Ava es una joven a punto de graduarse de doctora el cual siempre ha sido su sueño, al conocer a maximiliano un hombre multimillonario quien queda hipnotizado por su belleza, su amor se basa en romance hasta que el tuvo un terrible accidente quedando en coma, ella se ve obligada a tomar decisiones si el, cuando el despierta el caos llega y ella descubre lo despiadado que es, ¿podrá Ava salir a tiempo de ese amor sin remedio?
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Un hijo
Han pasado 5 meses desde que Maximiliano sufrió el accidente, y aunque seguimos aquí, con la esperanza de que despierte, no hay ninguna señal de que eso vaya a suceder pronto. El médico viene a revisarlo cada semana, y aunque nos da informes detallados sobre su estado, no hay cambios significativos.
La señora Paulina está cada vez más triste y decaída, y es comprensible. Ver a su hijo en este estado es muy duro para ella.
Arnold, por otro lado, se está haciendo cargo de la empresa y los negocios con la ayuda de Elías, y parece que están manejando bien la situación.
Yo sigo estudiando virtual y asistiendo a las prácticas en el hospital. Falta solo un mes para que me gradúe y obtenga mi título, lo que me da un poco de esperanza y motivación en medio de esta situación difícil. Me ayuda a enfocarme en algo positivo y a sentir que estoy avanzando en mi carrera.
Pero a pesar de todo, mi corazón sigue estando con Maximiliano. Sigo hablándole, sigo cuidándolo, y sigo esperando a que despierte. No pierdo la esperanza, aunque sea pequeña. Quiero creer que algún día abrirá los ojos y me verá sonreír.
El doctor llegó por la tarde, la señora Paulina y yo lo recibimos en la habitación. Después de examinar a Maximiliano, el médico nos miró con tristeza.
—Su situación estaba empeorando, su cuerpo se está debilitando, y no hay señales de mejora.—
La señora Paulina estalló en lágrimas al escuchar las noticias, y yo me sentí como si hubiera sido golpeada en el pecho. No podía creer lo que estaba escuchando.
—Si me lo permiten quisiera darle un consejo señora Ava—Dice
—Digame doctor—digo con angustia.
—Les recomiendo que saquen una muestra de esperma del señor para que pueda usted tener un hijo de el, antes que sea demasiado tarde—
Me sentí como si estuviera en un sueño, y no podía creer que el médico estuviera hablando de algo así en un momento como este. Caí sentada en la silla, y mis lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. No podía pensar en tener un hijo de Maximiliano de esa manera, no cuando todavía tenía esperanzas de que se despertara y estuviera conmigo.
La señora Paulina lloraba desconsoladamente, y yo me sentí igual de devastada. ¿Cómo podía el médico estar hablando de algo así cuando Maximiliano todavía estaba luchando por su vida? Me sentí como si estuviera siendo arrancada de la realidad, y no sabía cómo procesar todo esto.
La señora Paulina se acercó a mí y tomó mi mano, su mirada llena de angustia y desesperación.
—No quiero que Maximiliano muera sin antes haber dejado un hijo, por favor piensa en lo que el médico nos ha dicho.—
Me sentí abrumada por sus palabras, y no sabía cómo responder.
—Él no va a morir—le dije, tratando de sonar convincente. Pero la señora Paulina me miró con una expresión que me hizo dudar de mis propias palabras.
—Eres su esposa y debes pensar en el futuro, y en llevar al hijo de ambos.
Me sentí como si estuviera siendo arrastrada a un abismo de emociones contradictorias. Por un lado, quería aferrarme a la esperanza de que Maximiliano se despertara y estuviera conmigo. Por otro lado, la señora Paulina me estaba pidiendo que pensara en la posibilidad de que no fuera así, y que considerara la idea de tener un hijo suyo de manera artificial.
No sabía qué hacer, ni qué decir. Solo sabía que amaba a Maximiliano con todo mi corazón, y que haría cualquier cosa para mantener su legado vivo. Pero ¿un hijo? ¿De esta manera? Me sentí confundida y abrumada.
La señora Paulina me miró con comprensión y asintió con la cabeza. —Por supuesto, hija—me dijo. —Tómate todo el tiempo que necesites. Es una decisión importante y no quiero presionarte—.
Me apretó la mano suavemente y me sonrió débilmente. —Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, y que apoyaré cualquier decisión que tomes—
Me sentí agradecida por su comprensión y apoyo. Sabía que estaba pasando por un momento muy difícil, y que necesitaba tiempo para procesar todo. Me limité a asentir con la cabeza, y la señora Paulina me dio un abrazo suave antes de salir de la habitación.
Me quedé sola con Maximiliano, y comencé a reflexionar sobre la situación. No sabía qué hacer, pero sabía que tenía que tomar una decisión pronto.
La noche transcurrió sin incidentes, y debido al estrés y la emoción, me quedé dormida más rápido de lo habitual. Mi mente estaba llena de pensamientos y dudas sobre lo que el doctor había dicho, y sobre la posibilidad de tener un hijo de Maximiliano de manera artificial.
Mientras dormía, mi cuerpo y mi mente se rindieron al cansancio, pero mi subconsciente siguió trabajando, procesando todas las emociones y pensamientos que había acumulado durante el día.
Un nuevo día había comenzado, y comencé mi rutina habitual con Maximiliano, cuidándolo y asegurándome de que estuviera cómodo. Después de terminar, bajé a desayunar, esperando encontrar a la señora Paulina o Arnold en la cocina.
Al llegar al comedor, encontré a Arnold ya desayunando, y me senté a su lado. —Buenos días—me dijo, y yo le respondí con una sonrisa débil. No tenía mucho apetito, pero sabía que necesitaba comer algo para mantener mi energía.
Mientras desayunábamos, Arnold me preguntó cómo estaba, y le dije que estaba bien, aunque no era del todo cierto. Estaba preocupada y estresada por la situación con Maximiliano, y no sabía qué hacer con respecto a la posibilidad de tener un hijo suyo. Arnold me escuchó atentamente y me ofreció su apoyo, como siempre.
La señora Paulina llegó al comedor con una expresión de cansancio y se sentó en su silla. Después de saludarnos brevemente, le pidió a la señora Isabel, nuestra ama de llaves, una pastilla para el dolor de cabeza. La señora Isabel se apresuró a traerle la pastilla y un vaso de agua.
Mientras la señora Paulina esperaba, se frotó las sienes con los dedos, tratando de aliviar el dolor. Me di cuenta de que estaba muy estresada y preocupada por la situación de Maximiliano. Me sentí culpable por no haber tomado una decisión aún sobre la posibilidad de tener un hijo suyo.
Arnold se levantó de su silla y se acercó a su madre. —¿Estás bien, mamá?—le preguntó, preocupado. La señora Paulina asintió con la cabeza, pero su expresión decía lo contrario.
La señora Paulina tomó la pastilla y el vaso de agua que le ofreció la señora Isabel, y se recostó en su silla, cerrando los ojos por un momento. Arnold se sentó de nuevo a su lado y le puso una mano en el hombro.
—¿Quieres que te traiga algo más, mamá?—le preguntó Arnold. La señora Paulina negó con la cabeza, sin abrir los ojos. —No, gracias, Arnold. Solo necesito descansar un poco—
Me sentí un poco incómoda viendo a la señora Paulina así, y me pregunté si debía decirle algo sobre la decisión que estaba tratando de tomar. Pero no sabía qué decir, y no quería presionarla más.
El silencio se apoderó del comedor por un momento, hasta que Arnold rompió el silencio. —¿Quieres que cancele mis reuniones de hoy, mamá?—le preguntó. La señora Paulina abrió los ojos y lo miró. —No, Arnold. Estoy bien. Puedes ir a tus reuniones como planeaste—
—Esta bien mamá, cualquier cosa me puedes llamar—le dio un beso y se retiró deseandonos un buen día.
Cuando nos quedamos solas, me acerqué a la señora Paulina y le dije que había tomado una decisión. —Acepto la petición del médico— le dije, tratando de sonar segura. La señora Paulina me miró con una mezcla de sorpresa y alivio, y luego sonrió.
—Gracias, hija—me dijo, con lágrimas en los ojos. Me tomó la mano y la apretó suavemente. —Estoy muy agradecida. Esto significa mucho para mí, y para Maximiliano—
Me sentí un poco emocionada al verla tan feliz, y me di cuenta de que había tomado la decisión correcta. La señora Paulina me abrazó y me besó en la mejilla. —Estoy muy orgullosa de ti— me dijo. —Sé que esto no es fácil para ti, pero gracias por hacer esto por Maximiliano—.
Le dije a la señora Paulina que no había nada que agradecer, que al fin y al cabo yo era la esposa de Maximiliano y haría cualquier cosa para preservar su legado y su memoria. La señora Paulina me miró con cariño y comprensión, y me apretó la mano de nuevo.
—Sí, eres su esposa—me dijo. —Y sé que Maximiliano te ama con todo su corazón. Estoy segura de que estaría muy agradecido contigo por tomar esta decisión—
Me sentí un poco emocionada al escuchar sus palabras, y me di cuenta de que estaba haciendo esto no solo por la señora Paulina, sino también por Maximiliano y por nuestro amor. La señora Paulina y yo nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando del momento y del desayuno que compartíamos....