Los Cables De Tu Corazón.

Crucé mis brazos inclinándome hacia atrás mientras sonreía.

—Suegra, no necesito el permiso de mi esposo para echarla a patadas. Esta casa me pertenece.

Ella abrió sus ojos y tocó su pecho intentando calmar su ira, como si mis palabras hubieran sido una estaca al corazón. No dijo nada, pero pude escuchar su corazón gritar mil maldiciones y a través de sus ojos veía como me descuartizaba y mordía furiosa cada pedazo de mis miembros.

Suspiré y me acerqué a la mesa desviando mi sonrisa a Gale que apretaba sus labios asustado, tímido o lo que fuese. Entre todos nos mirábamos comiendo y bebiendo nuestros respectivos postres, los únicos que hablaban era Dave y Gale, cada palabra que el primo decía me haría vomitar en cualquier momento. Estaba lleno de cursilería. Estoy seguro de que algo no va bien.

La cena concurrió, pero no nos esperábamos una tormenta afuera. El cielo parecía que iba a caerse a pedazos, entonces las luces se fueron, dejándonos en una oscuridad total. Me asusté, no sé por qué y tampoco sé desde cuándo temía estar en la oscuridad. Miré hacia todos lados, pero no lograba ver nada, solo la luna llena se dejaba ver por los 3 enormes ventanales que teníamos en cada salón. Sentí algo tocar mi mano, estaba frío y duro, entonces acerqué con mi otra mano intentando buscar su rostro. Un relámpago alumbró por unos segundos a dónde llegase la luz por las ventanas y vi el rostro de mi empleado muerto.

Mis ojos se abrieron de par en par, mi corazón comenzó a acelerarse y de inmediato quité mi mano pegando un grito que me tumbó al suelo.

—¡Amor! ¿Qué pasó? —gritó Edwy acercándose a mi en el suelo mientras intentaba ayudarme a ponerme de pie, pero yo no podía reaccionar.

Tenía algo atorado en mi pecho, una bola de fuego que me quemaba la nuca, mi saliva se deslizaba seguido por mi garganta y mis labios temblaban sin parar. Mis manos también temblaban, cuando escuché a Edwy me agarré de su cintura y me abracé a él escondiendo mi rostro en su pecho.

—Edwy... Edwy... Yo, yo lo vi, —dije sin poder coordinar las palabras.

—Amor, respira. No entiendo, pronto vendrá la luz. Estamos aquí.

—No puedo creerlo, ¿Qué tipo de servicio pagamos para qué se tarden tanto en buscar unas velas? —dijo mi suegra enojada.

—¿Por qué no usamos nuestros celulares? Al mío me lo sacaron en la entrada, pero si pudieran entregármelo ahora, podríamos alumbrar para no estar en el oscuro, —dijo Gale dando una estupenda idea, si no fuera por las reglas de esta familia.

—¡No! No nos hará nada estar en la oscuridad un rato, oh, miren. —Mi suegra se escuchó aliviada—, ahí vienen los empleados con las velas. Estaremos bien.

—Perdón señores, no encontrábamos las velas después de los cambios que hubo en la casa.

Los empleados colocaron los candelabros sobre la mesa alumbrando con las velas el centro. Todos se volvieron a sentar y yo que aún apretaba la mano de Edwy lo miré con mis ojos rojos como sangre.

—Me asustó el trueno, nada más. —Lo solté y me senté en mi lugar sin perder la postura.

Edwy también se sentó y los empleados se retiraron del salón. Pasaron horas y la luz no volvía, la lluvia cada vez era más fuerte, los rayos y relámpagos más constantes. Entonces Edwy llamó a unas empleadas para que guíen a Dave y Gale a una habitación, también le dimos una habitación a mi suegra y los dos nos dirigimos a nuestra habitación.

—¿Estás bien? —preguntó Edwy sentado en la cama quitándose la camisa.

—Estoy bien. —Me di la vuelta, dándole la espalda. Entonces también me quité la camisa que traía y la cambié por una cómoda para dormir.

Volví a girarme y lo miré, su rostro estaba siendo alumbrado con el fuego amarillo de la vela sobre la pared, sus ojos brillaban como las estrellas y sus labios rojos estaban siendo apretados con preocupación.

—¿Por qué? ¿Por qué me lo preguntas? —Me acerqué a él y toqué sus hombros acercándome a su rostro.