El Loto Blanco —La Maldición Del Emperador Jade—

Los jóvenes dioses habían entrado al palacio decididos a dar vuelta la espalda a los cielos. Ya hacía tres días en los cuales organizábamos todo para el viaje, un viaje que decidiría el destino de nuestras vidas.

Me encontraba algo reacio aún a mantenerlos a mi lado. La única unión que nos sostenía en este momento era su Alteza, la misma razón por la que aún seguían con vida.

Negué, espantando aquellos pensamientos. No tengo el poder de juzgarles, no cuando soy el mayor pecador, y por más que lo niegue, ellos fueron y son la única familia verdadera de su Alteza.

Miré hacia un lado, caminando por los sombríos pasillos del palacio. Justo allí, entre las tenues luces, se encontraba Lí Yàn Yàn junto al joven dios, dando una imagen íntima de un reencuentro demasiado esperado. Mantuve mi vista por un momento, apreciando sus actos antes de seguir mi camino hacia su Alteza...

Tal vez este viaje pueda curar más de un corazón. Durante estos mil años, todos hemos perdido a alguien especial, y la muerte no es la única manera de pérdida. Y por más cruel que sea, a veces la muerte es la pérdida más difícil de llevar, ante la pérdida de tu ser amado en vida, sin poder alcanzarle por más que lo intentes.

Lí Yàn Yàn es una prueba evidente de aquel insoportable dolor...

Recuerdo claramente el día en que me lo asignaron, fuerte a pesar de su delgada apariencia, el más ágil con la espada en todo el escuadrón. Sin embargo, su agilidad no era innata, se notaba que era el resultado de un arduo y tortuoso entrenamiento.

Jamás me interesó inmiscuirme en los problemas ajenos, pero él, de cierta forma, llevaba una mirada llena de tormento, lo que convertía su gran habilidad en un arma peligrosa. Y fue por eso que, cuando vi que por décima vez tiraba esa pequeña carta que llegaba sin falta cada mes, tuve la osadía de intervenir. Si lo que ocultaba e ignoraba con tanto empeño afectaba su desempeño, no podía quedarme sin hacer nada.

Gran sorpresa me llevé cuando leí aquella nota, me sentí culpable al instante de terminar de leerla. Aquella carta estaba llena de amargura y revelaba los sentimientos más ocultos de mi soldado a cargo, dejándolo completamente vulnerable.

Sus ojos estaban completamente abiertos cuando entró y me vio con aquel trozo de papel en las manos, sus ojos llenos de enorme desesperación, una que conocía muy bien.

No dije nada, quería pedir perdón por interponerme donde no debía, era inmoral, claro, pero no es como si aquellos sentimientos se pudieran controlar. De alguna forma, yo había hecho lo mismo con su alteza, escapando lo más lejos posible para no cargarlo con aquellos sentimientos banales. Bajé lentamente el trozo de papel sin quitarle la mirada. Él no se movió y antes de que pudiera abrir la boca para disculparme, solo soltó una torpe hilera de palabras atoradas en su garganta. —No es mi hermano, no tenemos relación consanguínea. Por favor... puedo explicarlo... puedo... yo puedo...

Las palabras se atoraron en su garganta, el terror y la desesperación lo quebraron delante de mí. Había completa amargura en su llanto. ¿Qué tan grande dolor lleva a un hombre a la guerra con tal de escapar de aquello? No podía explicarlo, aun cuando yo mismo estaba en la misma situación. No tenía palabras para consolarlo, pero únicamente esperaba que entendiera el peso en las palabras escritas en aquella carta. —No tienes nada que explicar, no soy quién para juzgar los motivos privados. Pero si me permites osadamente opinar, creo que deberías leer el contenido dentro de la carta.

Aquel solo me miró, miró el papel en mis manos y lo tomó temblorosamente como si fuera un pequeño pajarito. —Gracias... General Liú.

Palmé su hombro como el único consuelo que pude dar. Quien más que yo sabe lo que es tener el alma en tormento por un amor que está prohibido incluso como un pensamiento. —Liú Xin, en este momento, solo te habla Liú Xin, no tu general.

...

Luego de aquel día, pasamos demasiadas travesías juntos: los meses de batalla en WūYā, su muerte, su resurrección y fiel lealtad que siempre mantuvo. Aquellos actos hicieron de una simple y dolorosa charla una gran amistad. Es por eso que sabía muy bien lo que produciría este encuentro. No podía aplazarse más, porque, por más de mil años, él jamás ha podido olvidarle y aquellos sentimientos que guarda con recelo, lo matan cada día un poco más.

Esta era la mejor oportunidad que le regalaba el destino para enmendar aquella cobardía al correr a las fronteras. Lí YànYàn, era tiempo de que su agonía diera paso a su felicidad.

...

YànYàn me miró anonadado y apretó fuertemente los puños bajando su mirada cuando me vio pasar por el largo pasillo. Se giró hacia mí y se inclinó indiferente a lo que había pasado segundos atrás junto al joven dios. Aun así, con las palabras atoradas, sabía que no podía ocultar su ansiedad. —Sé lo que estás pensando, pero si le digo... si tomo esta cercanía como algo que no es —. Me miró fijamente, justo con aquella mirada desesperada de años atrás. —Tengo miedo, tengo miedo de que vea mis sentimientos y ver su decepción...

Me acerqué lentamente y palmé su hombro, quitando los papeles que apretaba fuertemente en sus manos, y lo miré con seriedad. —Tu miedo terminará lastimando lo que más aprecias y te está lastimando a ti mismo. Te necesito fuerte para esta batalla, aprovecha este periodo para aclarar tu mente y tomar una decisión sobre ello, antes de que sea tarde.

Me encaminé lentamente hacia la puerta, presionando el pétalo en ella, y antes de irme lo escuché, —Daré por finalizado esto antes de la batalla, no tienes que preocuparte, yo...  haré las cosas bien. Gracias, Liú Xin.

Una sonrisa cómplice se cruzó en mi rostro y caminé dejando cerrarse las puertas tras de mí. La habitación iluminada por los lotos blancos flotantes era el único lugar donde mi corazón podría encontrar algo de paz ante el infierno diario que vivía mis días. Ya no quedaba nada para la partida, mi más grande travesía llegaría a su fin en poco tiempo, pero estaba bien si con ello podía traerle de vuelta y devolverle todo lo que le arrebataron esos seres despreciables.

Caminé lentamente entre las blancas luces, deteniéndome entre las cortinas que rodeaban el féretro de su alteza. Mi mano tembló ante el intento de apartar aquella tela que impedía la vista a su cuerpo gélido e inerte; apreté fuertemente mi puño antes de agarrarla y darme paso ante el ser que representaba toda mi existencia.

Solo hacía falta verle para que mi cuerpo completo se estremeciera, parecía dormido, pero ha parecido dormido durante mil años y con ello guarda el tormentoso sentimiento de que no despierte nunca. Haciendo que mi corazón se hiela y duele de manera abismal. —Su alteza, he venido a despedirme. Hoy tal vez sea la última vez que pueda verle, tal vez sea la última vez que pueda pedir su perdón, por ello...

Las palabras se atoraron en mi garganta y las traicioneras lágrimas salieron sin dar aviso o pedir permiso. Di dos pequeños pasos, sentándome al lado de aquella cama de cristal y tomé su mano como si fuera la joya más fina, como si cualquier movimiento la fuera a destruir aquella obra de arte. Porque para mí su ser completo es sagrado, el único señor al que debo veneración y al único que estoy dispuesto a servir incluso en el inframundo.

Aun cuando estas acciones parecen ser tardías, aun cuando estas acciones parecen no tener peso, ya han sido más de mil años los que llevo planeando su regreso y aun cuando tal vez no podré verle levantarse ante el mundo, sé que podrá hacerlo. Porque este fiel servidor dejará todo preparado para su regreso. —Espero que su vuelta sea feliz, alteza, que viva en prosperidad su eterna vida.

Besé su mano y la puse en mi mejilla, queriendo recordar la única vez que le tuve de esa forma tan íntima y pura. Ya no peso ante lo que fue ocultar mis sentimientos, ni quien pueda reprochar mi actuar. Han sido demasiados años de tormento por las cosas que hice y las que no, ya nada queda de ello. Los resultados de las elecciones que cometemos son con las cuales tenemos que aprender a vivir, y yo he vivido demasiados años para aprender incluso del más mínimo error.

«Puedo reivindicarme y lo haré, te daré una nueva vida, su alteza, y yo tal vez me iré con el recuerdo de lo que nunca fue, pero con el corazón lleno. Tal vez, en mi próxima vida, pueda quedarme a tu lado desde el primer hasta el último de tus días».

Acomodé su mano sobre las mantas y di un pequeño ósculo en su frente, despidiéndome antes de terminar de preparar la partida. —Hasta pronto... Xuě Tiān.

Su nombre se deshizo en mi boca como el más dulce manjar, mi cuerpo no tembló ante los pasos cargados de decisión. Estaba bien, está bien incluso perderlo todo, por él.

Habíamos acordado con Bì xià Liú emprender un viaje por el dominio mortal antes de concretar el plan para la batalla final. Esto con el fin de reunir la mayor cantidad de almas para su Alteza. Demonios, dioses y mortales, cualquier alma que se ofreciera como pago por los pecados sería beneficiosa, según Liú Huó. Tenía que asegurar todo antes de la lucha, tenía que dejar todo listo para el despertar de su alteza, y así empezamos a poner en marcha la primera fase, dejando al descubierto uno por uno los delitos de los cielos. Dioses promiscuos dejando descendencia esparcida por la tierra mortal, más aberrante fue el descubrimiento de los híbridos nacidos entre dioses y demonios. Mientras más profundizábamos en la búsqueda, más aberraciones salían a la luz.

A tan solo unos días de comenzar el viaje para desenmascararlos, ya teníamos a varios seres de los altos mandos en el cielo implicados en delitos demasiado graves. Delitos que, a manos del rey del inframundo, significarían vidas para cobrar, vidas que él no escatimaría en arrebatar cuando el momento llegara. —Lí Song, vamos, ¡despierta YA! Por Buda, cuanto más me haces gritar, tenemos que reunirnos con tu hermano y con el Sr. Chǒu Tai antes de encontrarnos con Bì xià Liú... ¡Y YA VAMOS TARDE! ¡LEVÁNTATE DE UNA VEZ!

Sacudí su cuerpo una vez más. —¡Cállate! Déjame dormir un poco más, solo son unos demonios idiotas, ¿por qué tanta emoción en verlos? Solo quiero dormir cinco minutos más...

Agité fuertemente mi abanico, provocando que saliera volando de la cama —O-oh... lo siento, pero tú no te querías levantar y yo...

Salí corriendo de su habitación mientras escuchaba sus fuertes rezongos, parecía que había utilizado demasiada fuerza. Desde hace días, Lí Song se encontraba en la misma forma, desde que volvimos del palacio infernal. Al parecer, su charla con Lí gōngzǐ no fue de la mejor manera. Y aunque odio verlo así, solo puedo quedarme a su lado y desearle lo mejor. A veces pienso que está dejando pasar demasiado tiempo. Debería ser más sincero con sus propios sentimientos, con él mismo. —Niño tonto...

Susurré sonriendo y me dispuse a armar cada detalle faltante para emprender el viaje, un largo, largo viaje. —¿Vamos?

Lí Sǒng me miraba desde el pórtico, con los brazos cruzados y los ojos llenos de preocupación. —Vamos.

—Vamos, pequeño YànYàn~ ¿aún sigues molesto conmigo por aquella broma?

Había pasado toda la semana pidiendo perdón al pequeño ingrato, pero se rehusaba a dirigirme la palabra. Yo solo estaba jugando. ¡No creí que se enojaría así! Él solo se dedicaba a dirigirme miradas demasiado frías a mi pobre corazón desde entonces. No tiene ni una pizca de consideración por este viejo hermano suyo. —YànYàn, háblale a este gēge. Este se disculpa con toda sinceridad... A-Huó, YànYàn ya no me considera. Mi corazón sufre. Interfiere con tu autoridad.

Lo escuché suspirar y negar suavemente mientras me miraba con cansancio. Antes de que volviera a decir algo, levantó su mano apuntando hacia mí. -Vuelves a decir una idiotez más y cortaré tu lengua, Chǒu Tài.

Mi cuerpo se congeló y me alejé un metro de él, esperando la llegada de los pequeños dioses. —Eres tan cruel, Tú y YànYàn son iguales. No se apiadan de este pobre ancestro.

«Llanto falso». Negué suavemente. Siempre tan estricto. Estos niños ingratos, ninguno aprecia de verdad el cariño que este pobre hermano mayor les da. Pero ya verán cuando me vaya, me van a extrañar, par de pequeños ingratos...

...

Me acomodé apoyando mi cuerpo en el pilar en la entrada del palacio. YànYàn estaba tan serio y tenso que juraría cortar sus emociones con un cuchillo. No paró de apretar sus puños hasta sentir su presencia y divisarlos, mostrando a flor de piel sus pensamientos.—Llegaron.

Me acerqué y miré alrededor, simplemente no lograba ver nada. —¿Dónde? ¿De verdad los ves, YànYàn? ¿Cómo es eso posible? Yo no veo nada.

—Tu vista es decadente, mira a la derecha, veinte metros.

Lo miré con sorpresa y sonreí exageradamente. —¡WūYā! ¡Nuestro pequeño YànYàn es tan genial! Yo ni siquiera los pude identificar.

Aplaudí animadamente mientras él negó suavemente, endureciendo su mirada a cada paso de los pequeños dioses acercándose. Di un suspiro profundo y palmee su espalda. —Todo está bien, YànYàn, solo deja que las cosas sigan su curso.

Le dediqué una sonrisa sincera y por fin pude ver su ira disiparse —Mn.

Miré al frente parándome recto y saqué mi abanico, zarandeándolo cerca de mi rostro. Un nuevo comienzo se acercaba. Este viaje sería el inicio para muchos y el fin para otros. ¿De qué lado de la suerte estará nuestro destino? «Miré alrededor». ¿Podré volver? «Negué suavemente». Que sea lo que tenga que ser. Sonreí cuando vi que ya estaban a di unos cuantos pasos y me encaminé hacia ellos, saludando con una pequeña inclinación y una sonrisa pícara a la hermosa dama Yang. «Tal vez sea un viaje interesante» —gūniang Yang, gōngzǐ Lí, qué alegría verlos llegar bien, ¿están listos?...

La joven diosa y el pequeño hermano Lí se inclinaron al mismo tiempo, saludando con respeto. Se miraron con una sonrisa decidida y asintieron. —Estamos preparados, es hora de partir.

El pequeño Lí le dedicó una sonrisa a la joven diosa y asintió. —Mn.

Reí ante sus acciones y su determinación, recordando viejos tiempos. Di media vuelta y los guié hacia el nuevo viaje. -¡Bien! Que así sea...

A los pies de la nación de Hēiyù se encontraba Liú Huó, parado con gran porte, digno de su título. Admiraba un pequeño loto en su mano que se deshizo en cuanto se percató de nuestra presencia. Dio un leve asentimiento al vernos y fijó su mirada con determinación en el camino a BáiYù, donde nuestra primera meta nos esperaba. -Ya estamos aquí, HuóHuó. ¿Dónde vamos a empezar?

Él simplemente dedicó una sonrisa socarrona. -BáiYù, vamos a empezar. En el imperio BáiYù, tengo bastantes almas que cobrar y tengo algunas cuentas que saldar con algunas ratas escurridizas.

Me acerqué pasando mi brazo por sobre sus hombros —Ujuju, ¿Quién tiene la osadía de deberle al rey demonio?

Él solo me miró sonriendo y cruzó sus brazos, fijando su mirada en lo que sería su primera meta.