Tras sacrificarlo todo para preservar la vida de su hija, se ve obligada a ocultar su supervivencia para enfrentarse a una de las mayores batallas de su existencia: la lucha contra un ejército de no muertos que ansían la muerte de su propia hija.
Decidida a obtener la victoria, Genevieve se embarca en una peligrosa misión para recuperar la corona de su abuelo, el último rey de los tritones, arrebatada por el hombre que la mantuvo prisionera y la sometió durante años. En su odisea, se cruza nuevamente con el padre de su hijo por nacer, cuya muerte lo dejó desolado.
¿Logrará Genevieve reclamar la corona perdida y garantizar la seguridad de su familia frente a las fuerzas de la oscuridad?
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CAPÍTULO 14
Mirándola por última vez, Anisha se fue del lugar del santo trono dejando atrás al hombre que tanto daño le hizo, pero con el miedo hacia Genevieve grabado en lo más profundo de su corazón. Si bien no se arrepentía de lo que hizo y moriría por ello de ser necesario, la princesa caída emanaba un terror mucho mayor del que sintió en su cautiverio.
—¡Por los dioses, Somnus!—exclamó dolida Genevieve.
Desde que había vuelto de la muerte, muy pocas cosas le habían dolido. Desde saber cómo ella terminaría, como una tonta a cambio del trono, o cómo su hijo estaba condenado a ser la encarnación del dios de la muerte. Sin embargo, independiente a todo, el estado tan demacrado en el que llegó ahora, Somnus era peor que incluso el que ella y su hija pasaron cuando estaban encerradas en el palacio del emperador.
Sabiendo que la culpabilidad estaba matando al padre de su bebé en su vientre, colocó su mano sobre su frente para comenzar a pasarle un poco de su energía mágica. Somnus podía haberse sacado a Anisha de encima, el hecho de que no lo hiciera y de que se dejara dañar a tal extremo solo era muestra del arrepentimiento que sentía.
Tras asegurarse de que por lo menos sus heridas no lo llevarían a la muerte, Genevieve observó con solemnidad el trono de su abuelo, recordando las palabras que Yuna había dicho. Sintiendo el verdadero peso de lo que se suponía era el valor de la justicia que todos los reyes tritones debían defender y que ahora debía mostrar en honor a su abuelo, dirigió su mirada con dolor al herido hombre en el piso.
—No sé qué va a pasar conmigo en el futuro—habló antes de dejarle un casto beso en sus labios—solo te pido ser fuerte para que puedas estar al lado de tu hijo...
Teniendo que irse, puesto que escuchaba los pasos y las voces de los guardias del rey, se escondió en las sombras mientras observaba como un grupo de varios soldados corrían en auxilio de Somnus. Con lágrimas cayendo amargamente por sus mejillas, la princesa caída se dio la vuelta y se marchó con pesadez del lugar.
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Con cuidado, el rey fue llevado por sus custodios de regreso al barco, mientras los magos intentaban estabilizarlo en vano, era como si el propio Somnus impidiera que fuera curado por completo de sus propias heridas. Sin nada que poder hacer, el barco fue rumbo a la costa, donde el rey fue llevado al palacio veraniego en espera de recibir ayuda más especializada.
—No, no llamen al archiduque Elwin para esto—dijo Gladiolus.
El hechicero más fuerte de todos, quién estaba ahora trabajando como asistente del rey, se encontraba rumbo al palacio veraniego del rey, después de haber escuchado sobre su estado. El camino en carruaje estaba demorando más de lo normal debido a las condiciones malas del camino, pero aspiraba a llegar en la madrugada de ese día.
—¡¿Pero señor?!—dijo el mayordomo personal del rey en la capital real—puede que el archiduque ayude a...
—La archiduquesa Abril se encuentra en mal estado debido a su embarazo—respondió Gladiolus—solo se requerirá del tío de su majestad en caso dado de que yo no pueda hacer nada, ¿de acuerdo?
Mientras el carruaje seguía conduciendo, el sonido de unas campanas hizo que el tiempo se detuviera unos cuantos segundos y que todo, incluyendo el mayordomo del rey, se congelara. Gladiolus, sin entender lo que estaba sucediendo, salió del carruaje buscando alguna explicación, fue así que terminaría por encontrarse al frente del caballo a una extraña mujer quien tenía en sus manos unas campanas.
—Esas campanas...—dijo sorprendido—¿Cómo? ¡¿Quién eres?!
La mujer, quien seguía manteniendo su rostro oculto, subió un poco su mirada para observar de manera más directa al hombre frente suyo. Si bien podía revelar su identidad, sabiendo que ya estaba muerta y que era cuestión de tiempo para que el dios de la muerte se llevara de nuevo su alma, Yuna prefirió no decir nada a quien en su momento había sido su esposo.
—Soy la representante de la muerte en la vida—respondió con voz baja—el rey Somnus no morirá, pero el dolor lo atormentará. Las pastillas que le daré pueden ayudarlo con el dolor, aunque no con sus heridas.
"¡Mi señor!"
"¡Mi señor!"
Escuchando a lo lejos la voz del mayordomo de Somnus, intentó caminar para alcanzar a la misteriosa mujer; sin embargo, una luz lo terminaría por enceguecerlo. Fue así que, tras varios segundos, terminaría por abrir sus ojos, dándose cuenta de que todo había sido un sueño.
—¿Desde hace cuánto?—preguntó desconcertado Gladiolus.
—Hace cuatro horas que duerme, mi señor—respondió el mayordomo—quería avisarle que ya estamos llegando.
Observando a través de la ventana que el carruaje ya se estaba acercando al palacio veraniego, sintió algo que sostenía con fuerza en sus manos, sorprendiéndose al encontrarse un pequeño cofre que no sabía cómo había llegado hasta allí. Abriéndolo, examinando la energía que de estas emanaba, supo enseguida de lo que eran.