MI PEQUEÑO ERROR

David… quiero contarte algo—Rompe el silencio Alexa con voz temblorosa.

La noche estaba tranquila. Solo el crujir de las hojas movidas por el viento y el canto lejano de algún insecto rompían el silencio del jardín. Alexandra estaba sentada junto a mí en la banca, miraba al frente como si buscara algo en la oscuridad. Yo la observaba sin decir nada, esperando, como si las palabras fueran a llegar solas, pero a veces el peso de lo que uno guarda en el pecho no es tan fácil de soltar.

Sabía que hoy tenía que ser diferente. Sabía que Alexandra necesitaba hablar, y yo… bueno, yo solo necesitaba estar ahí para ella . Así que, para romper el hielo, pensé que la mejor estrategia sería hacerla reír, como siempre.

—Recuerdo que la primera vez que tuve una cita, mis papás se emocionaron tanto que decidieron seguirme en el coche para asegurarse de que todo saliera bien.—dije, riendo.

Alexandra soltó una carcajada que me hizo sonreír —¿Qué? ¡Eso es horrible!

—Sí, lo sé. Pero lo peor fue cuando se bajaron del coche y se acercaron a nosotros para darle un abrazo a mi cita. Mi cita se puso tan nerviosa que se olvidó de su nombre— Esos recuerdos son los que me hace extrañar cada día más a mi madre, pero también valoro cada momento que disfrute al lado de ellos.

Alexandra se rió más fuerte.

— Una vez, mi papá decidió que era una buena idea enseñarme a bailar salsa en el centro comercial,por que días anteriores le había dicho que la chica que me gustaba,le encantaba la salsa,Así que, allí estábamos, en medio del centro comercial, bailando salsa mientras la gente nos miraba. Me morí de vergüenza— Para este momento Alexa no dejaba de reír, pero una risa estruendosa.

—Y mi mamá, siempre fue muy... entusiasta. Recuerdo que una vez, me hizo un gran cartel que decía ¡Feliz cumpleaños, Mi cielo! con una foto donde estaba disfrazado de oso y lo colocó en la entrada de la escuela. Me puse tan rojo que pensé que me iba a desmayar—dije, riendo.

Después de unos segundos Alexa dejó de reír pero no dijo nada. Tenía esa mirada que los días más grises parecían poner en su rostro. Solo me sonrió un poco, como si estuviera agradecida por el intento de distracción.

Sabía que no me estaba tomando en serio, pero no me importaba. El ambiente seguía siendo tenso, como si algo importante estuviera por estallar, algo que ella necesitaba liberar, pero aún no podía.

Estaba claro que lo que sucedía dentro de ella era mucho más complicado que cualquier recuerdo vergonzoso que mis padres me hicieran pasar.Decidí darle un respiro.

—¿Quieres hablar de ello?— Pregunté. Mi voz fue suave, sin querer presionarla.—Sabes que estoy aquí, ¿verdad?

Alexandra se quedó en silencio por un momento, mirando las estrellas. Podía ver cómo las palabras luchaban por salir, como si un millón de pensamientos estuvieran atrapados dentro de ella, queriendo escapar, pero sin saber por dónde empezar.

Finalmente, ella susurró:

—Mis padres… ellos tenían problemas. Tenían o tienen ya ni se, —Respira antes de continuar —y yo… yo era solo una niña. Tenía 10 años cuando nació Laura,ellos no se cuidaban ellos,mucho menos cuidarian a unas niñas asi que me dejaron al cuidado de Laura. Ella apenas tenía un par de meses. ¿Te imaginas eso? Yo, con diez años, cuidando a una bebé recién nacida.

Me quedé sin palabras, la verdad. Escuchar eso de su boca hizo que se me apretara el pecho. Era duro pensar en todo lo que había tenido que cargar, en la forma en que su vida había cambiado sin que tuviera opción. A los 10 años, uno apenas sabe cómo manejar sus propios sentimientos, y Alexandra tenía que cuidar a otra niña. Una niña cuidando a otra niña. La vida no es justa a veces.

—Cundo tenía 15 años conocí a Jeff—Su ex prometido— El fue el salvador de esa adolescente, quien en su Ingenuidad, creyó en el supuesto amor que el le ofreció, te imaginas una niña de 15 con un joven de 25 , yo no lo veía mal en esos tiempos pero mi versión de ahora detesta aquellos momentos, ya que mis padres no se encargaban de nosotras, Jeff era quien me mantenía, el solía llevarme mercados, le compraba cosas a Lau, nos compraba ropa, ya podrás imaginar, mi yo de 15

años lo tenía en un pedestal, y no veía las banderas rojas que revoloteaban a su alrededor.

A pesar de lo horrible que esta contando Alexa, no deja caer ni una lágrima , tiene los ojos inundados , pero solo respirar hondo antes de continuar.

—A el no le gustaba que lo vieran conmigo, decía que era una niña que solo lo iba a avergonzar frente a sus amigos. Tengo presente mi cumpleaños número 16 , mis padres nunca me celebraron algún cumoleaños, y ese día quería disfrutar de mi cumple por primera vez en mi vida, la mamá de Jeff, La señora Natalie, se quedó cuidando ese día a Lau para que yo saliera y celebrara con Jeff, le tuve que rogar para que me llevará con el a una fiesta que tenía en casa de uno de sus amigos, el accedió, cuando estábamos en la fiesta el me dejó tirada,alguien quien no recuerdo muy bien, me ofreció un trago, y yo que nunca había salido de fiesta quise experimentar por primera vez , acepte el trago.

—regla #1 de las fiestas, nunca se acepta una bebida, si no vemos cuando la preparán o que este sellada.—Es lo único que sale de mi boca, Alexa asiente con una mueca.

—Mi primer error, me drogaron, y entre 3 personas a quienes no recuerdo muy bien, me violaron.—cuando medio tuve conciencia salí corriendo de ese lugar, nunca se lo conte a nadie, intente decírselo a Jeff, pero no me creyó, y dijo que dejara de quejarme, que no le gustan mis niñeras.

Cuando esas palabras salen de la boca de Alexa, no alcanzó a detener la lágrima que sale de mi ojo. Siento pena por todo lo que la pequeña Alexa vivió, pero siento admiración por la Alexa que esta a mi lado, por ser tan fuerte.

—lo que pasaste, lo que viviste… Eso no debería haber sido así, Alexandra. Nadie debería tener que cargar con todo eso a tan corta edad. No es justo.

Ella asintió lentamente, como si esas palabras de alguna forma le dieran consuelo.

—Nunca lo fue, pero… aprendí a ser fuerte. Y Laura, aunque tan pequeña, siempre estuvo ahí, incluso si solo podía mirarme con esos ojos grandes, como si me pidiera ayuda. Y eso me hizo sentir que tenía que ser más fuerte, que no podía fallarle.

Me quedé en silencio. No sabía qué decir, porque sentía que las palabras eran poco para describir lo que había significado todo eso para ella.

—Es increíble que hayas llegado hasta aquí, Alexandra— dije finalmente. —Si yo hubiera estado en tu lugar, probablemente habría perdido la cabeza. Pero tú… tú tienes algo que no todos tienen. Y yo, honestamente, no sé cómo lo haces, pero siempre encuentro una forma de admirarte más por eso.

Ella me miró fijamente, y sus ojos reflejaron algo que no había visto antes: vulnerabilidad.

—Gracias, David. No sé si podría haberlo hecho sin… sin alguien como tú, nunca hubiera sacado esto que me carcome y me persigue cada día de mi existencia.

Y aunque las palabras no solucionaban nada, en ese momento, sentí que habíamos encontrado un espacio para hablar, para reír un poco, y para finalmente permitirnos ser vulnerables sin miedo