¿Qué es lo primero que haces cuando encuentras a alguien herido frente tu puerta? Ver si sigue vivo?, llamar una ambulancia?.
No. Lo primero que Michael hizo fue pensar que era lindo.
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CAP 14
El aura no era más que la vitalidad en su forma más pura y materializada para los cazadores. Perder demasiada de esta esencia podía poner en riesgo su vida. Por esta razón, todos los cazadores llevaban un amuleto que reservaba parte de su vitalidad, asegurando que no absorbieran descontroladamente el aura de otros ni fueran afectados negativamente en un estado de debilidad. Además, evitaba que gastaran en exceso su propia aura hasta fallecer por quedarse sin ella.
Fue por esta misma razón que Elysian reaccionó agresivamente al darse cuenta de que el pelinegro estaba tocando la cruz de plata que descansaba sobre su pecho en forma de collar durante su primer encuentro.
Sin embargo, en el presente, mientras Elysian sostenía a Michael, algo inusual ocurrió. Los observadores quedaron sorprendidos, incluida Lesia, quien, sollozante y consolada por una pareja de cazadores, detuvo sus lágrimas al ver la escena.
El aura contenida en el amuleto del peliplateado, junto con parte de la que estaba en su interior, comenzó a rodearlos en forma de pequeños pedazos flotantes, emitiendo un brillo azul característico. Como si fuera absorbida por un agujero, esa aura fue lentamente tragada por el joven inconsciente, quien dejó de temblar y cuyos signos vitales se estabilizaron.
Aunque la intención inicial de Elysian era inyectar solo un poco de aura para evaluar el estado de Michael, terminó siendo drenado parcialmente, agotándolo. Mientras intentaba entender cómo había funcionado el vínculo de esa manera y reflexionaba sobre las preguntas que necesitaban respuesta, sintió que sus párpados se volvían cada vez más pesados. Escuchó una voz femenina comentar en voz alta: “¡Dispérsense! ¡El doctor ya llegó!”, junto con murmullos que se volvían cada vez menos entendibles. Así, cayó dormido, aún sosteniendo a Michael.
Era ya la tarde del día siguiente de su llegada a esta aldea oculta cuando Michael, que dormía sobre una cama sencilla, abrió sus ojos repentinamente. Estaba en una pequeña habitación completamente desconocida. Intentaba recordar cómo había llegado aquí, pero su memoria tenía como último recuerdo a él retorciéndose de dolor, junto con otros recuerdos que lo confundían.
—¿Dónde estoy? Esto se siente peor que la resaca— se preguntó cuando se sentó sobre la cama mientras se masajeaba la cabeza con los dedos. Sus extremidades se sentían extrañamente incómodas.
Un recuerdo apareció en su memoria de golpe, atravesando su cabeza como una flecha.
—¡Ah, auch, qué dolor!— se quejó al recibir el recuerdo, estaba consolando a Lesia mientras sonreía y una figura borrosa que peleaba contra otra; eso era lo último que vio antes de caer.
—Lesia... ¿dónde está?— se preguntó un poco alarmado.
—No, no puede haberse perdido... ¿cierto? Ella seguramente fue encontrada por Elysian— se dijo murmurando, con preocupación evidenciada en sus palabras y acciones mientras revisaba sus alrededores y se ponía de pie dirigiéndose hacia la puerta con sospecha.
Un paso, dos pasos, tres pasos más fueron suficientes para que pusiera sus manos sobre la manija y la abriera. Un olor se filtró en sus fosas nasales, el ambiente inquietantemente silencioso cobró vida y un cálido comedor apareció frente a sus ojos. En él, Lesia comía unas manzanas cortadas de diferentes formas, así como una bebida roja que Michael quiso creer que era gelatina. Un poco más lejos estaba Elysian, quien vestía un mandil rosa de espaldas, cocinando.
Esta vista le hizo preguntarse brevemente si era una ilusión o si seguía por allí, tirado en el suelo e inconsciente.
—Humano, estás despierto— exclamó la niña feliz despertándolo de sus pensamientos, poniéndose de pie y yendo a abrazarlo, abrazo que Michael recibió con una sonrisa.
El peliplateado pareció sentir su presencia por el ruido que hacía, girando su cabeza en su dirección.
—Es bueno que despertaras, ya era hora; has dormido demasiado. Siéntate, estoy preparando el almuerzo— dijo antes de seguir cocinando. Evitando así decir muchas cosas e ignorando la pequeña inquietud que sintió mientras él aún no despertaba. Solo quiero que el humano pueda estar en buenas condiciones para el camino de regreso, se justificó mentalmente.
Lo dijo de tal modo que Michael, quien pensó que lo había preocupado, descartó esas sospechas; claramente solo se estaba quejando con él por dormir mucho.