Llevaba años sufriendo el rechazo del chico que amaba, sin embargo en su corazón albergaba la esperanza de que él tarde o temprano correspondería a sus sentimientos pero una noche tras un desagradable descubrimiento se dará cuenta que necesitará algo más que amor incondicional para conquistarlo, un poco de ayuda de su profesor de confianza.
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Cuando el cristal se rompe
Daniela se lo pensó un momento. Quizás después de todo, si le hacía falta un poco de diversión. Haciendo caso a su amiga, Daniela se limpió la cara y retoco el maquillaje. Cuando regresaron a la mesa donde estaban los demás nadie reparo en que sus ojos se veían rojos, las luces y el humo no dejaban ver tan bien, todos siguieron en sus platicas como si nada, como si ni siquiera hubieran notado su ausencia, quizás para Daniela eso era lo mejor, que nadie notará como es que se sentía; el único que comento algo fue Diego.
—¿Dónde estaban hermosa? —dijo dirigiéndose a Jennifer, su novia.
—En el baño, retocándonos un poco —respondió Jennifer riendo un poco.
—Tardaron mucho.
—A ya mejor olvídalo y ¡vamos a bailar! —dijo la chica jalándolo del brazo y llevándolo casi a rastras a la pista de baile.
—Claro, yo también quiero tocar un poco —alcanzo a escuchar Daniela como Diego le susurraba al oído a su amiga mientras se pegaba a su cuerpo y ella reía. Daniela lo pensó de nuevo, quizás si le hacía falta soltarse un poco, ser menos modesta, menos tierna e infantil.
—¡Qué buena idea! Vamos a bailar Dani ¡Ándale! —dijo otro chico recargándose en su hombro casi ahogándose con su aliento alcohólico. Mientras detrás suyo estaba Natalia, su novia, mirando a los demás bailar.
—No Adrián estas muy borracho —dijo Daniela haciendo un esfuerzo por apartar a su primo de ella.
—Claro que no ¡Estoy bien! ¡mírame! —. A Daniela le hizo mucha gracia el puchero que hizo su primo, parecía un niño pequeño al que le prohibían ir a jugar al parque. Aún así no tenía ánimos de bailar mucho menos con él, pues sabía que cada que se ponía así de borracho era peso muerto y había que literalmente cargar con él.
—Porque no mejor te vas a bailar con tu novia y dejas de molestar a Daniela.
La sonrisa se le esfumó al escuchar a Alex a sus espaldas, tan cerca de ella. Su piel se erizó sin poder evitarlo y su rostro se calentó, seguramente estaría toda roja y agradeció en su interior que él no pudiera notarlo.
—No la estoy molestando —se defendió Adrián algo afligido.
—Dejala en paz —insistió Alex. Daniela pensó que quizás quería sentarse al lado de ella o el mismo invitarla a bailar pero entonces la imagen de lo que había visto en el callejón se filtró sin querer en su cabeza, provocando de nuevo el malestar en el estómago. Daniela no tuvo tiempo ni de voltear cuando sintió el agarre de Jennifer en su brazo, jalándola con ella a la pista de baile. Suerte que su amiga se había dado cuenta de aquello y fue en su rescate. A la distancia pudo ver a Alex sentándose en el lugar que ella había dejado vacío a lado de Adrián, mirándola desde ahí con su típica sonrisa presumida, igual que el cazador con una presa indefensa. Daniela hubiera querido sentirse halagada por tener la atención de aquel chico del que estaba tan enamorada, pero esa vez no fue así. Tal vez para el ella seguía siendo esa niña de dieciséis que saltaba para llamar su atención. Lo que vio en ese callejón le había afectado mucho, tanto que no podía quitarlo de su cabeza, incluso los sonidos. No era que Daniela fuera tan ilusa como para creer que él se mantenía célibe, de hecho ella misma lo había visto en compañía de una que otra chica; chicas que no solo eran hermosas sino también conocidas por su experiencia con los chicos, era claro suponer que es lo que hacía Alex con ellas y aunque eso la llenaba de celos, había una gran diferencia entre suponerlo a comprobarlo con sus propios ojos, eso la rompió por dentro.