Entre Las Sombras Y Poder

El coche se adentraba en la oscuridad, alejándose de los perseguidores por el angosto y olvidado camino. Alessandro mantenía el control, aunque el silencio era denso, cargado de tensión. Luca no podía apartar los ojos del perfil de Alessandro; incluso bajo la presión del momento, el capo parecía una roca inquebrantable. Sin embargo, debajo de esa apariencia impenetrable, Luca empezaba a discernir algo más. Vulnerabilidad. Y, por alguna razón, esa vulnerabilidad lo atraía aún más.

—No podemos seguir huyendo toda la noche —dijo Luca, su voz baja pero firme.

—Lo sé —respondió Alessandro sin apartar la vista de la carretera—. Pero si no encuentro un lugar seguro, no tendremos otra opción.

Uno de los guardaespaldas en la parte trasera consultaba un mapa en su dispositivo.

—Hay una vieja villa abandonada a unos kilómetros de aquí. Está fuera de los caminos principales y podría darnos algo de tiempo.

Alessandro asintió, tomando el desvío sin dudar. Luca miraba las sombras de los árboles que pasaban rápidamente, su corazón todavía martilleando en su pecho. Había algo inquietante en la forma en que los eventos se estaban desarrollando, una sensación de que lo peor aún estaba por llegar. Pero más que miedo, lo que sentía era incertidumbre. No solo por el peligro inmediato, sino por lo que significaba estar al lado de Alessandro.

Al cabo de unos minutos, llegaron a la villa, un edificio que alguna vez debió haber sido majestuoso pero que ahora estaba envuelto en la decadencia del abandono. Alessandro se bajó primero, inspeccionando los alrededores con su arma en mano antes de hacerle una señal a Luca para que saliera.

Luca observó la estructura mientras se acercaba. Había algo fantasmal en el lugar, como si las paredes susurraran historias de tiempos mejores, de amores y tragedias. Entraron juntos, acompañados por los guardaespaldas, y aunque el interior estaba en ruinas, parecía lo suficientemente seguro para pasar al menos unas horas.

—Aquí estaremos bien, al menos por un tiempo —dijo Alessandro, inspeccionando cada rincón del lugar antes de regresar al salón principal donde Luca esperaba.

Luca, aún sintiendo la adrenalina corriendo por su cuerpo, se dejó caer en un viejo sofá cubierto de polvo. Miró a Alessandro, que caminaba de un lado a otro, claramente preocupado.

—¿Cuánto tiempo crees que tenemos? —preguntó Luca, consciente de que el peligro aún no había pasado.

—No lo sé —respondió Alessandro—. Pero no planeo quedarme aquí mucho tiempo. Mis hombres ya están moviéndose, preparando una ruta de escape más segura.

El silencio cayó entre ellos, pero esta vez era diferente, más denso. Había una energía en el aire, una especie de atracción cargada entre ambos, como si los acontecimientos recientes los hubieran empujado a una proximidad más íntima. Luca podía sentir el peso de la mirada de Alessandro sobre él, y aunque el alfa siempre había sido fuerte y protector, ahora había una vulnerabilidad latente en sus ojos, algo que Luca no había visto antes.

—Alessandro... —empezó Luca, sin estar seguro de qué iba a decir.

El capo se detuvo, sus ojos oscurecidos por algo más que preocupación. Se acercó lentamente hasta que la distancia entre ambos fue casi inexistente.

—No voy a dejar que te hagan daño, Luca —dijo Alessandro, su voz baja, pero cargada de emoción contenida—. No puedo perderte. No después de todo esto.

Luca sintió que su corazón se aceleraba, pero esta vez no era por el miedo, sino por algo más profundo. La cercanía de Alessandro, la intensidad de sus palabras, lo hacían sentir atrapado en una red de emociones que no sabía cómo manejar. Sabía que lo que había entre ellos iba más allá de la simple atracción física o la circunstancia en la que se encontraban. Había algo más, algo destinado, como si sus almas se hubieran reconocido antes de que sus cuerpos lo hicieran.

—Alessandro... no tienes que hacerlo solo —murmuró Luca, sin apartar la mirada del capo—. No soy solo una carga.

Alessandro lo miró fijamente, y por un momento, sus defensas cayeron. Sus manos, que siempre parecían tan firmes y controladas, temblaron ligeramente al acercarse al rostro de Luca, acariciando suavemente su mejilla.

—No eres una carga, Luca. Eres lo único que me da paz en medio de todo esto.

El contacto fue eléctrico. Luca sintió que su piel ardía bajo la mano de Alessandro, y antes de que pudiera pensarlo dos veces, la distancia entre ellos desapareció. Los labios de Alessandro encontraron los suyos en un beso urgente, lleno de todo lo que no habían dicho, de todo el deseo reprimido y la tensión que habían estado construyendo.

El beso no era suave, era una declaración de todo lo que sentían y no podían expresar con palabras. Alessandro lo sostuvo con fuerza, como si temiera que Luca se desvaneciera si lo soltaba, y Luca se aferró a él con la misma desesperación. Sabían que el mundo seguía siendo peligroso afuera, que los enemigos estaban cerca, pero en ese momento, nada más importaba.

Cuando se separaron, ambos respiraban con dificultad, sus frentes tocándose mientras intentaban recuperar el aliento.

—Lo que siento por ti no es solo por el vínculo, Luca —dijo Alessandro, su voz ronca—. Es mucho más que eso.

Luca lo miró, sus ojos brillando con la misma intensidad.

—Yo también lo siento, Alessandro. Pero esto... lo que sea que somos... no será fácil.

—Nada que valga la pena lo es —respondió Alessandro, con una pequeña sonrisa en sus labios.

El peligro seguía acechando, y la noche aún no había terminado, pero por primera vez en mucho tiempo, Luca sintió que había encontrado algo, o más bien, alguien, por lo que valía la pena luchar. Y mientras estuviera al lado de Alessandro, enfrentarían lo que viniera, juntos.