Enséñame A Amar Una Vez Más.

El Señor Ma se retorcía en el suelo, su dolor era visible. Sus propias uñas dejaban largas y dolorosas marcas en su misma carne, él repetía el mismo proceso una y otra vez hasta que la sangre brotaba.

Su cabello era un completo desastre y a su alrededor había largos mechones que, muy posiblemente, habían sido arrancados por él mismo.

-¡NO ME LLEVEN, SUÉLTENME, SUÉLTENME!- El hombre repetía una y otra vez, como si quisiese quitarse algo de encima, su acto era desesperado y perturbador, también resultaba desagradable, pero para Amelia, aquella vista fue satisfactoria.

Ella simplemente no podía imaginar el dolor tan grande que sufrió esa niña con tan solo 12 años, no sabía si el dolor fue igual o más inmenso que el que sufrió ella en su vida pasada.

Poniéndose en el lugar de la difunta, estaba segura de que le hubiese gustado si alguien hubiese hecho lo mismo por ella.

-No mires, no deberías contaminar tus ojos.- Amelia sintió una repentina ola de calor detrás de su espalda, una mano cálida se posó sobre sus ojos, cubriendo la vista del hombre que se retorcía como gusano en brasas.

Para Amelia, el calor y el olor del cuerpo de Noah ya era familiar, con tan solo dos días de cercanía, su mente y su cuerpo parecían haberse acostumbrado a su toque y calor.

-No me molesta, más bien, considero que es agradable verlo sufrir.- Respondió Amelia con una sonrisa tranquila, apartando la mano de Noah de sus ojos, sin embargo, el joven volvió a cubrirlos con la otra mano.

-Puedes tener pesadillas si miras, mejor no hacerlo.- Replicó Noah, insistiendo en mantener su mano en ese lugar.

-No te preocupes, no será así.- Las cejas de Amelia se fruncieron y nuevamente quitó la mano del joven.

Al final, repitieron el proceso más de cinco veces. Nany, quién estaba de pie a un lado, no pudo evitar reírse en silencio cuando vio las venas palpitar en la frente de su Señorita.

Su Señorita muy difícilmente se enojaba, era raro que otra persona que no fuese la Señorita Mayor la enojara, sin embargo, para el joven Noah parecía un tipo de don hacerla enojar con tal facilidad.

-¡Basta!- Dijo Amelia con los dientes apretados, se dio la vuelta y le lanzó al chico una mirada feroz, sin embargo, antes de que pudiese decir algo, Noah ya estaba a unos 20 o 30 pasos de ella. Furiosa, Amelia lo siguió, mandando a quien sabe dónde su elegante comportamiento.

Noah se reía mientras huía del furioso gatito, temeroso de que lo mordiera si lograba atraparlo.

En cuestión de segundos, las dos figuras desaparecieron del lugar.

-El Joven Maestro Hua y la Segunda Señorita parecen llevarse mejor que antes.- Una sirvienta que estaba en el lugar no pudo evitar reírse al ver a los dos jóvenes jugar.

A sus ojos, estos no eran más que juegos entre enamorados, sobre todo siendo tan jóvenes e inocentes.

-¿No crees que los papeles se han revertido? Siempre era el Joven Noah quién terminaba perdiendo, ahora es la Segunda Señorita.- Comentó otra chica con una sonrisa gentil en su rostro, mirando la dirección en la que se habían ido los chicos.

De esta forma, la conversación giró en entorno a la joven pareja, dejando de lado al hombre que sufría en la puerta del patio de la Señora Su.

Nany asintió con satisfacción ante la imagen que daba la pareja y camino de regreso al patio de su Señorita, pues nada iría a hacer si los siguiese, ser una tercera rueda no era su especialidad.

En la esquina del patio, justo en una zona poco visible, Sabrina miró con frialdad a los sirvientes que hablaban en bien de la pareja, sus dientes se apretaron hasta el punto de producir un crujido, al igual que sus manos.

Ver a su hermana menor disfrutar tanto de la vida al lado de ese mocoso la enloquecía, saber que su padre la amaba más que a ella le daba rabia y el hecho de ver a su madre perderse solo por el amor de un hombre la volvía loca.

Sentía que moriría si seguía dentro de este lugar, sin embargo... Su mirada se dirigió hacia el patio de su madre, sus ojos se entrecerraron con un brillo cruel.

Sí ella deseaba irse tranquila de este lugar, primero tenía algo muy importante que hacer.

Sabrina caminó hacia el patio de su madre, en el momento en que la vieron, las sirvientas hicieron una reverencia profunda hacia ella. Aunque muchas sirvientas la respetaban, otras, por alguna razón desconocida, le tenían miedo.

La mayor parte del tiempo la joven tenía un temperamento cálido y gentil, sin embargo, había momentos en los que parecía volverse una persona completamente diferente. La sensación que daba era la de una serpiente al acecho.

-Pueden retirarse, perturbarán el descanso de mi madre.- Les dijo la chica a los sirvientes con una sonrisa cálida, invitándolos a alejarse con un suave movimiento de su mano.

-Como guste, Señorita Mayor.- Respondieron al unísono, haciendo otra reverencia antes de alejarse rápidamente.

El rostro de Sabrina se volvió inexpresivo al ver a los sirvientes irse, su mirada cayó débilmente sobre el hombre que se retorcía y fingió no verlo, caminando sobre él como si fuese una especie de alfombra.

Al ver aquello, la sirvienta personal de Sabrina no pudo evitar temblar ligeramente, sin embargo, fingió no haber visto nada y siguió detrás de su Señorita.

La chica se detuvo justo en la puerta de la habitación de su madre, escuchando los gritos furiosos desde el interior, sus ojos brillaron con desprecio antes de que una luz cálida brillara en ellos. Su expresión se volvió gentil y una sonrisa se dibujó en sus labios.

En el momento en que la puerta se abrió, una taza pasó volando justo al lado de su cabeza, golpeando con gran precisión a su sirvienta en la frente.

La Señora Su corrió hacia ellas y tomó a su sirvienta del cabello, golpeándola una y otra vez en el rostro sin piedad.

Sabrina solo miró en silencio desde un lado, escuchando los gritos de súplica de su sirvienta, sus ojos cayeron sobre el rostro desfigurado de su madre y su expresión perdió cualquier rastro de calor.