Alana, una joven de 21 años, lleva tres años comprometida con Nick, el hombre que siempre creyó sería su único amor. Criada en una familia rica y protegida, su vida parece perfecta: un futuro asegurado junto al hombre de sus sueños, un matrimonio en tres meses y una graduación que la llena de orgullo. Pero todo se desmorona cuando decide celebrar en Eclipse, un bar recién abierto en la ciudad. Lo que parecía una noche común, pronto se convierte en una pesadilla al descubrir que Nick tiene un oscuro secreto, uno que podría destruir todo lo que ella creía saber.
Mientras Nick juega un doble juego, Alana empieza a cuestionarse todo. ¿Será su amor verdadero o solo una fachada? Y en medio de su dolor, un misterioso empresario, Dante, aparece en su vida, dejando una marca profunda en su corazón.
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Capítulo 21: La noche Promete.
La mansión Salvatore aún conservaba el eco de la noche anterior. La cena organizada por Dante había marcado un antes y un después. Ahora, los más cercanos sabían la verdad: el embarazo de Alana, los enemigos que se acercaban, y la farsa que sostenía con Camila como un juego peligroso de ajedrez.
En el gran jardín, bajo un cielo despejado y perfumado por la brisa matutina, Isabel caminaba lentamente con Leonardo Forbes a su lado. Ambos llevaban tazas de café humeante entre las manos, el aroma mezclándose con el de las rosas en flor.
—Aún me cuesta creerlo, murmuró ella, observando el sendero sin mirarlo directamente. Nuestros hijos… juntos. Y ahora, esperando un bebé.
Leonardo sonrió, aunque en su gesto había un poco de nostalgia.
—Alana siempre fue mi pequeña estrella. Verlo a él tan protector, tan dispuesto a todo por ella… me da paz. No sé cómo será el futuro con todo esto, pero sí sé que Dante haría cualquier cosa por mantenerla a salvo.
Isabel lo miró de reojo, con una sonrisa divertida.
—¿Y tú? ¿Estás listo para ser abuelo?
Leonardo soltó una carcajada leve.
—Estoy más que listo. Ya mandé a hacer una cuna de madera personalizada. Será la consentida… o el consentido de la familia.
Ambos rieron con complicidad. No hacía falta decirlo, pero sus miradas dejaban ver que compartían más que la preocupación por sus hijos. Un vínculo más profundo los unía, quizá antiguo, quizá nuevo… pero imposible de ignorar.
Dentro de la casa, Dante revisaba informes en su estudio. Lucas, su asistente de confianza, acababa de entregarle un reporte detallado sobre los últimos movimientos de Camila. Ella seguía aparentando ser la mujer devota y enamorada, la que todos creían que le había salvado la vida… pero Dante ya no se dejaba engañar.
Aun así, Camila no representaba la amenaza más urgente.
Lo que verdaderamente lo mantenía en tensión era lo que sus enemigos aún no sabían. Porque si José Altamirano o sus tíos llegaban a enterarse del embarazo, todo cambiaría. Atacarían donde más dolía, y Alana se convertiría en su blanco.
Dante apretó los puños con fuerza.
—No lo sabrán, murmuró para sí, con decisión. Nadie se acercará a ella. Nadie.
Porque si alguien osaba tocar a la madre de su hijo… A la mujer que ama no viviría para contarlo.
Al otro lado de la ciudad, en una elegante residencia de estilo colonial, Camila se reunía discretamente con los tíos de Dante. La escena parecía sacada de un juego de poder. Allí, rodeados de estatuas y candelabros antiguos, le presentaron a un viejo conocido: José Altamirano.
Camila arqueó una ceja, sin necesidad de fingir sorpresa. Era su ex suegro. Aquel que nunca la había soportado y que en el pasado no ocultó su desprecio por su falsedad. Pero ahora, José tenía otras prioridades. El orgullo herido por Leonardo Forbes era más fuerte que cualquier rencor hacia ella.
—Sé que no eres una santa, Camila se todo lo que le hiciste a nick, le dijo sin rodeos. Pero también sé reconocer a alguien útil cuando lo veo. Quiero vengarme de los Forbes. Y tú… puedes ayudarme.
Los tíos de Dante asintieron.
—Alana está demasiado cerca de nuestro sobrino. Es momento de adelantar tu compromiso con él, antes de que las cosas se salgan de control añadió uno de ellos con tono autoritario.
Camila fingió pensarlo, aunque por dentro se saboreaba la victoria. Fingir ser la mujer que lo había salvado, la que lo apoyaba ciegamente… era un papel que manejaba a la perfección. Pero en su interior, tejía un plan propio.
“Quizás no solo me quede con su fortuna… Tal vez, también con él”, pensó con una sonrisa ladeada.
Mientras los tres hombres trazaban un plan para usarla como cebo y eliminar a Dante, ella fingía obedecer. Pero su mirada, fría y calculadora, escondía otro propósito: quedarse con el magnate y ya que se había encargado de desaparecer el bebé que traía en camino, capaz podría tener mucho con Dante y además hacerle saber a alana que Dante ya solo pertenecería a ella.
Ninguno de ellos, ni siquiera José, sabía que Camila solo fingía colaborar. Lo que realmente deseaba era convertirse en la única mujer en la vida de Dante Salvatore, incluso si para ello debía destruir a todos a su paso.
Y lo haría… sin sospechar que una nueva vida ya crecía en el vientre de su rival.