Mauricio Silva, un exitoso empresario de 38 años, se encontraba en una posición inesperada. Conocido en la alta sociedad por su inteligencia, carisma y atractivo, Mauricio había disfrutado de la vida de soltero por muchos años. Las cenas de gala, los eventos benéficos y las reuniones de negocios eran su hábitat natural. Sin embargo, su vida dio un giro radical cuando se convirtió en el tutor legal de Samanta Santos, la hija de su mejor amigo fallecido.Samanta, de 20 años, era todo un desafío. Conocida entre sus amigos y conocidos como el "demonio", no por maldad, sino por su espíritu indomable y travieso.
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Capítulo 14 : Nuevas Relaciones y Viejos Sentimientos
Tras la reunión organizada por Tania, Samanta comenzó a recibir mensajes y llamadas de algunos de los jóvenes que había conocido aquella noche. Entre ellos, Alejandro se destacaba por su persistencia y encanto. No pasó mucho tiempo antes de que Samanta aceptara su invitación a salir.
Una tarde soleada, Alejandro llegó a la mansión para recoger a Samanta. Ella había optado por un atuendo casual, pero elegante, que resaltaba su juventud y belleza. Mauricio, desde su oficina, observó cómo Alejandro la esperaba en el vestíbulo. Algo dentro de él se revolvió incómodamente al verlos juntos.
—Hola, Alejandro. ¿Listo para salir? —preguntó Samanta con una sonrisa.
—Más que listo —respondió Alejandro, ofreciéndole su brazo.
Mauricio, incapaz de quedarse en su oficina, salió al vestíbulo justo a tiempo para verlos marcharse. —Diviértanse y cuídense —dijo, tratando de sonar despreocupado.
Samanta asintió, mientras Alejandro le dirigía una mirada de reconocimiento. —Claro, Mauricio. Nos veremos más tarde.
Con eso, la puerta se cerró y Mauricio se quedó mirando el vacío. Había algo en Alejandro que le incomodaba, algo que no podía precisar pero que hacía que su pecho se apretara. Decidió que distraerse con trabajo sería lo mejor.
Mientras tanto, Samanta y Alejandro disfrutaban de una tarde en el parque. Pasearon, comieron helado y rieron con las historias que Alejandro contaba. Samanta se sentía relajada y feliz, algo que no había experimentado desde el accidente de sus padres.
—Es increíble que podamos disfrutar de cosas simples como esta —dijo Samanta, mirando a Alejandro.
—La vida está hecha de estos pequeños momentos —respondió él, sonriendo.
De vuelta en la mansión, Mauricio no podía concentrarse en sus documentos. Su mente vagaba constantemente hacia Samanta y Alejandro. Finalmente, decidió hablar con Tania, esperando que una conversación le ayudara a aclarar sus pensamientos.
—Parece que Samanta y Alejandro se están llevando bien —comentó Mauricio mientras se sentaban en la sala.
—Sí, parece que sí —respondió Tania, indiferente—. Es bueno que Samanta esté conociendo a más gente.
—Supongo que tienes razón —admitió Mauricio, aunque no podía deshacerse de la sensación de incomodidad.
Los días pasaron, y Samanta continuó viendo a Alejandro y a algunos otros jóvenes que había conocido en la reunión. Mauricio se encontraba cada vez más perturbado por la situación, aunque no podía explicarse por qué. Cada vez que veía a Samanta reírse con Alejandro, sentía una punzada de celos que no lograba comprender.
Una noche, después de una cena particularmente animada con Alejandro y algunos amigos más, Samanta regresó a la mansión con una gran sonrisa. Mauricio la estaba esperando en la sala.
—¿Qué tal tu noche? —preguntó él, tratando de sonar casual.
—Fue genial. Alejandro es muy divertido, y sus amigos también. Me lo pasé muy bien —respondió Samanta, sentándose en el sofá.
Mauricio asintió, forzando una sonrisa. —Me alegra oír eso. Solo quería asegurarme de que todo estuviera bien.
—Gracias, Mauricio. Eres el mejor —dijo Samanta, dándole un abrazo.
Ese abrazo, aunque breve, hizo que Mauricio sintiera una oleada de sentimientos encontrados. Se quedó despierto hasta tarde esa noche, reflexionando sobre lo que realmente sentía por Samanta.
Un fin de semana, Alejandro invitó a Samanta a una excursión. Mauricio observó con una mezcla de preocupación y celos cómo ella se preparaba con entusiasmo.
—¿Estás segura de que es seguro? —preguntó Mauricio, incapaz de ocultar su inquietud.
—Claro que sí, Mauricio. No te preocupes tanto. Alejandro es una buena persona —respondió Samanta, sonriendo para tranquilizarlo.
Mauricio asintió, aunque no se sintió más tranquilo. La idea de Samanta pasando tanto tiempo con Alejandro lo atormentaba.
Una noche, después de que Samanta regresara de otra salida con Alejandro, Mauricio decidió hablar con Daniel. Necesitaba desahogarse y obtener algún consejo sobre cómo manejar sus sentimientos.
—Daniel, necesito hablar contigo sobre Samanta —comenzó Mauricio, su voz cargada de tensión.
—Claro, ¿qué pasa? —respondió Daniel, notando la preocupación en la voz de su primo.
—No sé cómo manejar esto. Desde que comenzó a salir con Alejandro, me he sentido… diferente. Celoso, incluso. No sé cómo actuar con ella —admitió Mauricio, pasándose una mano por el cabello en un gesto de frustración.
Daniel lo miró, comprendiendo la profundidad de sus sentimientos. —Mauricio, parece que lo que sientes por Samanta es más que simple preocupación. Tal vez sea hora de que enfrentes esos sentimientos y hables con ella.
Mauricio asintió lentamente, reconociendo la verdad en las palabras de Daniel. Sabía que debía aclarar sus sentimientos antes de que las cosas se complicaran aún más.
Al día siguiente, Mauricio decidió ser más directo con Samanta. La encontró en el jardín, disfrutando de una tarde soleada. Se sentó a su lado, sin saber exactamente cómo empezar.
—Samanta, quiero hablar contigo sobre algo importante —comenzó, su voz seria.
Samanta lo miró, notando la preocupación en sus ojos. —Claro, Mauricio. ¿Qué pasa?
—He estado pensando mucho últimamente. Sobre nosotros y sobre cómo me he sentido con todo esto de Alejandro y los demás chicos —dijo, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
Samanta asintió, animándolo a continuar.
—No puedo negar que he sentido celos. No sé exactamente por qué, pero me preocupa verte con otros chicos. Quiero que seas feliz, pero también me doy cuenta de que... tengo sentimientos por ti que van más allá de la simple preocupación —confesó Mauricio, sintiéndose vulnerable.
Samanta lo miró con sorpresa y comprensión. —Mauricio, siempre he sabido que te importo, pero no estaba segura de hasta qué punto. Yo también he sentido algo especial entre nosotros, pero no sabía si era real o si era solo mi imaginación.
—Es real, Samanta. Y quiero que sepas que estaré aquí para ti, sin importar lo que decidas —dijo Mauricio, tomándola de la mano.
Samanta asintió, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. —Gracias, Mauricio. Necesito tiempo para procesar todo esto, pero me alegra que hayamos hablado.
Mientras se abrazaban, Mauricio sintió una sensación de esperanza. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío para estar junto a Samanta.