En el lujoso mundo de los negocios, donde el poder y la codicia son la regla, surge una historia de amor llena de traiciones, celos y secretos ocultos. "Sombras de Pasión" narra la vida de Sofía Valente, una joven mujer independiente y decidida, que lucha por cumplir sus sueños en un mundo controlado por hombres de hierro. A lo largo de la novela, su vida se entrelazará con la de Gabriel Ríos, un empresario frío, calculador y exitoso, cuya única pasión parece ser el dinero y el control.
NovelToon tiene autorización de Artemys para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 15: El Juego de los Dos
La mañana siguiente llegó con una claridad que contrastaba con la intensidad de la noche anterior. Sofía despertó en su cama, envuelta en sábanas blancas, pero con la mente aún atrapada en los momentos compartidos con Gabriel. El beso. La tensión. La sensación de perder el control... y de querer perderlo.
—¿Qué estoy haciendo? —murmuró para sí misma, mientras se estiraba, observando el techo.
Sabía que lo que había pasado con Gabriel no era simplemente un error o un desliz. Había algo más profundo, algo que ambos sentían y que ninguno estaba dispuesto a admitir aún. Pero también sabía que, en el mundo que compartían, mezclar negocios con placer nunca era una buena idea. No cuando tanto estaba en juego.
Su teléfono vibró, sacándola de sus pensamientos. Un mensaje.
Gabriel: “Espero que la cena haya sido de tu agrado. Me temo que nuestra revancha aún está pendiente. ¿Almuerzo hoy?”
Sofía sonrió, aunque intentó contenerse. Sabía que, en su mundo, los juegos de poder y las estrategias lo eran todo. Pero con Gabriel, los límites se estaban desdibujando, y eso la inquietaba tanto como la emocionaba.
—No voy a hacerlo fácil para ti —murmuró, respondiendo con un simple “Quizás”.
---
La mañana en Valente fue una locura. Después del escándalo de Lucas, Sofía había tenido que hacer malabares para mantener la credibilidad de la empresa intacta. Los inversores pedían respuestas, los empleados estaban inquietos, y el futuro de la compañía pendía de un hilo. Pero, contra todo pronóstico, Sofía lo había manejado con la misma elegancia y fuerza que la definían.
Cuando llegó a su oficina, encontró a Mariana sentada en el sofá, hojeando una revista de modas como si no hubiera una crisis en curso.
—¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó Sofía, cerrando la puerta tras de sí.
—Oh, nada importante. Solo vengo a comprobar si mi mejor amiga ha decidido arruinar su vida besando a su jefe frío y calculador —dijo Mariana, sin levantar la vista de la revista, aunque una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro.
Sofía se detuvo en seco, su corazón dando un vuelco.
—¿Cómo lo supiste?
Mariana soltó una carcajada y finalmente la miró.
—Por favor, soy tu mejor amiga. Sé todo antes de que me lo cuentes. Además, tienes esa mirada de “he hecho algo malo, pero me ha encantado”. —Cerró la revista y la dejó a un lado—. Entonces, cuéntame todo, ¿cómo fue? ¿Es tan intenso como parece? ¿O solo es un iceberg que se derrite lentamente?
Sofía bufó, pero no pudo evitar sonrojarse un poco.
—No es lo que piensas. Fue… solo un momento.
—Oh, claro —respondió Mariana, rodando los ojos—. Solo un momento. Que terminó con ustedes besándose. ¿Y qué sigue? ¿Una escapada romántica a París en su jet privado?
Sofía suspiró, sabiendo que no iba a ganar este debate. Se dejó caer en su silla y cruzó los brazos.
—No es tan simple, Mariana. Es Gabriel. No estamos hablando de cualquier hombre. Es calculador, frío… y trabaja conmigo. Esto puede complicarlo todo.
Mariana se acercó y se sentó en el borde del escritorio, mirándola con seriedad por primera vez.
—Lo sé, Sofía. Y sé que amas tu trabajo más que nada. Pero también sé que llevas mucho tiempo sin permitirte sentir algo por nadie. Tal vez no sea la peor idea del mundo dejarte llevar un poco, aunque sea solo esta vez.
Sofía guardó silencio, sus pensamientos revoloteando entre la advertencia y la tentación. ¿Podía permitirse dejarse llevar? ¿Valía la pena el riesgo?
Antes de que pudiera responderse a sí misma, el teléfono de la oficina sonó. Era la asistente de Gabriel.
—Señorita Valente, el señor Martínez la espera en la sala de juntas para la reunión de las 11.
Sofía tragó saliva. Por supuesto, Gabriel. El recordatorio de que el mundo no se detenía por sus dilemas emocionales.
—Gracias, ya voy para allá —respondió con voz neutral.
Mariana le lanzó una mirada de advertencia.
—Bueno, ahí lo tienes. Asegúrate de no derretirte bajo su mirada antes de cerrar ese trato.
Sofía se rió, a pesar de sí misma, y tomó su carpeta de documentos.
—Es solo trabajo, Mariana.
—Sí, claro, y yo soy la Reina de Inglaterra —murmuró su amiga, siguiéndola hasta la puerta—. Solo te pido una cosa: si decides lanzarte de lleno a los brazos de ese hombre de hielo, asegúrate de grabarlo. Me lo debes.
---
Cuando Sofía entró a la sala de juntas, Gabriel ya estaba allí, revisando algunos papeles. Lucía imperturbable, tan profesional como siempre, y por un momento, Sofía casi pudo convencerse de que lo ocurrido la noche anterior había sido solo una alucinación. Pero entonces, él levantó la vista, y la chispa en sus ojos le recordó que nada había sido imaginado.
—Sofía —dijo, su tono completamente neutral, como si no hubiera pasado nada fuera de lo común.
—Gabriel —respondió ella, igualmente fría, tomando asiento frente a él.
La reunión comenzó sin problemas, ambos discutiendo los números y estrategias como siempre lo hacían. Pero debajo de la fachada profesional, Sofía podía sentir la tensión, ese tira y afloja que había surgido entre ellos, como si ambos estuvieran jugando a ignorar el elefante en la habitación.
Finalmente, la reunión terminó, y Gabriel cerró la carpeta de documentos con un clic definitivo.
—Excelente trabajo, como siempre —dijo, con esa sonrisa que no llegaba a ser del todo amable, pero que la desafiaba a cada paso.
—Gracias. Tú también… muy eficiente —respondió Sofía, levantándose.
Estaba a punto de irse cuando Gabriel, con un movimiento ágil, se levantó también, deteniéndola.
—Sofía.
Su voz había cambiado, más suave, más cercana. Ella se dio la vuelta, sin estar segura de lo que iba a decir a continuación.
—Anoche fue… interesante —dijo él, sus palabras cargadas de un significado que ambos entendían, pero ninguno quería verbalizar del todo—. Pero si prefieres dejarlo atrás, lo respetaré.
Sofía se quedó inmóvil, sorprendida por la sinceridad en su voz. Por un momento, pensó en simplemente aceptar la oferta y seguir adelante, como si nada hubiera pasado. Pero entonces lo miró a los ojos, esos ojos que siempre la desafiaban, y supo que no podía.
—No —dijo, con una valentía que la sorprendió—. No quiero dejarlo atrás.
Gabriel la observó, sorprendido, pero una sonrisa lentamente se dibujó en su rostro.
—Bien —dijo, acercándose un poco más—. Porque yo tampoco.
---