Maldita sea mi suerte, cuando todo era perfecto mi suerte cambia haciendo que mi vida se convierta en una vida llena de miseria.
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capitulo 9
—Puedo retirarme — pidió Fátima.
—Pero no has comido nada, quizá se por eso que estás muy delgada, tal vez tengas anemia — dijo Julio.
—Disculpe señor — dijo la muchacha, se quedó en su lugar a seguir consumiendo sus alimentos, Julio estaba desconcertado pues al parecer la joven hacia todo lo que él le ordenará, cuando ella terminó los alimentos Julio le dijo que se podía retirar y así lo hizo.
—Debes cambiar su forma de vestir, algo más acordé a su edad — le dijo Julio a su madre.
—Mañana la llevaré de compras a la ciudad, al parecer ella se sigue vistiendo como si estuviera en el convento — dijo Nadia.
—Pareciera que no es hija de Joaquín Hidalgo, ¿Cómo es que la trata tan diferente?, A Romina parece complacerla en todo. —
—Es lo mismo que me preguntó, el amaba demasiado a Mariana, cuando llegó al mundo Fátima era el hombre mas feliz, sin embargo algo cambió —.
Fátima estaba en su habitación leyendo un libro, Mari fue hasta ella para pedirle que fueran al jardín, Fátima no sabía que hacer pues se sentía muy extraña en ese lugar; sin embargo, Mari era muy insistente tanto que logro convencerla, Mari era de la misma edad que Fátima, a pesar de que la vida de Mari estaba llena de carencias siempre estaba alegre y trata a de trasmitir esa misma alegría, en el jardín Mari le contaba un sin fin de historias de lo bondadosa que era su madre cada una de las flores de aquel jardín se la recordaban pues a su mamá le encantaba cultivarlas, Mari había perdido a su madre hacía dos años, jamás conoció a su padre y no tenía más hermanos por lo que se había quedado sola, Fátima a pesar de tener a su madre desde que murió su madre pareciera que también lo había hecho su padre así que las dos se sentían solas y su que la señora Nadia se había portado muy bien con ella aún era una extraña y que decir del que ahora era su marido, al parecer siempre estaba de mal humor. Julio estaba trabajando en su despacho; sin embargo, no se podía concentrar miro atravesó de la ventana, vio a las dos chicas hablar, pero por alguna extraña razón no deja a de observar a Fátima, había algo en ella que hacía que el se sintiera con ganas de protegerla, era tan frágil o al menos eso aparentaba, cuando vio a Fátima sonreír le pareció más hermosa y es que siempre reflejaba una gran tristeza, Fátima levantó su vista hasta aquella ventana y por primera vez sus miradas se encontraron, por un momento se quedaron sin movimiento como si hubieran sido hechizados, Julio no comprendía que le estaba sucediendo, pero de algo estaba seguro y es que tenía miedo así que rompió el contacto, cerro las cortinas y volvió a su trabajo.
Fátima se quedó como congelada, algo extraño le estaba sucediendo, los ojos de aquel hombre eran tan fuertes que le provocaban miedo o al menos eso pensaba ella, cuando vio que el cerro las cortinas bajo la mirada, Mari seguía hablando pero Fátima no la había escuchado hasta que Mari pregunto.
—¿Me estás escuchando?—
—¿Qué has dicho?, Discúlpame pero no te he puesto atención —.
Llegó la hora de la comida y una de las empleadas fue a llamarlas, Nadia le pidió a Mari que estuviera al lado de Fátima porque más que una empleada era como la dama de compañía de Fátima, Julio llegó poco después.
—Fátima mañana irás con mi madre de compras espero que dejes que te ayude con la elección de vestimenta ahora eres mi esposa y como tal debes vestirte —.
—Si, señor —
—¿Qué es lo único que sabes decir? —
—Julio, ya basta estás asustando a tu esposa — dijo Nadia.
—Por cierto para la próxima semana tendré que viajar, voy a Japón debo concretar algunos tratos, solo serán tres meses espero que en ese tiempo cuides muy bien a Fátima —.
—Yo no soy niñera para cuidarla —
—Sabes muy bien a qué me refiero Julio, espero que no la molestes —.
Fátima guarda silencio pues no quería incomodar a nadie y mucho menos a su esposo.
Al otro día Julio se encontraba con el fisioterapeuta los dolores de la terapia eran muy fuertes pero sabía que eran necesario para no tener otras enfermedades debido a que estaba en silla de ruedas y la circulación no era la misma, Fátima podía ver el sufrimiento de aquel hombre el cual era su marido, por alguna extraña razón había salido de sus habitación e ido hasta aquella habitación do de habían habilitado como gimnasio y cuarto de terapias, Julio se pudo dar cuenta que Fátima lo estaba observando.
—Pasa, así te enseñas para que la próxima vez realices mis masajes y terapias — dijo él, sin embargo ella no entro solo salió corriendo.