Tras la muerte de su padre, Violeta se enfrenta a una desgarradora decisión: regresar a la casa que heredó de él y lidiar con la última esposa de su padre, una mujer perversa que la someterá al dolor y la inseguridad. La convivencia con esta mujer, quien busca imponerse en la vida de Violeta, se tornará un infierno.
En medio de esta difícil situación, un ángel de carne y hueso se cruza en el camino de Violeta, alguien que no revelará sus verdaderas intenciones hasta que ella no sienta amor verdadero. ¿Podrá Violeta encontrar la fuerza para superar sus miedos y abrir su corazón al amor? ¿O sucumbirá ante la maldad que la rodea?
Esta es la historia de una joven que lucha por encontrar su camino en medio de la adversidad, una historia llena de emociones, secretos y un amor que lo cambiará todo.
Con gran admiración a todas las románticas que aman leer sobre: amor, emoción, algo de tragedia y misterio, intento regalarles una lectura que me encantó hacer y emocionarme junto a Violeta
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Manipulación con razón
"Señor, por favor, usted está con la señora, no hable así", le suplicó Susana con un tono angelical, la voz cargada de un ruego silencioso.
"Déjame decirte algo", respondió él, ignorando su súplica. "Cuando me case con Vita, la heredaré y tú vivirás conmigo."
"No, señor, con Vita no", replicó Susana, la angustia apretando su garganta. "¿Cómo que no? ¿Por qué con ella no?", preguntó él, la voz teñida de sorpresa y curiosidad.
"Señor, si se casa con la señora, la heredará más rápido y...", Susana dejó la frase en el aire, invitándolo a considerar las posibilidades.
"¿Eso es cierto?, ella es la viuda y ahora la dueña", reflexionó él, una sonrisa maliciosa dibujándose en sus labios. "Si la hija está enferma, la única dueña es María. Tienes razón", afirmó, la voz ahora impregnada de un brillo codicioso.
Y sin dudarlo, la besó. Susana sintió una repulsión inmensa, un asco que amenazaba con subir por su garganta, pero reprimió sus náuseas y aceptó el beso como parte de su plan. Él, ajeno a su repugnancia, le levantó la falda del delantal y comenzó a tocar sus partes íntimas con frases obscenas que laceraban sus oídos.
Susana, sintiéndose humillada y ultrajada, no estaba dispuesta a soportar más sus repugnantes caricias. Con una determinación feroz, tomó su miembro entre sus manos y comenzó a manipularlo con destreza, evocando las mismas palabras que él había pronunciado antes, mientras María yacía entre sus piernas.
Lo manipuló con tal maestría que lo llevó al clímax, dejándolo extasiado y satisfecho, sin sospechar la furia y el desprecio que rugían en el corazón de Susana. Cualquier cosa que pudiera sentir era insignificante comparado con la humillación que le causaría si intentara penetrarla, se dijo con determinación.
Se excusó de él con una sonrisa aparentemente cómplice y se metió en su habitación para ducharse y limpiarse lo sucia que se sentía.
Al día siguiente debía venir un ministro a casar a Vita y Ortiz, pero la intervención de Susana dio frutos, este se reveló con María usando la artimaña amorosa. "Querida, no quiero estar casado con esa chiquilla, quiero a una verdadera mujer", le dijo sujetando su trasero por detrás, pero María tenía trazado su plan maestro. "Cuando te cases y accidentalmente muera, tú serás el dueño y entonces nos casaremos", le dijo justo cuando entraba en escena Susana, que le dirigió una mirada triste a Ortiz tratando de manipularlo en busca de efectivizar su plan de cambio de carnada.
"Mira, María, eres tú quien es la legítima dueña. Esa chica está loca, no puede ser dueña de nada. Busquemos los papeles y hagamos el traspaso. Siempre hay un conocido que conoce a alguien que pueda hacerlo, no te parece" le dice besando su oreja. María queda pensativa sintiendo que eso podría ser cierto. "Puede que tengas razón" alcanzó a decir "Señora, disculpe, el médico ha llegado a revisar a la señorita Vita" anuncia Susana guiñando un ojo a Ortiz con aprobación de lo que había oído. Finalmente, estaba convencida de poder conseguir su cometido.
El médico revisa a Vita y pronuncia las palabras: “¿Notó usted algún cambio recientemente?”. Susana respondió que no, porque de hecho no lo había hecho. Recomendó hacerle estudios más complejos para llegar al diagnóstico. Dicho esto, le dejó instrucciones a Susana de cómo proceder.
El hecho de que Vita tuviera que salir de casa no le hacía mucha gracia a María. "Disculpe, doctor, ya no necesitaremos de su ayuda. Me recomendaron a un neurólogo, dicen que es el mejor en su campo". "Señora María, no debe cambiar de médico así. Permítame terminar mi trabajo, yo mismo la derivaré en caso necesario". "No, doctor, usted era el médico de Osvaldo. Creo que ya pasó demasiado tiempo en la familia. Hablaré con quien crea correcto para ayudar a mi pequeña Violeta", dice mientras Susana, detrás, se mordía la lengua por acusarle frente al médico por los maltratos que ofrecía a la pobre Vita.
"Señora, mañana tengo que ir al mercado a encargar los víveres. Me encantaría llevar conmigo a la señorita Violeta para que estire las piernas, si le parece bien."
"No, Susana, no hace falta. Mañana vendrá un médico a revisarla". Dijo secamente "Si quiere, puedo quedarme y ayudarla. Haré el pedido más tarde."
"¡No, Susana!, estás aquí para atender la casa. Deja a Violeta en mis manos."
El corazón de Susana se contrajo ante una nueva amenaza. Aunque se sentía impotente, sabía que tenía que hacer algo. Necesitaba idear un plan para evitar que Ortiz le hiciera daño a Violeta.
"Sí, señora", respondió con un hilo de voz, antes de salir del estudio. María la llamó: "Necesito que hables con Esther. Dile que venga hoy después de las cinco de la tarde. Estoy buscando unos documentos y estoy segura de que ella sabe dónde están."
"Claro, señora" respondió Susana, con un nudo en la garganta. La llegada de Esther podría ser la solución a sus problemas; quizás podría dejar de rebajarse ante Ortiz si Esther dominaba la situación.
Al llamarla, Susana fue cautelosa. Se limitó a transmitir el mensaje de su jefa, sin agregar ningún comentario. Esther, por su parte, entendió la indirecta.
Cuando se acercaba la hora de la llegada de Esther, el ambiente se tornó tenso. María, visiblemente alterada, increpó a Vita: "Si no puedes decir dónde están los documentos, más te vale que esa vieja bruja lo sepa, porque la pagarás muy caro. ¡Me aseguraré de que sufras como nunca antes!".
Susana, tratando de apaciguar la situación, se acercó a María y le dijo: "Señora, por favor, contrólese. Esther llegará en cualquier momento, no permita que la vea en ese estado".
María, sin embargo, hizo caso omiso a las palabras de Susana y la apartó bruscamente, mostrándose cada vez más iracunda.