Una habitante de la galaxia lejana se enamorará irremediablemente de una princesa heredera de Ares.
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Siguiendo la senda de la serpiente
Todos, estando ya dentro de los respectivos vehículos; las chicas dentro del automóvil deportivo y los cuatro prodigios acompañados por los tres turistas, reiniciaron la travesía, pero antes tenían que hacer una parada de extra para poder dejar a los foráneos que se habían extraviado por los lados de Alejandrina, en el centro de Atenea para que estos pudieran llegar al hotel en el cual se hospedaron, hotel que casualmente estaba ubicado en esa área, en el centro de toda la amplia urbe de Atenea, y de hecho, así lo hicieron, con aceleradores en marcha, llevaron a los tres turistas perdidos a su destino, eso sí, sin indagar al respecto por el camino, ni mucho menos mencionar la misión propia, ni una sola palabra entorno a las labores que realizaban y sobre el porqué se encontraban en esos terrenos apartados y tan lejos del gentilicio y el bullicio propio de la ciudad. Los turistas, la mujer que se encontraba entre ellos, de hecho, les preguntó varias veces sobre su presencia por esos inhóspitos parajes, con más especificación la chica rubia y de apariencia hermosa, al tener un acercamiento con el prodigio de la pintura, Giordano, le interrogaba con sutileza acerca de ese asunto. Giordano ante la mirada amenazante de sus hermanos, supo sortear con la misma sutileza del interrogatorio realizado por la turista, las preguntas de la misma. Y es que como ya lo había expresado la princesa, aquella misión era de total reserva del sumario, no se podían dar el lujo de alertar a las personas con respecto a ello. Era su objetivo como soberanía de la ciudad de Atenea, abarcar con suma precaución y absoluta prudencia lo que sea que estaba azotando a la ciudad y aquella enorme serpiente apenas era el inicio de la odisea que acarreaba a otras seis criaturas más, criaturas de las que poco o nada se sabía hasta entonces, criaturas que quizá habían sido daños colaterales de la onda de cólera que repercutió en la ciudad un mes antes, durante ese catorce de febrero del año dos mil veinticuatro, el mismo día de celebración del amor que se convirtió en día de cólera por la colisión de aquel implacable cuásar espacial, con resultados catastróficos. Catástrofe que la princesa y sus secuaces, además del séquito gobernante, pudieron sobrellevar con inteligencia y determinación, misma catástrofe que encontró su fin con la Lactómeda, a solo un mes después de haberse iniciado. La misma Lactómeda que consigo no solo trajo de vuelta paz y tranquilidad, nos solo para Atenea, sino también para toda la vía láctea, pero que además como una especie de milagro intergaláctico, llevo consigo a Ari ante la presencia de Ira, dos mujeres de dos planetas, de dos constelaciones diferentes unidas por un hilo rojo invisible. Un hilo rojo como el que entrelazaba los meñiques de la mujer del sol y el hombre de la luna. Los mismos amantes que cuenta la historia que hubo o existen un par de amantes que van de vida en vida con la promesa del reencuentro, amándose desde extremos separados, él se encuentra en la superficie de la luna y ella dentro del imperioso y flameante núcleo del sol, él selenita y ella Helionita o solaris como en lo común son llamados los habitantes del astro rey. Se cuenta que un día mediante la intervención de Hipnos, fueron sometidos al sueño en conjunto, se soñaron mutuamente y se enamoraron, pero en la realidad esa relación no tenía salida, puesto que, si alguna vez sus formas primitivas se encontraran, estallarían al instante, pues él es de hielo y ella de fuego, es muy claro el porqué de la repelencia corporal. Ambos lloraban al alba y su llanto llego a oídos de Eros quien le pidió a su madre Afrodita que interviniera por los amantes, y así fue, Venus llamó a Ariadna y le solicitó le entregase un trozo del hilo que esta le había otorgado a Teseo para librarse del minotauro en Creta, Ariadna se lo proporcionó a la diosa y en las manos de la segunda, se convirtió en rojo, el hilo rojo del amor, Afrodita tomo el meñique de Helena (la mujer habitante del sol) y el de Luis (el hombre selenita) y unió cada extremo del hilo a sus dedos, enlazándolos para siempre, y como no podían estar en las formas naturales, mediante los sueños se encontrarían en otras vidas de seres terrestres, es decir en el mundo onírico eran habitantes del planeta tierra, cada vida en la tierra tenían que encontrarse.
Los tres turistas fueron dejados en el centro histórico de la ciudad de Atenea, la mujer que se encontraba entre ellos, la chica rubia, se despidió coquetamente de beso en la mejilla del prodigio Giordano. Él con disimulo oteó si alguno de sus hermanos y los otros dos turistas que también iban dentro de la furgoneta, se habían percatado de la situación, pero realmente lo que a él más le interesaba era saber si Cyril lo avizoró, pues conociendo como conocía a su hermano, el prodigio de la danza, sabía con antelación que en una de esas rencillas que habituaba tener con Nicky, con seguridad se le podía escapar ese detalle y Giordano que desde hacía años estaba embelesado por la semidiosa de la noche, no quería por nada del mundo que esta se enterase de aquellos intentos de cortejo por parte de la foránea, mucho menos que eran bien recibidos por él.
Ya sin los turistas en la furgoneta, ambos vehículos, tanto como la furgoneta, como el automóvil deportivo de la princesa Ira, se desplazaron a un lugar donde supuestamente se produjo otro avistamiento de la criatura en forma de reptil. Se trataba de la Rue Mortis. La Rue Mortis era un lugar árido y solitario de extrema amplitud, donde se ubicaba uno de los cementerios de Atenea, el más grande de todos los camposantos de la ciudad, de hecho. El cementerio cuyo nombre era Necrópolis sacramental, albergaba debajo del subsuelo a cientos de muertos provenientes de la misma ciudad, desde héroes hasta villanos, desde semidioses hasta mortales, era un cementerio tipo democrático y es que pensándolo bien quizá la muerte sea lo único en lo que todos somos realmente iguales, porque mientras la vida tiene diferentes y una variedad infinita de posibilidades, las cueles se encuentran enmarcadas por órdenes jerárquicos, la muerte es más justa y les llega a todos sin distinciones de ningún tipo.
— ¿Qué piensas del amor hermano Saxo? —preguntó Cyril a su hermano mayor por un minuto. —Nunca he notado el brillo en tus ojos por el enamoramiento.
Todos se miraron entre si dentro del furgón por el estallido de aquella pregunta, que, aunque fue casi un murmuro sonó como un trueno que interrumpió el silencio de la jornada. Y Cyril tenía razón, nunca Saxo había tenido relación alguna ni expresado en lo más mínimo su intención romántica por otra persona.
— No he encontrado a la persona que me mueva la tectónica. —respondió Saxo, mirando por la ventanilla el paisaje que recorría junto con ellos.
— Cierto eres demisexual. —aseguró Giordano.
— ¿Demisexual? —inquirió Cyril.
— Si, demisexual. —afirmó Giordano. —Demisexual son las personas que tiene deseos sexuales, estrechamente ligados con los sentimientos, es decir que solo pueden hacer el amor con aquel o aquella que lo sienten.
— Suena interesante. —expresó Bastián. — Quizá todos en el castillo tenemos algo de eso, tal vez seamos demisexuales.
— Si, sí. Ustedes lo son. —confirmó Cyril. — Giorgi enamorado perdidamente de la escurridiza Nicky, mientras tú, por tu parte loco de amor por la agobiada Mel, aunque con sinceridad te digo que ustedes si se ve que tienen un futuro, al menos Mel no es indiferente ante tus pretensiones de índole romántico. En cambio, mi pobre Giorgi, lo veo grave con esas aspiraciones, amarró el asno en mal estaca, porque Nicky solo tiene ojos para el príncipe oscuro.
— Ya calla. —pidió Giordano.
— ¿Por qué? —lo miró Cyril. — Es la verdad y más vale por el bienestar de tu hermoso y gran corazón, de que te vayas haciendo a la idea de que ese sentimiento no es correspondido y que ella no te merece. Tú mereces alguien tan bondadoso como tú, y no es porque seas mi hermanito menor, pero en realidad tú, mi querido Giorgi, vales tu peso en oro.
— Sonará raro que esté de acuerdo, pero Cyril tiene razón. —dijo Bastián.
— Siiii. —exclamó con entusiasmo Cyril. —Sabía que este día llegaría, donde mi hermanito mayor coincidiera conmigo. Esto es para celebrarlo.
Todos rieron al escuchar las ocurrencias del prodigio de la danza.
— ¿Ahora que haremos? —preguntó Cyril. —¿Hacia dónde nos dirigiremos? ¿Cuál es la ruta a seguir?
— No lo sé con exactitud. —contestó Bastián.
— Paremos aquí, para preguntarle a la princesa. —indicó Saxo. —Detén el auto Bastián.
— En seguida lo hago. —aceptó Bastián, metiendo el pie en el freno de la furgoneta, logrando con esta acción que la nave se detuviera. Tanto él como sus tres hermanos salieron del furgón.
Cuando el furgón detuvo su rodar de llantas por el asfalto del centro de la ciudad de Atenea, el automóvil de la princesa Ira, que de hecho iba detrás de la furgoneta de los prodigios, también hizo lo mismo, se detuvo. La princesa Ira descendió del automóvil deportivo que manejaba, su copiloto Ari copió la acción, al igual que Mel y Nicky, todas las chicas dentro del vehículo, bajaron de él casi que al instante.
— ¿Todo bien, chicos? —inquirió Mel.
— Si, ¿Por qué la frenada en seco? —indagó Nicky. —Casi que colisionamos con su parte trasera.
— Es verdad muchachos. —culminó la princesa.
— Dispensen todas las incomodidades que ocasionó la frenada abrupta. —se disculpó Bastián. —Lo que acontece es que, hablando con mis hermanos, Saxo sugirió parasemos para dialogar acerca del paso a seguir, es decir hacia donde nos dirigiremos ahora que ya quemamos esa última pista de Alejandrina, sin obtener ninguna señal de la criatura.
— Tienes razón. — dijo la princesa Ira, mirando hacia los lados para percatarse de que nadie estaría escuchando la secreta charla. —Nos quedamos sin señales, desde alejandrina perdimos todo tipo de rastro con respecto a este ente. Debemos pensar muy bien y con cautela cual será nuestro siguiente paso.
— Las palabras de la princesa Ira tienen mucha lógica. —intervino Saxo. — no podemos vociferar a los cuatro vientos la misión impuesta, pero también debemos buscar más pistas, si quiera algo que por mínimo que sea nos acerque al objetivo.
— Al parecer al igual que los turistas hemos estado caminando en círculos. —expresó Giordano.
— Ya estabas demorando tú con tu turista. —gruñó Nicky. —¡Qué, te gustó mucho esa rubia oxigenada?
— ¿Acaso estás celosa? —Giordano sonrió con picardía y regocijo.
— Jamás. —aseguró ella.
— Entonces, ¿Por qué esa rabia y tonito despectivo para con esa hermosísima mujer? — se relamió los labios el prodigio de la pintura. —Sonó a celos mi amor. —dijo con soltura.
— ¿Celos de ti? —carcajeó Nicky. —Nunca en la vida tendría tan malos gustos, eres muy lambiscón para estar a mi nivel. Tú, Giordano estas fuera de mis estándares.
— ¿Y cuáles son tus estándares? —intervino Cyril. —¿Unas ansías platónicas por el caballero que rompe corazones?
— ¿De qué hablas—gritó Nicky con rabia?
— Me refiero a esa predilección enfermiza que tienes durante años. —contestó Cyril—¿En serio quieres que hablemos de eso aquí?
Todos los presentes quedaron anonadados ante aquella disputa que se prendió casi que de la nada, como si los fuegos de Prometeo encendiesen su llama por un diminuto soplido de Eolo. Todos miraban, pero nadie se atrevía a interferir, nadie dijo nada, por un momento que pareció una eternidad, unos minutos que suponían eones, el silencio reinó en ese pasillo central de la ciudad de Atenea. Con seguridad pensaban que sería aquello que quería expresar el prodigio de la danza con respecto a la predilección enfermiza de Nicolasa la semidiosa de la noche, ¿acaso esta semi deidad tendría un secreto demasiado lóbrego como para ser revelado?
— Por tu bien espero que no sigas con tu increpación. —rompió el silencio Nicky.
— ¿Por mi bien? —replicó Cyril. —¿Crees que te tengo miedo por todos esos atributos nocturnos que cargas? ¿Me vas a amedrentar con tus dones de Nyx?
— Ya te advertí.
— Bueno querida, si me callo, no es porque te tenga miedo. Créeme, tú no eres la que logrará atemorizarme. Haz estado tan perdida en tus abstracciones imaginarias que no logras ver que esto va más allá de ti. Hay un mundo fuera de los alcances de la heredera de la diosa de la noche. Existe el día, querida.
— Ya calmen todos, por favor. —pidió con angustia Mel. —No peleemos, necesitamos seguir con la misión y discutiendo entre nosotros solo nos alejaremos más del objetivo. Lo que sea que sea esa criatura, solamente podremos encararlos si estamos unidos. Piensen en ello por favor.
— Eso es, Mel. —coincidió Bastián. —Estas trifulcas no nos van a llevar a ningún lado, caminaremos en círculos viciosos de rabietas y desconsideraciones. Paren con esto y volvamos a lo importante; la misión.
— Así es. — confirmó la princesa. —Nada más que agregar.
El silencio volvió a reinar dentro de los ocho participantes que tenían la misión de encontrar a los monstruos dispersados por toda la ciudad de Atenea. En ese punto todos pensaban en las palabras que intercambiaron Cyril y Nicky, pero también los abstraía la divagación sobre el próximo paso a seguir. Después de Alejandrina, se habían quedado en ceros, sin pistas, sin indicios, sin saber adónde acudir.
Sumergida dentro de sus propios letargos, la princesa nota a lo lejos el trote acelerado de un par de hombres de la tercera edad.
— Su majestad. —gritó casi sin aliento uno de los dos hombres. — Está en la Rue Mortis. —pronunció.
Al, ver a los dos hombres de cerca, la princesa se percató que se trataba de Plutarco y Ovidio, los veedores del museo Ateniense, dos eruditos en el tema de la astronomía que dedicaban su vida en cuidar y velar por el patrimonio cultural de Atenea en el ámbito sideral. Ambos astrofísicos incentivaron algunas de las más célebres expediciones espaciales de Atenea, trabajando a la par junto con el Astra para lograr la eficacia de sus objetivos astronómicos. Bastián se consideraba un admirador ferviente de los portentos.
— ¡Mucho gusto, sus excelencias! —saltó Bastián. —Soy un fiel admirador de sus trabajos, de toda esa investigación impecable sobre la historia de los vestigios de Helios y Selene.
El prodigio se refería al seguimiento, investigación y análisis que los portentos Ovidio y Plutarco, realizaron acerca de la historia del hombre de la luna y la mujer del sol. La historia cuenta que hubo o existen un par de amantes que van de vida en vida con la promesa del reencuentro, amándose desde extremos separados, él se encuentra en la superficie de la luna y ella dentro del imperioso y flameante núcleo del sol, él selenita y ella Helionita o solaris como en lo común son llamados los habitantes del astro rey. Se cuenta que un día mediante la intervención de Hipnos, fueron sometidos al sueño en conjunto, se soñaron mutuamente y se enamoraron, pero en la realidad esa relación no tenía salida, puesto que, si alguna vez sus formas primitivas se encontraran, estallarían al instante, pues él es de hielo y ella de fuego, es muy claro el porqué de la repelencia corporal. Ambos lloraban al alba y su llanto llego a oídos de Eros quien le pidió a su madre Afrodita que interviniera por los amantes, y así fue, Venus llamó a Ariadna y le solicitó le entregase un trozo del hilo que esta le había otorgado a Teseo para librarse del minotauro en Creta, Ariadna se lo proporcionó a la diosa y en las manos de la segunda, se convirtió en rojo, el hilo rojo del amor, Afrodita tomo el meñique de Helena (la mujer habitante del sol) y el de Luis (el hombre selenita) y unió cada extremo del hilo a sus dedos, enlazándolos para siempre, y como no podían estar en las formas naturales, mediante los sueños se encontrarían en otras vidas de seres terrestres, es decir en el mundo onírico eran habitantes del planeta tierra, cada vida en la tierra tenían que encontrarse.
— Es un placer `para nosotros también saludarlo. —expresó Ovidio. —Pero el tema que nos envió corriendo hasta acá, es acerca de la criatura.
— ¿La criatura? — preguntó la princesa como si desconociera la referencia. —¿De qué criatura me habla?
— Si, la criatura en forma de serpiente cascabel. —intervino Plutarco. — Una enorme serpiente con la punta tintineante.
— Todo parece indicar que usa su el extremo de su cola para avanzar de manera veloz, incluso me atrevería a decir que casi a la velocidad de la luz. —dijo Ovidio.
— Bueno tampoco exageremos. —menguó Plutarco las palabras de su colega. —Si, sin duda es muy rápida, aun siendo reptil que sabemos que son muy agiles, pero esta criatura tiene algo más, además de la colosal dimensión que recubre su estructura ósea. Y la cola si parece le proporciona algún tipo de mecanismo.
— ¿Dónde la vieron? —preguntó Nicky.
— Por los lados que colindan con la Rue Mortis, era evidente se dirigía hacia allá. —dijo Ovidio.
— Va hacia el cementerio de eso no cabe la menor duda. —culminó Plutarco aun sudando por el ligero trote.
— ¿Cómo lo saben? —interrogó Ari.
— Se me hacía raro que no dijera nada la representante de Andrómeda. —cuchicheó con hostilidad Nicky.
— Ahora no Nicky. —la regañó Saxo.
— Desde que la avistamos por vez primera, hemos estado analizándola. —respondió Ovidio. —Se trata de una emulación, o eso creemos, su tamaño es gigantesco, incluso me atrevería a sopesar que es un poco más que el doble que la Hidra de Lerna.
— ¿Ven? Se los dije. —proclamó con satisfacción Bastián, ya que previamente se lo sugirió a sus hermanos.
— ¿De qué nos perdimos? —curioseó Mel.
— Cariño, se trata de la Hidra de Lerna, la misma que Hércules derrotó en una de sus doce tareas. —contestó con voz suave Bastián, y es que cuando se trataba de Mel, el prodigio de las artes escénicas siempre empleaba ese tono apacible.
— Ah, entiendo. —respondió Mel sonrojada y enviando su vista al suelo, a pesar de llevar sus ojos vendados, sentía la calidez del nerviosismo causado por Bastián, el hombre que amaba en silencio.
— Yo no comprendo nada. —admitió Ari con desconcierto, y era lógico, ella viniendo de otra constelación no sabía en su totalidad las historias y las epopeyas griegas.
— Otra vez. —susurró Nicky.
— Yo te cuento. —dijo Bastián.
— ¡Por favor! —exclamó Ari con mucho entusiasmo que destilaba por sus ojos. Ira no dejaba de admirar sus globos oculares.
— Esta bestia habitaba en el lago de Lerna, cerca de Nauplia. —inició el prodigio Bastián. —Su forma era la de una serpiente y se escondía debajo del agua. Según el mito de la Hidra de Lerna, en las profundidades del lago estaba ubicada una de las entradas al inframundo y la misión del monstruo era protegerla.
— ¡Oh vaya! —Ari estaba deslumbrada con la historia de la Hidra de Lerna, además que las narraciones del prodigio de las artes escénicas siempre eran conformadas de prolijidad. —Me ha encantado, ustedes de verdad que tienen una historia rica en sucesos y argumentos llenos de magia.
— Nunca mejor dicho. —pronunció Cyril.
Las farolas de la calle se iluminaron al caer completamente el sol en el punto poniente del horizonte. Todos los presentes contemplaron la luz tenue y amarillenta que derramaban de las lámparas.
— ¡Muchas gracias por esto! —Ira aprovechó el descuido para agradecerle a Bastián la explicación a Ari.
— Nada que agradecer, es con todo gusto. —respondió él. — Sé lo importante que es para ti, y lo que tiene relevancia para ti, también la tiene para mí y mis hermanos. —sonrió.
La princesa le devolvió la sonrisa, dentro de su corazón albergaba sentimientos por esa joven proveniente de la constelación de Andrómeda y saber de la boca de uno de sus hermanos, pues así los consideraba a todos seis desde el mismo día que su padre, el rey Arquemio los llevo al palacio para que fuesen parte de su familia, saberlo de su boca, la de Bastián como vocero de los demás prodigios, le daba una sensación reconfor