En Tokio, Shiro, un joven de 18 años, se muda a un pequeño café con un pasado misterioso. Al involucrarse en la vida del café y sus peculiares empleados, incluyendo al enigmático barista Haru, Shiro comienza a descubrir secretos ocultos que desafían su comprensión del amor y la identidad. A medida que desentraña estos misterios, Shiro se enfrenta a sus propios sentimientos reprimidos, aprendiendo que el verdadero desafío es aceptar quién es realmente. En esta emotiva travesía, el mayor secreto que descubre es el que lleva dentro.
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Capítulo 14: El Sendero de la Luz
La esfera de luz en la mano de Shiro irradiaba una calidez que era casi tangible, como un abrazo reconfortante en medio de la oscuridad. La cámara subterránea, que antes había estado cargada de una atmósfera densa y opresiva, ahora parecía más pequeña, como si la luz de la esfera hubiera reducido el espacio, creando un refugio seguro en medio del abismo.
Shiro, Aiko, Haru y Hikaru se reunieron alrededor de la esfera, observando cómo la luz transformaba el entorno. El pasaje que se había revelado parecía desdibujarse a medida que avanzaban, rodeado por una bruma dorada que ofrecía una sensación de calma y misterio. Shiro sentía una mezcla de emoción y nerviosismo. Había aceptado la primera prueba, pero el sendero que se extendía frente a ellos parecía estar cargado de nuevos desafíos.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Aiko, su voz cargada de asombro y preocupación—. Este sendero parece interminable. ¿Dónde nos llevará?
Haru, manteniendo una expresión de concentración, miró a Shiro, buscando alguna señal de certeza en su amigo. Aunque la luz de la esfera era reconfortante, la incertidumbre del camino por delante era palpable.
—La figura mencionó que esta esfera es un símbolo. ¿Qué significa eso exactamente? —preguntó Haru, su voz llena de inquietud.
La figura, que había permanecido en las sombras durante todo este tiempo, emergió de nuevo, su presencia imponente pero serena. El rostro de la figura seguía oculto en la penumbra, pero su voz era clara y firme.
—La esfera representa el primer paso en tu viaje, Shiro —dijo con voz profunda y resonante—. Ahora, debes seguir el sendero que se revela a través de ella. Este sendero te llevará a la siguiente prueba, donde deberás enfrentar no solo los desafíos externos, sino también los internos.
Las paredes de la cámara comenzaron a cambiar, y el espacio alrededor de ellos se transformó en un pasaje iluminado por una luz suave que emanaba de la esfera en la mano de Shiro. El sendero parecía extenderse infinitamente hacia adelante, envuelto en una bruma dorada que parecía flotar y moverse con una vida propia.
Shiro, con la esfera en mano, lideró el grupo hacia el pasaje. Aiko y Haru lo seguían de cerca, mientras Hikaru, a pesar de su escepticismo, mantenía una vigilancia atenta del entorno. La luz de la esfera iluminaba el camino, revelando fragmentos de la historia que Shiro había comenzado a recordar, pero aún no completamente comprendido.
—¿Qué crees que nos espera en esta prueba? —preguntó Haru, rompiendo el silencio que se había asentado sobre ellos.
Shiro sacudió la cabeza, la incertidumbre todavía en sus ojos, pero un leve destello de determinación brillaba en su mirada.
—No estoy seguro. Pero algo dentro de mí me dice que debemos confiar en la luz. Quizás nos guiará hacia lo que necesitamos enfrentar.
A medida que avanzaban, comenzaron a escuchar susurros. Eran voces distantes, fragmentos de conversaciones y murmullos que parecían provenir de todas partes. La sensación era inquietante, como si las voces estuvieran tratando de comunicar algo importante, pero sus palabras eran indescifrables.
—¿Escuchan eso? —preguntó Aiko, deteniéndose para escuchar mejor—. ¿Qué son esos susurros?
—Son las voces de los miedos y dudas que aún llevas dentro de ti —explicó la figura, que parecía seguirlos a través de las sombras—. La esfera te ayudará a enfrentarlos. Cada susurro es un desafío que deberás superar para avanzar.
El sendero se bifurcó en dos caminos. El primero estaba iluminado con una luz dorada cálida que emanaba de la esfera, mientras que el segundo estaba envuelto en sombras profundas y frías. Shiro sintió un tirón hacia el camino iluminado, pero al mismo tiempo, una parte de él parecía atraída por la oscuridad.
—Debemos elegir —dijo Shiro, deteniéndose en la bifurcación del sendero—. ¿Qué camino tomar?
La figura, que había estado observando en silencio, respondió con voz grave.
—Elige el camino que resuene con tu verdad interior —dijo—. La luz te guiará hacia lo que necesitas enfrentar, mientras que la oscuridad te desafiará a confrontar tus temores.
Shiro miró a su alrededor, sintiendo que los susurros aumentaban en intensidad. Decidió confiar en su intuición y avanzó hacia el camino iluminado. La luz de la esfera se intensificó, despejando el sendero y revelando imágenes flotantes a su alrededor.
Las imágenes eran fragmentos de su vida, momentos que había vivido y otros que había olvidado. Cada imagen parecía estar cargada de una emoción intensa, y cada una ofrecía un reflejo de sus miedos y deseos más profundos.
—Este camino… —dijo Shiro, mirando las imágenes con una mezcla de fascinación y angustia—. Me está mostrando mis propios recuerdos.
Las imágenes comenzaron a hacerse más vívidas. Shiro vio su primer día en el café, el momento en que había sentido la primera chispa de conexión con Haru. Vio las luchas internas que había enfrentado, sus inseguridades, y finalmente, la relación creciente con sus amigos. Cada imagen parecía hablarle, reflejando sus miedos y deseos más profundos.
—Este sendero está lleno de recuerdos —dijo Aiko, su voz temblando ligeramente—. ¿Cómo enfrentamos esto?
—Son tus recuerdos, Shiro —explicó la figura—. Ellos forman parte de lo que eres. Para avanzar, debes reconciliarte con ellos y comprender su impacto en tu vida.
Shiro se detuvo frente a una imagen particularmente dolorosa: el momento en que se sintió completamente solo, sin apoyo, luchando con sus propios miedos. La imagen mostraba a Shiro en un lugar oscuro, sus lágrimas mezclándose con la lluvia mientras se sentía abandonado y desolado. La sensación de soledad y desesperación volvió a inundarlo.
—¿Cómo puedo reconciliarme con esto? —preguntó, su voz quebrándose por la emoción.
Haru se acercó y le puso una mano reconfortante en el hombro.
—No estás solo, Shiro —dijo con firmeza—. Estamos contigo en esto. Acepta esos recuerdos como parte de ti, y permite que te ayuden a crecer. No tienes que enfrentarlos solo.
Las palabras de Haru le dieron a Shiro el coraje que necesitaba. Miró las imágenes con una nueva perspectiva, permitiéndose sentir la tristeza y el dolor, pero también reconociendo los momentos de fortaleza y superación. Comprendió que estos recuerdos, aunque dolorosos, habían contribuido a su crecimiento personal.
—Acepto estos recuerdos —dijo Shiro, su voz firme—. Reconozco su impacto en mi vida y estoy listo para aprender de ellos. No me dejaré definir por mi dolor, sino por mi capacidad de superar.
La luz de la esfera brilló con mayor intensidad, iluminando el sendero y disipando la oscuridad a su alrededor. Las imágenes comenzaron a desvanecerse, y el sendero frente a él se despejó, revelando una salida hacia un nuevo entorno.
La figura se acercó, su presencia serena y tranquilizadora.
—Has superado esta prueba —dijo suavemente—. Has enfrentado tus miedos y aceptado tu verdad. El camino hacia adelante estará lleno de más desafíos, pero ahora sabes que puedes enfrentarlos con la luz que llevas dentro.
Shiro asintió, sintiendo una nueva fuerza interior. Había enfrentado y aceptado sus recuerdos más dolorosos, y ahora se sentía preparado para lo que viniera. La luz de la esfera había servido como guía y apoyo, ayudándole a encontrar su camino en medio de la incertidumbre.
Con Haru, Aiko y Hikaru a su lado, Shiro avanzó hacia la salida, preparado para lo que el destino les tenía reservado. La prueba del sendero de la luz había sido un desafío profundo, pero había emergido más fuerte y más consciente de sí mismo. El camino aún era largo y lleno de incertidumbres, pero ahora tenía una mayor comprensión de su propósito y de la fuerza que residía dentro de él.
El sendero se desvaneció, y el grupo se encontró en una nueva área. Esta vez, el entorno era más familiar, pero cargado de una nueva energía. La luz de la esfera continuaba iluminando su camino, y Shiro sabía que el verdadero viaje estaba solo comenzando.
—Estamos listos para enfrentar cualquier cosa —dijo Shiro, con una convicción renovada—. Lo que venga, lo enfrentaremos juntos.
La figura asintió desde las sombras, su presencia aún vigilante.
—Bien hecho, Shiro. La siguiente prueba requerirá aún más de ti, pero confío en que estás preparado. Avanza con la luz que has ganado y sigue buscando la verdad.