"UN ACUERDO DE CONVENIENCIA, UN AMOR INESPERADO
Lydia, una poderosa CEO, ha sido engañada por su prometido. Para vengarse, urde un plan audaz: contrata a Antonio, un indocumentado no muy apuesto, para ser su esposo y padre de su futuro heredero, y de esta manera cumplir con los requisitos del consejo de socios de Kidman Nexus para seguir siendo su CEO.
Pero cuando Antonio se enamora profundamente de ella, Lydia se enfrenta a un dilema: su corazón o su herencia.
¿Podrá Lydia resistirse al amor verdadero y mantener su plan original?
¿O Antonio logrará conquistar su corazón y cambiar su destino?
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Capítulo Trece
Lydia y Antonio salieron del hospital, dejando al niño más tranquilo. Marina quedó encantada con Lydia y eso que no sabe la verdad. Esperemos a ver qué pasa cuando se entere.
Al salir del hospital tomados de la mano, un grupo de periodistas los esperaba afuera. Rápidamente, los guardaespaldas los cubrieron, dejando atrás a los comunicadores que hablaban atropelladamente.
«¡Señora Kidman, señora Kidman! ¿todo lo que pasó en la boda fue un show mediático o es verdad la traición de Pierre Graham y por eso cambió al prometido en venganza?»
«¡Señor Duarte!, ¿usted se prestó para el intercambio de prometido o en verdad tenía una relación con la señora Kidman?»
«¿No sería que la que estaba siendo infiel era usted y no el señor Graham, haciéndole honor a su apodo la bruja?»
«¿Están en el hospital visitando algún paciente o haciendo una donación?»
Lydia estaba que volaba, y no en una escoba, sino de la rabia que tenía de todas las preguntas estúpidas que hacían los periodistas.
Solo pudieron llegar hasta la camioneta de Lydia, así que allí se subieron los dos. Una vez Lydia la puso en marcha, hizo unas llamadas.
📲Germán, lleva el auto de Antonio a mi empresa. No lo espere, pues salí con él en mi camioneta.
Colgó la llamada e hizo otra.
📲Orlando, envía una donación al hospital donde está el niño de Antonio. Que por nada del mundo se enteren de que ahí está hospitalizado Anthony y que es el hijo de él.
Antonio estaba muy nervioso; solo veía esas escenas donde los paparazzis iban detrás de los famosos en las películas.
—¿Qué te pasa, ratoncito? ¿Estás asustado? Vete acostumbrando; algunos periodistas parecen buitres detrás de una noticia. Luego aparece otra primicia y se olvidarán de nosotros. —Lydia trataba de calmar a Antonio.
Llegaron a un centro de especialistas y allí buscaron una gran óptica.
—Lydia, ¿qué hacemos aquí? —Antonio no entendía.
—Te voy a quitar esas gafas de Betty la fea. Me estorban mucho para cuando te quiero besar apasionadamente. —Lydia da sus típicas respuestas.
El optometrista los atendió, y en una hora ya tenía listos unos lentes de contacto. Le explico su manejo y adiós gafas.
—Wow, quedaste muy guapo. Ya no eres un ratón de biblioteca. —Lydia le decía sinceramente pero a su estilo. —Solo faltaría un corte de cabello.
Luego llegaron agarrados de la mano a Kidman Nexus. Todos los empleados los miraban entre asombrados, entre admirados y los que miraban con envidia.
Una vez en el piso de presidencia, ya esperaba a Lydia su tío Robert.
—Sobrina, bienvenida. Espero que hayas disfrutado mucho tu luna de miel. —Robert le decia de manera sarcástica.
—Disfrutamos, como no te imaginas. ¿Cierto, mi amor? —Lydia le hace un guiño a Antonio con picardia, entendiendo el doble sentido.
—Qué bueno, felicitaciones. Te estábamos esperando para hacer una reunión extraordinaria. La junta está preocupada por tu escandaloso matrimonio. Así que en media hora te esperamos en la sala de juntas. —Robert le informa algo que ella ya sabía.
—Gracias por informar, pero ya lo sabia y la sala de juntas está preparada; en media hora nos vemos tiito. —Lydia responde mientras toma a Antonio de la mano, dirigiéndose con él hacia su oficina.
—Grace, nos traes por favor, mi té y un café negro endulzado con panela. —Grace rápidamente prepara el pedido de Lydia.
—Buenos días, señorita Grace. — Antonio saluda con educación ya que Lidia no fue capaz de saludar. Es una maleducada, pero al menos pidió el favor.
Lydia esperó a que Grace llevara su pedido y ahi si entraron a la oficina. Una vez cerró la puerta, se apoderó de los labios de Antonio. Eso la relajaba de la tensión que le causó su tío, pero ella debe afrontar esa situación. Sabía lo que estaba pasando, pues Orlando le había informado de todo lo que hicieron en su ausencia. Tejiendo redes a su alrededor para hacerla caer, ya que el matrimonio con Graham no se pudo dar.
—Bésame ratoncito. Es increíble como tus besos me calman. —Ella debe salir de esa oficina siendo la misma imponente bruja de siempre.
Antonio admiraba la calma que manejaba Lydia, si fuera él ya había mandado todo a la mierda.
Lydia, fiel a su naturaleza lujuriosa, le quitó la correa del pantalón a Antonio y sacó su miembro que ya estaba erecto.
—Wow, esta cómo me gusta. —Se lo llevo a su boca, haciendo que Antonio se sienta en la gloria.
—Lydia, ¿qué haces? Alguien puede entrar. —Antonio estaba muy preocupado, acaso la bruja de su esposa quería hacerlo en la oficina. Eso es muy peligroso, pero también excitante.
—Nadie entra a esta oficina sin mi autorización. Disfruta, ratoncito. —Lydia, siguió en lo suyo. Paró solo para sentar a Antonio en el sofá, luego ella corrió su tanga a un lado y se montó encima de él.
—Ya no eres un ratoncito, sino un caballo pura sangre. ¡Arre, arre! —De verdad que Lydia está bien loca; Antonio sentía que subía al cielo y caia en picada como en una montaña rusa. Luego de unas cabalgadas más, Lydia alcanzó el clímax, y al ver que Antonio aún no, empezó a besarlo con furia, moviéndose encima de él con más ímpetu hasta que él pudo liberarse. Exhaustos y en la misma posición, se quedaron un rato regulando sus respiraciones. Luego Lydia se recompuso entrando al baño para asearse. Cuando Lydia salió, Antonio estaba afuera esperando pero no se atrevía a entrar estando ella ahí. Es capaz de querer otra faena y ya era tarde para ir a la reunión.
—Ratoncito, eres el mejor desestresante que existe. Me voy a la maldita reunión, deséame suerte. —Le tiró un beso y se fue de la oficina perfecta, como si no hubiera pasado nada minutos antes.
Antonio apenas se pudo recuperar, y se fue de la empresa en compañía de su conductor y notó que los seguían dos camionetas
—Germán. Hay unas camionetas que nos están siguiendo desde que salimos de Kidman Nexus. —Antonio estaba nervioso y quería que Germán supiera su inquietud.
—Jefe, es el equipo de seguridad que le dejó la señora Lydia. Y también van a estar en la empresa. —Germán le aclaró.
Antonio no lo puede creer, ¿las cosas están de tal manera que es necesario andar con un escuadrón para todos lados?
Mientras que Antonio llegaba a su empresa, Lydia entraba junto a Grace y a Wendy a la sala de juntas a enfrentarse a la jauría de lobos.
—Sobrina, se te ha olvidado la puntualidad que te caracteriza. Diez minutos de retraso es demasiado para ti. Me extraña. —Robert hace sus comentarios, pero Lydia no se va a dejar amedrentar.
—Tío, estaba teniendo sexo con mi insaciable esposo. Debemos de hacer la tarea bien hecha. Así que mi tardanza es justificada. —Los socios casi se ahogan con el desparpajo con el que habla su CEO.
—Sobrina, ¿qué dirá tu papá si te escucha hablar así? —Roberto la reprende, y a ella poco le importa.
—Tío, no vinimos a hablar de mi vida privada. Así que ve al grano. Esta reunión que programaron a "última hora” es ¿para que? Por favor, diga el motivo. —Lydia lo miraba con furia; el relax que le había dado Antonio se le fue al carajo.
—Daniel, por favor, tienes la palabra. —Daniel Sorte, el accionista con más antigüedad en la empresa, se levantó de su silla y puso en la pantalla unas gráficas de barra.
—Señora Kidman, aquí vemos una caída en la bolsa después del escándalo que se dio en su boda. La percepción de los inversores es que sus acciones se pueden ver afectadas al no tener una presidenta confiable y con una vida que deja mucho que desear. —Sorte terminó su perorata orgulloso de que había dado en el clavo y sacado de quicio a la bruja.
—¿Sorte, eso es todo? Lo que piensen me tiene sin cuidado. Una cosa es mi vida marital y otra cosa es lo que digan las cifras. Nunca he entendido como eso puede afectar el cierre en la bolsa de valores. O será más bien que le afecta es a ustedes. —Todos miraban a Lydia con desafío. —Les propongo algo: si al terminar esta semana esas cifras no mejoran, pueden postular a un CEO interino hasta que cumpla los treinta años y ser definitivamente la presidenta de Kidman Nexus, ¿les parece?