Sin Elección Villana

Diez años atrás

Dentro del cuarto de confinamiento se encontraba una Ruth de diez años de edad, su expresión era fría y sin vida. Su cabello negro caía sobre su espalda y sus ojos de color ámbar no brillaban tanto como de costumbre.

La puerta se abrió y vio como su madre entró, iba vestida de carmesí y traía pendientes de oro iguales de dorados que sus ojos.

—Sal. —Le ordenó su madre y Ruth obedeció. A pesar de tener todo el cuerpo lleno de heridas, ella no hizo ninguna mueca al ponerse de pie, su expresión no tembló y permaneció fría como antes.

Isabela miró a su hija con orgullo. Una brillante sonrisa plasmada en su cara.

En la habitación, Ruth simplemente dejó su cuerpo caer en la cama, hundió su rostro y suspiró.

—Duele… mucho… —Habló muy bajo para que nadie pudiera oírla y luego se volteó boca arriba, miró el techo por un momento y en un arranque de rabia se levantó de la cama y fue al patio trasero de la habitación.

Allí tenía a su gato, su madre le había permitido tenerlo.

Sacó el gato de la jaula y el animal se acarició contra la mano de Ruth pero, ella sostuvo el cuello del gato y lo comenzó a apretar hasta dejar inerte al animal.

«NO ES SUFICIENTE», no paraba de repetirse en su cabeza. Sacó una navaja de su bota y comenzó a acuchillar el cuerpo muerto del animal, la sangre salpicaba su mano y la ropa que llevaba puesta.

La empleada llegó a la escena y se asustó al ver tal horror y quiso retroceder pero, sus pasos fueron oídos por la segunda de los Russen.

Ruth se levantó y dejó caer el cuerpo del gato como si fuese un trapo inútil. Miró a la mujer con una sed de sangre y le ordenó.

—Arrodíllate. —La mujer asustada no tuvo de otra, se puso de rodillas y vio como Ruth iba acercándose lentamente. —¿Qué se siente matar a una persona? Mis gatos ya me resultan aburridos… —La mujer iba abrir la boca pero, Ruth corto su garganta de un solo movimiento y la sangre salió a chorro salpicando a Ruth.

La mujer sostuvo su cuello pidiendo ayuda pero, poco a poco su voz se iba apagando y al final el cuerpo cayó frente a Ruth.

Ruth después de mirar por un tiempo el cuerpo muerto, se puso encima y comenzó a abrirle el estómago con la navaja, curiosa por saber que había dentro de los humanos.

¿Serían como en los libros de medicina o es algo más? Ella siguió abriendo el estómago de la empleada.

Y cuando otros empleados llegaron a la escena tuvieron que sacar a Ruth a la fuerza de allí y en el forcejeo ella le cortó en la pierna a uno de ellos. Era como si esa niña se hubiera perdido y en su cuerpo otro ser habitaba en ella.

Muchos dijeron que era un poder gracias a la sangre de los Russen pero, el médico era el que tenía la palabra.

—Solamente es loquera, y una muy grave. Tiene varias personalidades y anda en descontrol total. —Isabela después de escuchar al doctor miró a Ruth y simplemente ordenó.

—Llévenla al cuarto de confinamiento. —Un empleado tomó a Ruth, quien había sido sedada, y la cargó hasta allí. —¿Dijiste que pronto estará en control?

—Sí, si bebe los medicamentos recomendadas, no habrá problemas.

Después de una semana Ruth salió nuevamente del cuarto de confinamiento, está vez se portaba de una manera silenciosa y tranquila.

Mientras Ruth caminaba por los pasillos yendo en dirección a la arena de combate, se cruzó con su hermano mayor, Naim.

—Oh, hermanita, luces hermosa hoy. —Se acercó para tocar la cabeza a Ruth pero, ella le clavó rápidamente un cuchillo en la mano. —Ahhh, maldita perra.

—Y tú, maldito perro. ¿Crees que no se que le haces a las de la línea indirecta?, yo no me dejaré tocar y si te atreves a siquiera pensarlo, te voy a arrancar el miembro, ¡me oíste! —Y Ruth se fue dejándole en el pasillo gimiendo de dolor.

—¡Hermana! —Ruth miró a Aine acercándose corriendo y le sonrió amablemente y la abrazó.

En la actualidad.

Ruth miró los papeles sobre su escritorio, debía firmarlos pero, se sentía cansada. Ella era la que controlaba el presupuesto de sus hermanos y suspiró al ver la cantidad enorme de dinero que Naim había gastado ese mes.

«Voy a matar a ese maldito perro», luego llevó su mano a su cara y se acarició la cicatriz, «Sí y también a ese ratoncillo».