El alfa Christopher Woo no cree en debilidades ni dependencias, pero Dylan Park le provoca varias dudas. Este beta que en realidad es un omega, es la solución a su extraño tormento. Su acuerdo matrimonial debería ser puro interés hasta que el tiempo juntos encienden algo más profundo. Mientras su relación se enrede entre feromonas y secretos, una amenaza acecha en las sombras, buscando erradicar a los suyos. Juntos, deberán enfrentar el peligro o perecer.
NovelToon tiene autorización de Mya Lee para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
LAZOS DE HERMANDAD (parte 1)
Estaba en una de las oficinas del Conglomerado Woo, reunido con abogados y con Nadyra. Ella me daba consejos sobre cómo abordar a la prensa y manejar mi imagen, especialmente lo relacionado con mi trabajo en la universidad.
Asentí cuando era necesario, pero mi mente estaba en otra parte. Desde el momento en que crucé la puerta, analicé cada detalle con atención. La disposición del inmobiliario, la cantidad de empleados en los pasillos, la ubicación de cámaras de seguridad… la clave era encontrar puntos ciegos, espacios donde pudiera moverme sin ser detectado.
—Dylan, ¿estás escuchando? —la voz de Nadyra me sacó de mis pensamientos.
Le indiqué una mirada tranquila y esbocé una leve sonrisa.
—Sí, continúa.
Mientras hablaba, seguí observando. Entrar sin levantar sospechas era difícil. Sin este matrimonio, jamás me habrían permitido reunir información desde adentro.
Cuando la reunión terminó, Nadyra sugirió que pasara a despedirme de Christopher. No tenía intención de hacerlo, pero después de todo, era “mi esposo”.
Seguí a su secretaria por el pasillo, manteniendo mi andar pausado. Sin embargo, al acercarme a su oficina, me detuve. A través del vidrio, vi que no estaba solo. Frente a él, con una expresión insistente, estaba Stefan.
El ambiente entre ambos era denso. Stefan hablaba con intensidad, mientras Christopher, de espaldas, dejaba ver su evidente molestia. No podía oír que decían, pero la escena bastó para despertar mi interés.
—No hace falta que entres —murmuró Nadyra, interponiéndose con un gesto—. Le diré que ya te marchaste…
«¿Marcharme? Já, ni pensarlo», dije para mí mismo sin apartar la vista de la oficina, giré el picaporte y entré sin anunciarme.
—¿Interrumpo algo? —pregunté con calma, observándolos con aparente indiferencia.
Stefan se giró de inmediato, evaluándome arriba abajo, pero antes de que pudiera hablar, Christopher cruzó la habitación y me besó. No fue un beso discreto ni reservado.
Fue tierno.
Lo suficiente para que Stefan frunciera el ceño, aunque intentó disimularlo. Y antes de que reaccionara, Christopher me saludó con otro beso en la mejilla y, con la naturalidad de quien domina su papel a la perfección, preguntó si ya había terminado con mis asuntos.
Luego, sin perder más tiempo, se volvió hacia Stefan con una sonrisa despreocupada.
—Dylan, te presento a un viejo amigo de la preparatoria. Stefan, este es mi esposo.
Nadyra asintió con naturalidad, como si la relación entre ellos no fuera ninguna novedad y mientras ellos hablaban, Stefan no dejó de observarme.
—Llegué recientemente de mi gira en el extranjero —comentó con tono educado—. No pude asistir a la boda, así que vine a desearle a Chris mis mejores deseos… y, por supuesto, también a ti.
Su sonrisa falsa apenas ocultaba la tensión en su voz.
—Aunque debo admitir que no esperaba verte aquí.
Le sostuve la mirada con firmeza.
—Vine a visitar a “mi esposo” —respondí con naturalidad—. Es normal que venga, ¿no crees?
Stefan sonrió de lado, pero sus ojos decían otra cosa.
Cuando Nadyra se retiró, Christopher giró hacia mí.
—Cuando salgas, ten cuidado y avísame cuando llegues a casa…
Lo interrumpí sin dudar.
—No me voy a ir —declaré con calma—. Es difícil para mí estar separado de mi grandioso esposo, asi que prefiero quedarme un momento más a tu lado.
Y, sin previo aviso, le robé un beso.
Supe al instante que mi comentario hizo efecto. La sonrisa de Stefan se tensó y me giré hacia él con naturalidad, preguntando sin rodos:
—Por cierto, ¿eres beta u omega?
Stefan ladeó el rostro, divertido, como si mi pregunta le hiciera gracia.
—Soy omega —respondió, arrastrando la palabra con marcado sarcasmo—. De hecho, Chris y yo pasamos nuestro primer ciclo de celo juntos… y otras primeras veces también.
Christopher frunció el ceño y estaba a punto de hablar, pero me adelanté.
—Oh, qué bien —dije con serenidad—. Eso fue en el pasado. Porque ahora su ciclo de celo lo pasa conmigo.
La tensión cayó de inmediato, bajé la mirada a mi muñeca y observé mi reloj.
—Por cierto, ah, fue un regalo de mi esposito —añadí, alzándolo ligeramente para que Stefan lo viera.
Luego, tras ver la hora, sonreí.
—Ya es hora del almuerzo. Mi cariñito odia saltarse las comidas, así que, si no te importa, nosotros saldremos un rato.
Sujeté a Christopher del brazo y lo arrastré conmigo antes de que pudiera replicar. Al entrar al ascensor, ignoré la presencia de Stefan, que se quedó atrás con el rostro retorcido de envidia. Y cuando las puertas se cerraron y quedamos solos, Christopher estalló en carcajadas.
—Cállate —le dije con frialdad.
Pero él solo se rió más, inclinando la cabeza hacia atrás con diversión genuina.
—No puedo creer lo que hiciste —dijo entre risas—. Fue perfecto. Una muestra de celos increíble.
Lo miré con el ceño fruncido.
—¿Celos? ¿Estás loco? Solo fingí de acuerdo al contrato y nuestros términos.
Christopher sonrió de una forma que no me gustó nada. Sin previo aviso, acortó la distancia entre nosotros, acorralándome contra la pared del ascensor.
—Llámame “cariño” otra vez —pidió con tono seductor.
Sus ojos tenían ese brillo travieso que nunca significaba algo bueno mientras me sonrojaba un poco.
—Ni en un millón de años…
—Si no lo dices, te robaré un beso…
—No lo harás…
Intenté apartarlo, pero Christopher cumplió su amenaza. Atrapó mis labios con un beso rápido y descarado. Justo en ese momento, las puertas del ascensor se abrieron. Christopher dio un paso afuera y, con una sonrisa triunfante, me miró de reojo.
—Ven, cariño —dijo con gracia—. Aliméntame bien.
Después de almorzar con él, volví a mi habitación y registré todo lo que había observado en la empresa. Cada detalle era importante para mi infiltración.
Analiza mis anotaciones sobre los puntos ciegos y las posibles rutas de escape cuando, sin querer, la imagen de Stefan apareció en mi cabeza. No sabía por qué, pero ese tipo me daba mala espina.
Dejé lo que hacía y abrí una nueva pestaña en el navegador. Comencé a buscar información sobre él. No tardé en encontrarlo.
Tenía razón: era famoso.
Un cantante con miles de fans, modelo de marcas prestigiosas y, según los registros, el único hijo del señor Choi.
Ese viejo alfa tenía un puesto influyente en la empresa de Christopher y contactos con varios sectores. Pero lo que más me llamó la atención fue la ausencia sobre su otro progenitor.
Nada.
Ningún documento mencionaba quién dio a luz a Stefan. Para alguien con su estatus, eso no tenía sentido. Apagué la pantalla y recosté contra el respaldo de la cama, frunciendo el ceño.
Algo en Stefan no cuadraba.
No solo por la forma en que habló de su pasado con Christopher, sino por la manera en que lo miraba. No era una mirada de un simple viejo amigo. Había algo más. Volví a repasar cada palabra que dijo:
—Pasó su primer ciclo de celo conmigo…
Ese comentario no fue casual. Lo dijo para provocarme, pero más allá de eso, su reacción cuando mención que ahora el alfa pasaba sus ciclos conmigo… ese pequeño cambio en su semblante y la forma en que su sonrisa perdió naturalidad por un instante…
Apreté los labios. «¿Acaso ellos tuvieron una relación?», pensé dudoso. Esa posibilidad no debería importarme. Era lógico que Christopher tuviera parejas en el pasado, al igual que yo, que siempre salí con betas.
Pero algo en mí no terminaba de aceptarlo y lo más inquietante no era su historia con Christopher. Era lo que no encontré sobre su otro progenitor. Un omega con un hijo de un alfa poderoso debería estar documentado en algún lado, pero no había nada.
Entonces, la puerta de mi habitación se abrió sin previo aviso. Azul entró sin tocar.
—Tengo hambre —bostezó.
Miré la hora. Más de las ocho de la noche. Había estado tan absorto en mis pensamientos que no noté lo rápido que pasó el tiempo. Si Azul no venía a buscarme, probablemente habría seguido en mi mundo por horas. Nos dirigimos a la cocina y, mientras caminábamos, desbloqueé mi celular y revisé mis mensajes.
Uno de Coral llamó mi atención: “Llegaré tarde. Daremos una pequeña presentación de prueba con todo el equipo. Nos tomará algo de tiempo, te avisaré cuando esté de regreso”.
Al principio no me pareció extraño, pero al notar la hora de nuevo, mi tranquilidad comenzó a desmoronarse. Pasó demasiado tiempo y no recibí ningún mensaje después de ese.
Coral siempre avisaba si algo se retrasaba demasiado. La inquietud se instaló en mi pecho. Algo no estaba bien. Y, para empeorar las cosas, Christopher tampoco llegaba.
—¿Por qué pones esa cara? —preguntó Azul, mirándome con curiosidad desde la sala mientras veía sus caricaturas.
—Nada, nada. Solo estoy pensando —mentí, tratando de relajar mi expresión.
—Unnie, ¿a qué hora llegará?
Azul tenía razón. Ya pasaban de las diez y Coral aún no llegaba.