Christian Moltanba es el principal sospechoso de cometer tres asesinatos, por esta causa, es llevado a la pena de muerte. El muere sin conocer a su hijo, Mathias, el cuál también es hijo de Ana Lucia, una joven abogada que luchó hasta el último momento junto a Christian, pero la muerte del joven la deja a ella en peligro, y se ve obligada a casarse con el más longevo de la familia Montalbán. El señor William. quién después de la muerte de Christian, reaparece luciendo mucho más joven.
lo cierto es que el deceso de Christian no quedará impune, pues Moltanba regresará del mismo infierno para hacer pagar a todos sus enemigos y así poder demostrar que es inocente.
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Mi futura esposa.
¡Te ayudaré en lo que sea necesario! También quiero limpiar el nombre de mi nieto y el apellido Montalbán. William no dudó en hacer una alianza con la abogada; después de todo, lo que importa es que la verdad de esos crímenes, salga a la luz y que el verdadero asesino quede al descubierto.
A decir verdad, ni él mismo se sentía seguro.
—¡Haremos un buen equipo! Ana Lucía respondió a la ligera y llena de entusiasmo.
Ambos acordaron verse con más frecuencia, para así poder saber sobre la vida de Christian, y escribir cada detalle. El viejo accedió de buena voluntad y sin pedir nada a cambio; no obstante, algo está por cambiar. Christian ha muerto por una herencia, por el dinero del abuelo, y eso está ocasionando otro problema.
—Esa tarde, Ana Lucia volvió a su departamento, y tras un leve descanso, comenzó a preparar la cena para ella y su hijo. —Pasta y salsa blanca, es la comida preferida de mi Mathy, se pondrá muy feliz, hoy no dejará nada en su plato. Ella sonrió al pensar que su hijo disfrutaría la cena que preparó con tanto amor. Minutos después, alguien hizo sonar el timbre, pensó que se trataba de su pequeño, que la buseta lo había llevado unos minutos más temprano, pero cuando abrió la puerta, unos hombres se abalanzaron sobre ella.
—¡Así que tú eres, Anita, la huerfanita…!
Dos hombres se encargaron de sujetarle las manos, mientras que el que hablaba, le pasó una navaja por el rostro, y la hoja afilada, rozó su frágil piel.
—¿Quiénes son ustedes? Yo no tengo nada que me roben… Ella, habló presa del pánico. Esos hombres parecen ser unos bandoleros.
—¿Crees que pueda hallar algo de valor aquí? Mira la miseria en la que vives. El hombre señaló hacia adentro, y es que, en realidad, su departamento es muy humilde.
—¿Mamá? Mathias habló detrás del hombre y lo interrumpió en lo que estaba por decir.
—Hijo, huye de aquí, ve y busca al portero, dile que llame a la policía. Ella puso sobre aviso al niño, pero cuando estaba por correr, el malvado hombre estiró la mano y sujetó con fuerza la camiseta de Mathias.
—¡Suelta, malandro! Deja en paz a mi madre. El niño daba patadas y puñetazos, pero eran insignificantes para el rudo hombre.
—Deja ir a mi hijo… Ana gritó con mucho más temor.
—¡No lo haré, no hasta que te haga una advertencia! Deja de ir al edificio Montalbán, no veas más al viejo. Permití que defendieras a ese asesino y solamente porque sabía que tenía el caso perdido, pero no te pasaré ni una más.
Al recibir la advertencia, Ana Lucia comprendió de qué se trataba. Era por lo del caso de Christian, ni después de muerto le van a permitir que continúe investigando.
—Sabemos que eras la abogada del asesino Christian.
—¡Solamente lo hice porque recibí una buena paga por defenderlo, pero de nada sirvió! Él está muerto ahora. Ella pensó una respuesta muy rápida, de todos modos, no hay nada que la una a Christian, bueno, está Mathias, pero es un secreto que, por lo visto, no se puede ventilar.
El hombre entrecerró los ojos con incredulidad, y al ver la gota de sangre en la mejilla de la chica, se inclinó y la lamió con la lengua.
—¡Me gusta ver la sangre! Ana Lucía desvió la cara de inmediato, sintió asco por el actuar del joven, no obstante, el tipo se acercó un poco más y le susurró. —Mis víctimas siempre se comportan de esa manera y al final terminan peor, siendo lamidas por los gusanos.
Así es, es Samir, en persona, quien visitó a Ana.
—Destruyan el lugar, que no quede nada en pie.
Al recibir la orden, los hombres soltaron a la chica, quien corrió asustada a los brazos de su hijo para abrazarlo.
—¿Estás bien? Preguntó, mientras lo observaba de pies a cabeza.
¿Mami, quiénes son esos tipos? El niño quería golpearlos a todos, pero su madre tenía sangre en el rostro. Si cometía alguna imprudencia, era su madre la que pagaría.
—No lo sé, mi amor, solo pórtate bien, así se irán rápido. Ellos solamente podían ver sus pocas cosas ser destruidas; sin embargo, cuando pensaban que todo estaba perdido, apareció una figura alta y se paró frente a ellos…
—¿Qué están haciendo? La estruendosa voz atrajo la atención de los tipos malos.
—Hice una pregunta y quiero que me respondan… William parecía más fuerte que nunca, su joroba había desaparecido y su postura era más firme, quizás más que un roble.
—No te metas, anciano, creí que estabas en el asilo. Samir se burló de su abuelo.
—Pues ya ves que no es así, y yo, que tú, dejo eso en su lugar. Samir había agarrado la esquina del mantel y pretendía tirar todo lo de la mesa. Pero el abuelo se acercó con rapidez y, de un manotazo, logró que soltara el mantel.
—¿Sabes quién es esta chica? Es mi futura esposa, ahora ella posee la mayoría de las acciones de la empresa. Si le haces algo, ella te puede hacer trizas.
Momentáneamente, todo quedó en silencio, Samir era el más sorprendido… Al cabo de unos minutos, el hermoso joven esbozó una gran carcajada.
—Viejo, qué elocuente eres, por poco me convences, pero ponte a pensar: ¿cómo puede un anciano como tú, casarse con esta jovencita? Podría ser tu nieta o bisnieta. El escrupuloso hombre caminó con cautela, aun así continuó mofándose. —¿Te imaginas… en la primera noche juntos, ella quedaría viuda, te daría un infarto solamente con verla desnuda?
A un lado, Ana Lucia se cubrió el cuerpo con sus manos; era de ella, de quien estaban hablando. Aunque en realidad no entendía nada, pensó que en ese momento, el viejo solo buscaba protegerla.