LOS DOS MARIDOS DE ACARA

Acara llegaba a su empresa, Isabel estaba en la puerta con car de pánico, era obvio que había problemas desde la mañana. La hermosa rubia inclinó la cabeza viendo a su pobre asistente casi hiperventilar.

—Jefa, jefa, ese inspector Rojas está en su oficina fastidiando de nuevo, no pude detenerlo, dice que tiene que interrogarla sobre un tema específico —dijo nerviosa flotante sus dedos con nerviosismo. Acara asintió y dio la orden que Isa estaba esperando.

—Isa, sírvele una taza de café al inspector Rojas, no hay problema, que me espere unos minutos más, ya lo atiendo —dijo Acara con tranquilidad, su actitud elegante y un poco perezosa hacía que todos los que la miren, sea un espectáculo de lo hermosa que es.

Acara se deslizó hacia la oficina de la vicepresidencia, Lilit había salido más temprano que nadie ese día y era el lanzamiento a bolsas de la empresa Lombardi, estaba por convertirse en una multinacional.

—Hola cuñis, sé que estás enterrada en trabajo, pero tengo a Rojas en mi oficina y debe tener alguna idea brillante sobre nosotros —dijo Acara mientras se come unos chocolates que Lilit siempre tiene ahí, pero es sumamente mezquina de sus cosas.

—Y…. ¿Qué culpa tienen mis chocolates de que ese tipo siga molestando? —dijo con un puchero al ver varios trocitos de chocolate caer en la boca de su cuñada.

—Solo quería que lo sepas, en 15 minutos quiero que entres como si un incendio este sobre nosotros y tenemos que salir de inmediato, no lo soporto, y menos cuando veo la malicia en como mira a mi Logan —dijo Acara mientras Lilit frunce el ceño, lo sabe, le molesta mucho también eso.

—Bien, ahí estaré, yo te rescato —dijo Lilit, mientras que Acara se va no sin antes llevarse un puñado de chocolatines. Lilit casi se desmaya al ver su frasco por la mitad.

La oficina de Acara olía a café recién hecho y a mentiras perfectamente pulidas. El inspector Rojas, con su traje arrugado y mirada de hiena hambrienta, no podía ver lo que realmente había detrás de su sonrisa tranquila. El teléfono en su bolso que sí tenía un contacto para Malick: bajo el nombre de "Vainilla Bebé".

El botón de pánico bajo su escritorio, que alertaba directamente a Víctor. El hecho de que, si Rojas la tocaba, no viviría lo suficiente para lamentarlo.

—¿A qué debo su visita inspector? —dijo ella mirándolo con la suavidad más grande del mundo.

Rojas puede ver más allá de la belleza de Acara, de su posición y su estatus, Ella es peligrosa, lo peor de todo es que maneja gente muy oscura y eso solo lo hace una persona con mucho autocontrol, distinta, única, una ROSA NEGRA.

—La señora Lombardi aún no me ha aclarado muchas cosas. ¿Tienen un grupo de seguridad formado por Malick, Víctor, Luis, Héctor?, en especial es Malick es peligroso y es gente que trabaja para ustedes tras bambalinas, y además que maneja situaciones fuera de la ley y la norma —dijo Rojas mirando a Acara esperando ver alguna situación.

—¿Me está acusando de algo, inspector? —preguntó Acara, inclinándose hacia adelante con una sonrisa demasiado dulce.

—Porque si es así, mi abogado adoraría unirse a esta conversación —Acara estaba lista para enterrar a Rojas en papeles judiciales.

El inspector golpeó el escritorio con los nudillos, como si eso la asustara.

—¡No juegue, señora Lombardi! ¡Sé que ese Malick existe! ¡Y sé que usted lo conoce! —dijo Rojas, seguro de que va a sacar más información de la que debe.

Acara dejó escapar una risa suave, como si le hubieran contado un chiste inocente.

—Inspector, si existiera un hombre así de peligroso... ¿Cree que estaría vivo para contarlo? —su voz era como campanillas suaves en la brisa.

El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier amenaza.

Cuando Rojas quería replicar, el teléfono del hombre sonó, irritado por la conversación y la impavidez de Acara, contestó con impaciencia.

—¿Qué pasa? —dijo casi gruñendo, pero la voz al otro lado erizó el vello de sus brazos.

—Inspector, corra a la comisaría —era su superior, temblando.

—Alguien acaba de dejar un paquete para usted... con…, con un 4-56 (en jerga policial significaba la cabeza de su informante). Rojas palideció. Acara no había movido un dedo. Ella lo sospechaba, claro que sí, Malick tal vez no se presenta ante ella y no se manifiesta abiertamente con Logan, pero está ahí, siempre pendiente, siempre cuidando.

Acara lo vio salir apresurado y pálido, cuando el hombre salía Lilit entraba con cara de confusión, estaba de ida para salvarla, pero no había logrado su encargo.

—Cuñis, se fue, o sea, ¿ya no me vas a comprar una cartera Prada de estación? —dijo Lilit con cara de angustia mientras Acara levantaba una ceja.

—Mírame, ¿cuándo dije que te compraría una cartera de estación?, descarada, espera a que me queje con Malick, ya verás como te va con esa cartera —dijo Acara, mientras Lilit se pone roja de ira y acusa mientras sale de la oficina.

—Le diré a Logan que me estás maltratando, ya verás como él si me defiende —dijo mientras Acara sonríe, no hay mucho que hacer, Lilit no va a lograr nada con Logan, Rojas tiene las horas contadas, Malick está respetando la distancia, pero está impaciente, así que todo debe ser como debe ser.

Tuvo muchas reuniones y los resultados saldrían a primera hora del día siguiente. Así que casi y no dormirían de anticipación.

Esa noche, mientras Acara se quitaba los aretes, Logan apareció en el marco de la puerta, con su pijama de rayas y una taza de chocolate humeante.

—¿Todo bien, esposa? —preguntó, con esa inocencia, que la relajaba totalmente.

Ella asintió, pero él se acercó y le tomó la mano con una firmeza reconfortante.

—El inspector... me ha citado para conversar mañana, hablaré claro con él, no volverá a molestarte —murmuró, besando sus nudillos.

—Yo me encargaré —dijo suavemente mientras la lleva a la cama y que tome su chocolate antes de que se enfríe.

Acara, sin embargo, está asustada, no quiere que ese hombre juegue con la mente de Logan y menos que Malick se sienta amenazado y lo destroce en vía pública.