Un Omega miembro de una manada de lobos de las nieves, huye con su hijo Alfa tras haber asesinado al Alfa de la manada en defensa.
En su huída por tierras nevadas, encuentran a un Alfa exiliado que vive en los bosques, y que cambiará sus destinos.
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Encuentros de lobos
Para su sorpresa, Kotine era ágil y de golpes contundente en un combate cuerpo a cuerpo como humano. Por supuesto el joven era mucho más excepcional como lobo, aunque le faltaba más paciencia para encontrar aperturas para lanzar una ofensiva.
Así siguieron moviéndose por los bordes alejados de los bosques, alimentándose de presas pequeñas, y guardando raciones cuando evitaban las zonas de caza de otras manadas; las zonas habitadas por humanos se encontraban en planicies bajas, siempre alejándose de los lobos, a quienes temían. Cabe decir que Augustus había tomado una decisión en cuanto a su futuro.
—Los acompañare, a donde decidan asentarse con los humanos, conozco lo suficiente de cómo viven —les dijo mientras atravesaban entre arbustos un bosque de tierra oscura—. Los más estúpidos vienen a cazar en verano, esperando no toparse con un cambia forma.
Fausto se detuvo, provocando que su hijo también dejará de caminar a su espalda, y guardó silencio sorprendido con la declaración de Augustus.
—¿Quieres decir...? —El Omega observó la espalda amplia del Alfa que se giró lentamente para mirarlo.
—Los acompañó —repitió su decisión—. Los humanos son torpes la mayor parte del tiempo, pero también son peligrosos cuando se asustan, y los lobos no están en su gracia.
El Omega no sabía que responder a eso, sintió el impulso de abrazar al lobo mayor, pero estaba su hijo ahí, así que sólo alzó las manos en un gesto extraño. Kotine decidió decirles que iba a revisar los alrededores para saber si podían pasar la noche por ahí, y los dejó solos.
Al joven Alfa todavía le causaba conflicto la idea de su madre con Augustus, pero suponía que si eso era lo que querían, intentaría guardar el respeto y paciencia posible, tanto por su quien lo crió como por quien era su maestro.
Augustus observó curioso al joven caminar hacia donde el bosque terminaba, y sintió de repente los brazos de Fausto en su cuello, que murmuró repetidamente una palabra.
—Gracias.
Augustus lo abrazó con fuerza.
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Dos lobos blancos corrían en la nieve con prisa, uno un poco más pequeño, corriendo detrás del otro, que de vez en cuando alzaba el su hocico para olfatear el viento helado.
Ekaterina miró con sus ojos azules fríos a su hijo, esperando detectara el rastro. Llevaban un par de días en que tomaron las direcciones de los betas que enviaron a apoyar con la búsqueda.
Después de dos meses en rastrear a los prófugos, Matya decidió que debían separarse para cubrir más terreno. Días después, uno de los Betas lo encontró y le informó de lo que había encontrado: rastros de tres lobos viajando, la esencia apenas era útil, pero entre ellos se percibía un Omega.
Matya decidió regresar con sus acompañantes a la manada, e informar a su madre de lo que habían encontrado. El joven Alfa no estaba seguro de cómo proceder, tanto por sus sentimientos por Kotine, como por la presencia de otro lobo con ellos; si era un Alfa, aun siendo uno el mismo. La situación era un gran peso para el joven, y consultar la mente fría de su madre, era una forma de sentir que podía ver las cosas desde una perspectiva más alejada.
—Iré contigo —Fue la decisión de su madre, Matya no pudo verla a los ojos, la idea de encontrarse a Kotine...con la misión de matarlo, le causaba profundo arrepentimiento; pero tenía obligaciones como hijo del líder.
Así que habían seguido la ruta más lógica acorde a las pistas proporcionadas por los Betas encargado de rastrear a los asesinos de su padre. Ambos se adelantaron, pidiendo a los Betas más viejos los alcanzaran—lobos con mayor autoridad en la manada—con un par de días de diferencia, para vigilar el estado de la manada.
Matya se detuvo en su carrera, notando cerca la esencia de un lobo, por lo cual decidió tomar su forma humana, y acomodar sus ropas que tenía acomodadas sobre su lomo. Su madre extrañada hizo lo mismo, estudiando el borde de bosque que comenzaba frente a ellos.
—Aún así, es extraño que no encontrara su esencia hasta ahora, Madre —dijo Matya, pensando en la razón de porque estarían moviéndose por los bosques más alejados. El joven no sabía que debía hacer en ese momento.
—Sí han seguido rodeando las tierras nevadas en el bosque, y su esencia ha sido casi imposible de encontrar —comentó Ekaterina—, lo más probable es que han estado viajando con su forma humana. Pero eso significa que no han avanzado la mitad de lo que pudieron. —Los cabellos rubios casi blancos de la loba se movieron con el viento, y en esa brisa pensó notar la esencia de algún lobo; estaban cerca, lo sentía.
El hijo de la loba sintió un vació en su estómago, si el instinto de su madre, y la ruta proporcionada por los Betas eran correctas, estarían por encontrarse con los que mataron a su padre. ¿Qué debía esperar? ¿Habría cambiado mucho Kotine? Sus sentimientos eran contradictorios, por una parte, debería sentir odio hacia el lobo con el que jugó cuando chorro, pero no lo sentía, tampoco lamentaba tanto la pérdida de su padre como su madre. Bastián jamás estuvo al tanto de él, más que para lograr hacerlo sentir humillado cuando fallaba, y recordarle el rol que debía llenar con continuas enseñanzas.
—Los lobos de la manada deben estar cerca, pero no hay más tiempo —dijo la loba, decidiendo volver a su forma de lobo, acomodo sus ropas y no esperó a darle indicaciones a su hijo, éste siguió sus acciones.
Se adentraron al bosque, corriendo tras la leve esencia que probablemente sólo un Alfa podría seguir al ser tan leve. Algo en Ekaterina se removió, porque algo en el olor de los lobos que seguía, le recordaba algo de tiempo atrás.
La loba se detiene repentinamente, frente a ellos, completamente paralizado por la sorpresa, se encuentra de pie Kotine. El joven no se parece a lo que vio meses atrás: su cuerpo se ve más lozano, y su mirada delata la certeza de una amenaza.