruptos que salían de mis cavidades, en la sed del infierno al quedar sin voz de tanto gritar:
—¡Me estás matando del placer!
Como esperando ancioso esa declaración lo veo pararse frente a mi dejándome ver su enorme erección. Trague saliva con fuerza al sentir como se perdían en lo más profundo de mi ser.
Ese momento fue vivir la intensidad del sol en su lengua, en sus dedos,
en su cuerpo, en las estocadas salvajes,
en el galopar furioso de sus movimientos implacables que solo pedían más de mi.
Cai totalmente perdida en sus besos lujurioso, en sus caricias malévolas, en su mano al estar dentro de mi boca, casi hasta el fondo de mi garganta para acallar esos gritos de placer que no dejaban de salir sin parar.
¡Sí!, definitivamente perdí ante sus besos envenenados de orgullo, de tosquedad y suavidad.
Luego de dejarme al borde del colapso y con mi cuerpo temblando me envolvió en su fuerte pecho mientras acariciaba mi cabello.
Sin decir una sola palabra me ayudo a bañarme para luego salir y dejarme nuevamente sola en la habitación pensando si todo lo vivido fue real o solo un sueño demasiado lúcido.
Golpeó mis mejillas buscando algo de claridad.
Maldita sea, me hizo tan suya, y a la vez tan libre que le entregue todo de mí
sin dejar nada para después. Todo se lo di,
todo le permití, nada reprimí y toda mi locura
con exceso de lujuria se la consumió en una sola hora que fue eterna en su lujuria.
Si así actuaba el Lautaro feliz estaba comenzando a dudar en volverlo a enojar. Después de todo aún deseaba más, era la primera vez que me besaba con tanto deseo y pasión, tanto que mis labios aún ardían por la sensación que los quemaba como el fuego.
No Romina reacciona de una vez, no puedes dejar que esto nuble tu juicio. No puedo caer ante mi enemigo.
