La Generala Del General

En la capital.

- ¿Cómo salió todo? - pregunto un hombre joven, vestido elegantemente, de cabello oscuro, piel clara, y ojos castaños. Estaba sentado detrás de su escritorio y revisaba unos documentos mientras escuchaba el reporte de su asistente.

- Algo salió mal, Excelencia. La sirvienta fue detenida por la guardia del Archiducado, y puesta en los calobozos. No sé sabe nada de ella. - explico el asistente. - Se corre el rumor entre la servidumbre y los caballeros del ducado que la Princesa Artemis puso en práctica sus habilidades de guerra, y logro sacarle información, y que la sirvienta está muerta. Pero no ha sido confirmado. - concluyó el asistente, haciendo una reverencia.

El Conde apretó la pluma con la cual escribía, rompiendola. Debía desaparecer a la Princesa. Ahora debería ser más fácil al estar lejos del palacio, y ya no ser la heredera. Siempre sería un riesgo, porque seguía estando en la línea de sucesión, pero si su tío no pudo ascender al trono casándose con ella, entonces él la desaparecía de la manera más dolorosa. Igual como habían hecho con su tío. Su única familia.

- Pon en marcha el plan de los mercenarios. Y envía esta carta al palacio. - le ordenó el Conde Stefan a su asistente.

El asistente asintió y haciendo una reverencia se retiró del despacho.

El Conde se levantó de su asiento, acercandose a la ventana de su oficina. Miró los jardines laterales de su mansión, lleno de hermosas flores multicolores. Lo conservaba así, por su madre. Ella junto al resto de su familia, habían muerto hace muchos años, cuando él era apenas un niño pequeño. Y por eso, había crecido bajo la tutela del Archiduque Ríos.

Sin embargo, cuando sucedieron los eventos en el palacio, y su tío fue encerrado junto con aquellos que trataron de conspirar contra la sucesión al trono, para coronar al Archiduque Ríos, Stefan se salvó, porque no llevaba el apellido del Tío.

Inclusive cuando hicieron la posterior investigación para saber quienes más estaban metidos en actos de corrupción, el no figuró. Todo lo hacía bajo la figura de su querido tío. El hecho que su tío estuviera en una de las fronteras del Reino, era lo ideal para realizar el contrabando de mercancía hacia el mercado negro.

Asi que desde que su tío fue ejecutado, no había podido hacer sus negocios en libertad. Los hacía, pero poco por lo difícil de evadir a los guardias fronterizos, ya que no podía pasar por la frontera sur custodiada ahora, por los caballeros del Archiducado a cargo de la Generala del ejército real, su Alteza, la Princesa Artemis.

Esperaba poder vengar la muerte de su tío. Y que la Reina Ana aceptara su propuesta de matrimonio, ya que está propuesta sería beneficiosa para ambos. Al ser coronado Rey, tendría libertad para hacer y dejar hacer a sus cómplices, negocios ilegales y muy lucrativos para ellos.

Él sí haría lo que su tío no pudo. Coronarse como Rey de Greenwich.

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Artemis le contó a Gabriel lo que había sucedido con la sirvienta Camila. Y como había tratado el asunto. Pero aún faltaba tratar con la cabeza, la mente detrás del atentado.

Habían intentado matarla nuevamente pero salió ilesa. En esa oportunidad enviaron mercenarios en su contra, pero igual se defendió junto a sus escoltas, caballeros y guardias del archiducado y de su escuadrón, y acabaron con los mercenarios. Dejaron al que suponían el lider y lo interrogó personalmente Artemis, recordando sus técnicas de guerra para interrogar, que también había usado con Camila. Sin lograr obtener alguna información.

Gabriel se preocupó mucho por estas situaciones. Sin embargo, pensó,

"¿cómo era posible que Artemis pudiera interrogar a alguien, o siquiera defenderse con la espada, con un embarazo que ya iba en su segundo trimestre?"

En realidad no se le notaba mucho aún, pero el hecho que ella pensara que era invencible, y que se enfrentará a esa gente, y no se cuidará como debía, lo preocupaba mucho.

Artemis también le dijo que había otro asunto que debían atender de manera urgente. Debían casarse. Ya comenzaría a notarse el embarazo de Artemis. Por esta razón, además de los atentados, había limitado sus salidas del Archiducado, y las supervisiones de los pueblos cercanos estaban a cargo de sus asistentes, los cuales le pasaban reportes semanales. Había contratado otro asistente para que la ayudará en otras asuntos del territorio, y su proyecto de elaboración de vino, que ya estaba en marcha.

Sin embargo, ya era urgente comenzar a planificar la boda para que se casarán, antes que fuera más visible, su embarazo. Inclusive la servidumbre murmuraba en los pasillos de la mansión. Pero debido a un acuerdo de confidencialidad que habían firmado, nada podían decir fuera de los muros de la mansión, él que lo hiciera era castigado, él y su familia. Los rumores sobre Camila, fueron ordenados directamente por Artemis, ya que era parte de su estrategia para hacer aparecer a la mente detrás de los atentados.

La servidumbre había visto que la Archiduquesa trataba muy bien a todos, era justa con sus empleados, pero cruel con quién la traicionaba, y les daba su justo castigo a los delincuentes que azotaban su territorio.

Los habitantes eran testigos que en el poco tiempo que la Archiduquesa estaba al mando del territorio, habían prosperado, lentamente pero se veía que cuidaba a su pueblo. Y quién le solicitaba ayuda, era ayudado oportunamente.

Gabriel se enojo mucho con todo lo que le contaba Artemis, sobre los atentados en su contra. Pero quien podía ser. Lo cierto era que algún noble en la capital no le convenía que Artemis estuviera en la frontera sur con su ejército.

Ya Artemis le había comunicado la situación a su hermana y ella había puesto a investigar a sus más leales caballeros desde las sombras. ¿Quién estaba detrás de estos sucesos?

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Mientras tanto, Ana revisaba la correspondencia en su despacho y veía la carta del Conde Stefan, apartandola a un lado, ya que vio la carta oficial que traía la respuesta sobre su propuesta de matrimonio de parte del segundo Principe Joseph. Sus padres, los Reyes Cinthia e Ignacio, irían con el joven el siguiente mes, a finiquitar los detalles de su compromiso.

Ana se emocionó por saber su respuesta, aún sin conocer bien al principe. El joven había aceptado comprometerse con ella. Aparte había una carta de Joseph dirigida a ella. Con curiosidad y emoción fue a sus aposentos para leerla a solas. Las doncellas que la acompañaban se quedaron fuera para darle privacidad.

...Majestad,...

...Le envio mi más respetuoso saludo....

...Es un honor para mí aceptar su propuesta de matrimonio. Mis padres piden que el compromiso sea anunciado lo antes posible. Yo estaré de acuerdo con lo que su majestad decida....

...Le pido humildemente me permita conocerla durante el tiempo que me encuentre en su palacio. Ya que el tiempo que estuvimos juntos durante su baile de coronación fue poco, y aún así fue muy grato para mi. Espero que para usted también lo haya sido....

...Le aseguro seré un digno compañero y apoyo para usted. Y espero que algún día, pueda nacer al menos un cariño hermoso y sincero entre nosotros....

...Por mi preparación, no se preocupe, yo recibí la misma educación que mi hermano mayor, el Príncipe heredero de mi Reino....

...Espero volver a verla pronto....

...Ansió que estas breves líneas escritas con cariño, sean bien recibidas por su majestad....

...Sinceramente,...

...Principe Joseph....

Ana estaba emocionada. Al leer la carta de Joseph, sintió su corazón desbocado, y una emoción inmensa la embargaba. Esperaba haber elegido bien a su Rey consorte.

Por otro lado, al pasar de los días, Ana recibió los informes de sus espías sobre la persona que atento contra su hermana. Era un familiar del ex Archiduque Ríos. Aún no sabía cómo no se dieron cuenta de esa persona antes.

Así que envío la información a Artemis. Para que fuera ella quien se encargará de resolver ese asunto.

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Artemis y Gabriel recibieron la información enviada por la Reina Ana. Y planearon su siguiente movimiento. Sin pruebas no podrían encarcelarlo o exiliarlo. Y aún cuando supieran que es familiar del difunto Archiduque Ríos, sería difícil probarlo. Así que debían agarrar a esa persona con las manos en la masa.

Aún cuando no sabían exactamente sus motivos, suponían que era por venganza.

Así paso el tiempo. Llegó el día de la llegada del principe Joseph a la capital del Reino. La gran caravana de carruajes, caballeros, y soldados que escoltaban a los Reyes y al príncipe Joseph, era larga.

La gente del pueblo quedó sorprendida y emocionada al ver la gran caravana de la realeza extranjera entrando a la ciudad. En mucho tiempo no se había visto un caravana real este tipo.

Mientras tanto en el palacio, llegaba el Conde Stefan y pedía audiencia para conversar con la Reina Ana.

- Pase Excelencia. La Reina lo atenderá en breve. - Le dijo el mayordomo del palacio al Conde, haciéndolo pasar a un salón de visitas, dónde algunas doncellas le sirvieron te y bocadillos.

Algún tiempo después, fue anunciada la Reina.

- Majestad, es un honor estar ante usted. - la saludos el Conde haciendo una reverencia.

Ana lo miro con desconfianza. Si había leído la propuesta de matrimonio del Conde. Pero nunca aceptaría alguna propuesta de ese hombre, y la corte tampoco aceptaría a alguien de estatus menor a un príncipe como su rey consorte. Así que la reina solo pensaba si el Conde se había vuelto loco por la perdida de su tío

- Conde Stefan. ¿Cómo está? ¿Qué lo trae hoy al palacio? - pregunto Ana mirandolo sería, para luego sentarse en una silla cercana a la ventana, y alejada de él, pero cercana a la mesa de bocadillos. Una doncella se acercó y le sirvió el té. Y la Reina lo bebió con tranquilidad.

Stefan al ver que la reina se sentó, el también lo hizo, y volvió a tomar su taza de té.

- Vine a saber su respuesta sobre mi propuesta de matrimonio. - le respondió el Conde con una sonrisa, mirando a Ana, para tomar un sorbo de su té.

- Conde, lamento que haya venido para nada. La respuesta es no. No puedo aceptar una propuesta de matrimonio con usted, y la corte de ministros tampoco lo aceptaría. - explicó la Reina. - Además, ya tengo un prometido, que viene del Reino vecino y el cual fue aceptado por la corte real. Tiene la educación para ser mi rey consorte, ya que es principe en su reino. Así que como verá, no es necesario que se sacrifique por el bien del Reino. - concluyó la Reina Ana con una sonrisa, tomando un sorbo de su té.

Stefan solo la veía serio, apretando los labios, molesto.

- Entiendo. - dijo serio, colocando su taza sobre la mesa. - Sin embargo, me atrevo a mantener mi propuesta en pie, majestad. Si por alguna razón el principe no cumple con sus estándares, estoy seguro que yo podría ser un buen Rey consorte, debido a mi educación y a que soy de este país, y conozco los problemas del pueblo tanto como usted. - explicó con una sonrisa.

- No creo que eso sucede, pero muchas gracias, Conde Stefan Ríos. - respondió la reina con una sonrisa maliciosa.

Stefan se sorprendió cuando ella lo llamó así. "Será que ya se dieron cuenta de lo que está haciendo " pensó el Conde.

- M-Majestad, ese no es mi apellido. - titubeo Stefan, rechazando tener ese apellido, y mirando a Ana con seriedad.

- Disculpe, Conde. De repente al verlo a usted, recordé al traidor Archiduque Ríos. Espero que usted nunca traicione a la corona. - explicó la Reina con una sonrisa mientras bebía su té.

- Sería incapaz de hacerlo, majestad. - aseguro Stefan levantándose para hacer una reverencia.

- Me retiro, majestad. Espero tome en cuenta mi propuesta como ya le expliqué. Buenas tardes, majestad. - hizo otra reverencia y salió del salón, muy molesto. Sus planes se habían caído. No sabía que ella ya tenía un prometido aprobado por la corte. Contra eso ya no podía hacer nada. Así que se aferraria a su venganza contra Artemis, y a cualquier miembro de la familia real. Pagarían muy caro su desprecio a la familia Rios.

El Conde Stefan ignoro el hecho que la Reina Ana lo llamará por el apellido de su tío. Algo que más adelante lamentaria.

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- Mi señora, el Conde me dió mucho miedo. La forma en que la miro cuando le dijo que no aceptaba su propuesta de compromiso - le decía su doncella personal a la Reina Ana.

- Si, a mí también me dió escalofríos. Tranquila. Ya no volverá más. El General Gabriel envió algunos de sus soldados como respaldo a mis escoltas. Ellos tienen magia, así que estaré mejor protegida. - explico con una sonrisa Ana, tranquilizando a su doncella.

En eso entro el mayordomo junto a su asistente.

- Majestad, llegó la caravana real del Reino vecino. - informo el mayordomo.

- Así es majestad. Llegó su prometido, junto a sus padres, los reyes Ignacio y Cinthia. - confirmó su asistente.

Ana con una sonrisa asintió, y salió del salón a sus aposentos seguida de sus doncellas, para acomodarse y recibir a quien sería su Rey consorte.