Novio Por Catálogo

Plan N° 1: Niños, a las damiselas les encantan los niños. Ver a un príncipe jugar y revolcarse en el lodo con un puñado de niños, despierta su instinto materno. Ellas piensan que el hombre será un buen padre y por lo tanto, un buen esposo. Caerá rendida a sus pies viendo la enternecedora escena…

Jared cerró el manual de bolsillo que adquirió en una librería de segunda mano y bajó de su caballo blanco. Apartándose un mechón de cabello de la frente en un movimiento de cabeza sumamente seductor, ayudó a Grettel a bajar también de su corcel.

La chica rodó los ojos aplanando la falda de su vestido. Entre más conocía al casanova de Jared Lee, más le desagradaba. Gimió siguiéndolo dentro de un descolorido edificio, que ella habría comparado con una prisión de no ser por los dibujos de juguetes y animalitos del bosque que adornaban las paredes.

Subieron las escaleras en forma de caracol. Tanto ella como Jared jadeaban un poco al llegar a las puertas de lo que prometía ser un gran salón. Cuando éstas se abrieron, tremendo barullo les recibió: niños corriendo descontrolados por doquier, empujándose y tirándose del cabello. Grettel observó a unos cuantos, echarse a llorar al piso, probablemente enojados, probablemente hambrientos.

Jared perdió su compostura de príncipe, abrazando y besando pequeñuelos. Las niñas gritaban encantadas a viva voz, que el apuesto príncipe Lee había llegado a visitarlas; otras más grades e ilusas, rumoraban que buscaba una chica a la cual desposar, mientras que los niños más intrépidos y valientes, le retaron a un duelo de espada por la corona del reino.

Pronto, Grettel supo que se encontraba en el salón de juegos de un orfanato. Se arrodilló en la alfombra junto a un círculo de tímidos infantes que no querían acercarse al príncipe por temor a ensuciarlo, dándose cuenta de que no era muy frecuente la presencia de Jared en esos lugares.

Acarició la cabeza rubia de una niña, mirando como Jared conducía al resto del grupo a un teatro de marionetas, que se ubicaba en la esquina de la habitación. Ella dirigió al resto del grupo, y tomó asiento en una pequeña silla de madera. Algunos niños apoyaron la cabeza en sus piernas mientras esperaban el espectáculo.

Jared anunció que presentaría el cuento de la caperucita roja y el lobo, desapareciendo detrás del gran cajón rojo. Las risas estallaron con su graciosa vocecilla femenina, y Grettel se sonrojó de vergüenza. No era ninguna estúpida, sabía que Jared hacía todo eso para impresionarla porque le vio comprar un manual de conquista. Sin embargo, ejecutaba el papel de lobo malicioso a la perfección.

Los niños aplaudieron al terminar el espectáculo, y Jared agradeció con una ligera reverencia.

Las niñeras anunciaron que era hora del refrigerio y los niños hicieron un puchero despidiéndose del príncipe para ir a lavarse las manos. Grettel tuvo la intención de acercarse a Jared, pero él inmediatamente fue abordado por una joven y voluptuosa niñera.

—Príncipe Lee, no sabe cuánto nos honra su presencia —dijo con esos tentadores labios rojos. Jared reprimió el impulso de relamerse los suyos—. Los niños son muy importantes para mí, por lo tanto me gustaría agradecerle esta visita, en la manera que a usted le apetezca.

—Oh. Eres muy amable —Jared sintió el despertar de su instinto, se inclinó susurrándole al oído—: visito el bar negro todos los jueves por la noche, ahí podremos afinar detalles.

Se giró con una sonrisa coqueta en su rostro níveo, encontrándose con la mirada furiosa de Grettel.

Primer plan de conquista: ¡A la mierda!

Plan N°2: Fuerza, demuéstrale a tu damisela que puedes defenderla de cualquier peligro ándate. Se valiente, invoca un dragón y asesínalo en su nombre. Cuando regreses a su lado con el corazón de la bestia entre tus manos, te verá como el más fuerte de los guerreros…

—¿Un dragón? Ni loco —pensó Jared agarrando la mano de Grettel para salir del orfanato.

Caminó por las calles empedradas del reino mágico, buscando la forma de retorcer ese apartado. Si aquella mujer no se le hubiese insinuado, en esos momentos estaría corriendo al granero con la linda Grettel devorándole el cuello.

Miró las puertas de una cantina de mala muerte y se le ocurrió la brillante idea de pasar por un trago. Grettel refunfuñó siendo arrastrada al interior, mientras Jared escaneaba el sitio con la mirada.

—Oye, tú —gritó, rompiendo el anormal silencio en la cantina—. Deja de mirar de esa manera a mi novia.

Grettel dejó de protestar, deslizando su mirada de Jared, al peligroso hombre borracho de la barra.

Jared sonrió triunfante, el sujeto temblaba de miedo.

«El sujeto tiembla de rabia» pensó Grettel.

—¿Qué rayos te sucede? El tipo no me ha mirado de ninguna manera —le reclamó a Jared, dándole un golpecito en el hombro—. Además, no soy tu novia.

—Te ha mirado —Jared fingió un gruñido. Esa era su oportunidad, se movió con avidez a la barra, y levantó al hombre por las solapas de la chaqueta.

Mala idea. El sujeto resultó ser más grande, fiero y fuerte que Jared.

Grettel dejó escapar un grito ahogado, cubriéndose el rostro con las manos. Segundos después, el príncipe yacía inconsciente sobre el sucio piso de madera, con las gafas torcidas, y una fuerte hemorragia nasal.

Plan N°2: perdido por knockout.