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Casados Y Al Borde Del Caos (OMEGAVERSE)

Casados Y Al Borde Del Caos (OMEGAVERSE)

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Omegaverse / ABO
Popularitas:2.2k
Nilai: 5
nombre de autor: GEMINI_K

Jay y Gio llevan juntos tanto tiempo que ya podrían escribir un manual de matrimonio... o al menos una lista de reglas para sobrevivirlo. Casados desde hace años, su vida es una montaña rusa de momentos caóticos, peleas absurdas y risas interminables. Como alfa dominante, Gio es paciente, aunque eso no significa que siempre tenga el control y es un alfa que disfruta de alterar la paz de su pareja. Jay, por otro lado, es un omega dominante con un espíritu indomable: terco, impulsivo y con una energía que desafía cualquier intento de orden.

Su matrimonio no es perfecto, pero es suyo, y aunque a veces parezca que están al borde del desastre, siempre encuentran la forma de volver a elegirse

NovelToon tiene autorización de GEMINI_K para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

###**Capitulo 9: Rastros del Pecado**

Jay bajó de la cama con calma, observando con diversión cómo Gio se apresuraba a vestirse como si su vida dependiera de ello.

El alfa iba de un lado a otro recogiendo su camisa del suelo, tratando de alisarla con las manos y poniéndosela a toda prisa.

Pero entonces, Gio se detuvo de golpe.

Su nariz se movió ligeramente y su expresión cambió.

Jay lo notó de inmediato.

—¿Qué pasa ahora?

Gio frunció el ceño y olfateó el aire otra vez.

—Jay… —giró lentamente hacia él con cara de horror—. El penthouse huele a nosotros.

Jay pestañeó un par de veces, confundido, hasta que también lo percibió.

El aire estaba impregnado de sus feromonas, pesadas y densas, un reflejo exacto de lo que había estado ocurriendo minutos atrás.

Las feromonas alfa de Gio dominaban la habitación con su intensidad embriagadora. Y las de Jay… oh, las de Jay se entrelazaban con las de Gio de una forma que dejaba en claro lo que habían estado haciendo.

Jay se llevó una mano al rostro, sintiendo el pánico empezar a instalarse en su pecho.

Su padre llegaría en menos de veinte minutos.

Un alfa con un olfato agudo.

Y un temperamento del demonio.

Jay corrió a la sala, pero se detuvo de golpe cuando se dio cuenta de que el olor no estaba solo en su habitación.

Estaba en todo el maldito penthouse.

Las paredes. Los muebles. Cada rincón.

Jay giró hacia Gio con una expresión incrédula.

—¡Nos apareamos en toda la casa o qué mierda pasó aquí!

Pero Gio no respondió.

Porque Gio tenía otro problema.

Uno bastante notorio.

Uno que todavía latía entre sus piernas, terco y descarado.

Mierda.

Mierda.

¡Mierda!

El pánico se apoderó de Gio cuando miró hacia abajo y vio la obvia y traicionera evidencia de su excitación marcando su pantalón.

No.

NO.

¡SU SUEGRO ESTABA POR LLEGAR Y ÉL TENÍA UNA ERECCIÓN MALDITAMENTE VISIBLE!

—¡JAY! —corrió hacia él con la desesperación de un hombre condenado—. ¡AYÚDAME!

Jay, que estaba encendiendo velas y rociando ambientador como un lunático, lo miró de arriba abajo y soltó una carcajada.

—¡Por Dios, Giovanni! ¡No es momento de andar cachondo!

—¡NO ES A PROPÓSITO, ESTÚPIDO! —Gio estaba al borde de la histeria—. ¡¿QUÉ HAGO?!

Jay rodó los ojos y le lanzó el frasco de ambientador.

—¡Cállate y ponte hielo en las pelotas o algo!

Pero Gio no tenía tiempo de ir por hielo.

Así que tomó la única solución viable.

Se metió al baño y abrió la ducha con el agua más fría que encontró.

El chorro helado lo golpeó en la espalda como una bofetada de la realidad, haciéndolo jadear.

—¡Dios santo, esto es TORTURA!

Pero no tenía opción.

Porque el timbre sonó.

Jay y Gio se quedaron congelados en el lugar, con el frasco de ambientador aún en la mano y un alfa temblando bajo el agua helada.

—Nos jodimos. —susurró Gio con los dientes castañeteando.

Jay respiró hondo y se volteó con una sonrisa fingida.

—Aguanta la respiración y actúa normal.

Gio lo miró con incredulidad.

—¿Cómo carajos quieres que actúe normal si esta casa apesta a sexo y me estoy congelando las bolas?

El timbre sonó otra vez.

Jongin estaba aquí.

El timbre sonó una vez más, más fuerte, más impaciente.

Jay tragó saliva.

Jongin nunca fue un hombre paciente.

—¡Voy! —gritó con una voz que no sonaba nada natural.

Se giró rápidamente hacia el baño y bajó el tono.

—¡Gio, sécate y vístete ya!

—¡Me estoy congelando las bolas, Jay! ¡Dame un segundo!

—No tienes un segundo, maldito inútil. —Jay le lanzó una toalla al rostro y salió corriendo hacia la sala.

Trató de inhalar por la boca para no saturarse con el denso olor de las feromonas, pero era imposible. Estaban en todos lados. Eran el aire.

Abrió la puerta con una sonrisa tensa, encontrándose cara a cara con Jongin, que lo miró con su expresión severa de siempre.

—Hola, papá.

Jongin entrecerró los ojos.

—Te tardaste.

Jay tragó saliva.

—Estaba en el baño.

—¿Tú? —Jongin arqueó una ceja—. Tú nunca te tardas.

Mierda.

Jay soltó una risa nerviosa y se hizo a un lado.

—Pasa.

Jongin entró, con su porte imponente y su mirada calculadora. Pero lo peor fue que apenas cruzó la puerta, su nariz se crispó ligeramente.

Jay vio con horror cómo su padre se detenía a mitad de la sala y olfateaba sutilmente el aire.

No. No. No.

Esto no está pasando.

—Jay… —La voz de Jongin descendió en un tono peligroso.

Jay sintió el sudor frío bajar por su espalda.

—¿Sí?

Jongin entrecerró los ojos y olfateó de nuevo.

Jay quiso morirse ahí mismo.

Dilo. Vamos, dilo.

Dime que la casa apesta a sexo.

Dime que huele a apareamiento.

Dime que soy un maldito depravado.

Pero Jongin solo frunció el ceño y habló con un tono calculador:

—Huele raro aquí.

Jay tragó saliva.

¡LO SABE!

—¿Raro? —se hizo el tonto.

Jongin recorrió la sala con la mirada.

—Sí. Como… algo fuerte.

Jay casi se tira al suelo a llorar.

—Oh, eso. —Forzó una risa, agitó una mano en el aire como si nada—. Gio y yo estuvimos limpiando y usamos demasiado ambientador.

Jongin le lanzó una mirada escéptica.

—¿Ambientador?

—Sí. —Jay asintió con desesperación—. Ya sabes cómo es Gio. Se vuelve loco con la limpieza.

Jongin miró alrededor una vez más. Sus ojos filosos pasaron por las velas aromáticas encendidas, los frascos de spray aún en la mesa y las ventanas abiertas de par en par en pleno invierno.

Jay quiso matarse.

Jongin frunció más el ceño.

—Ajá…

Jay estaba a punto de entrar en pánico cuando, en ese preciso momento, Gio apareció en la sala.

Jay sintió que su alma dejaba su cuerpo.

Porque Gio, pobrecito de su alma, se había vestido a toda prisa.

Y tenía el cabello empapado, el cuello rojo por el agua helada y la camisa puesta al revés.

Jay sintió ganas de gritar.

¡TE DIJE QUE ACTUARAS NORMAL, GIOVANNI, MALDITA SEA!

Jongin lo miró de arriba abajo, su ceño fruncido aún más que antes.

—Gio.

—Señor. —Gio asintió rígidamente.

Jay notó cómo Gio tenía los puños apretados a los lados, tenso como un niño atrapado haciendo una travesura.

Actúa normal, por Dios, actúa normal.

Pero Jongin siguió mirándolo fijamente.

Luego miró la camisa al revés.

Luego el cabello mojado.

Luego las velas.

Luego a Jay.

Silencio mortal.

Jay sintió cómo su propia vida pasaba ante sus ojos.

—Voy a hacer café. —Dijo Gio, abruptamente, antes de salir disparado hacia la cocina.

Jay lo siguió como un desesperado.

Jongin se quedó en la sala, sin decir nada.

En cuanto Gio y Jay llegaron a la cocina, Gio se sujetó del mesón y murmuró entre dientes:

—¿Se dio cuenta?

—¿Tú qué crees, estúpido? —Jay siseó con furia—. ¡Pareces un niño escapando de su primera vez!

—¡Me metí a una ducha helada por esto, Jay! ¡No siento mis bolas!

—¡A la mierda tus bolas! ¡Mi vida está en juego aquí!

—¡Nuestra vida está en juego, idiota!

Jay se agarró la cabeza.

Gio se agarró el pecho.

El silencio se alargó.

El sonido de Jongin moviéndose en la sala los hizo contener la respiración.

Y entonces, su voz severa se escuchó desde la puerta:

—Quiero un café bien cargado.

Jay y Gio se giraron al mismo tiempo, con el miedo reflejado en sus ojos.

Jongin los miró fijamente.

No dijo nada más.

No tenía que hacerlo.

El mensaje estaba claro.

Sabía algo.

Jay tragó saliva.

—C-claro, papá.

Jongin se cruzó de brazos y se apoyó en el marco de la puerta.

—Los estoy escuchando.

Gio y Jay intercambiaron miradas de pánico.

Mierda.

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Lucero Solorzano
hay me encanta espero más capítulos por favor me que de con expectativas que dirá GIO...aaaaaaa que emoción
Lucero Solorzano
hola espero con ansias más capítulos espero y no lo dejes a la mitad...
Lucero Solorzano
Guau excelente hasta donde voy me gusta no es la clásica novela donde hay odio.amor o divorcio.aunque también me encantan muchas gracias tienes otras novelas me puedes dar los nombres.👍👍
Nidia Mojica
Gio quiere ser papá.
Nidia Mojica
Jajaja ese Gio es tremendo, traumados los suegroa de Jay.
Nidia Mojica
Jajajaja esos dos no aprenden.
Nidia Mojica
Huy ese señor si que da miedo.
Sofi
me encanta
Muriel
Quiero más aventuras🎈
Sayuri//acuario
Después de leer tu historia, me he quedado con ganas de más. Necesito saber qué pasa después. 😫👀
ZodiacKiller
😍Es genial, sigue así.
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