*Amor sin edad * es una novela romántica con toques de comedia, que narra la historia de Juliana, una joven soñadora que se enamora de Francisco, el mejor amigo de su padre. A través de situaciones cómicas y agridulces, Juliana enfrenta la realidad de un amor aparentemente imposible, marcado por la diferencia de edad. Francisco, un hombre encantador y seguro de sí mismo, se ve atrapado en un dilema emocional cuando empieza a notar los sentimientos de Juliana.
La historia también introduce a Nicolás, un amigo cercano de Juliana, quien confiesa su amor por ella, creando un triángulo amoroso lleno de humor, malentendidos y momentos tiernos. A lo largo de la novela, los personajes reflexionan sobre el amor, el destino y las decisiones que nos llevan a encontrar la felicidad, todo envuelto en un tono ligero y entretenido.
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Capítulo 2: Un Amor Platónico
Juliana nunca había considerado que pudiera sentir algo más que un simple afecto por Francisco. Después de todo, él era el mejor amigo de su padre, un hombre que había conocido desde que era una niña. Pero tras aquel encuentro en la cena, donde su torpeza la llevó a derramar vino sobre su impecable camisa blanca, algo en ella cambió.
Durante los días siguientes, sus pensamientos comenzaron a girar en torno a Francisco de una manera que nunca antes había experimentado. Era como si una chispa se hubiera encendido en su interior, una chispa que no podía ignorar. Se sorprendía a sí misma recordando su sonrisa, la forma en que sus ojos brillaban cuando hablaba, y cómo su voz grave y segura la hacía sentir un cosquilleo en el estómago.
Juliana se encontraba pensando en él en los momentos más inesperados: mientras estudiaba, cuando escuchaba música, e incluso cuando estaba con sus amigas. Intentaba convencerse de que solo era una admiración pasajera, algo natural considerando que Francisco era un hombre carismático y encantador. Pero, por mucho que lo intentara, no podía negar que sus sentimientos eran algo más profundo, algo más complicado.
**El Despertar de los Sentimientos**
Una tarde, mientras se encontraba en la cocina con su madre, notó que estaba distraída, revolviendo una sopa que ya estaba perfectamente mezclada. Su madre, siempre perceptiva, la miró con curiosidad.
—¿En qué piensas, Juli? —le preguntó mientras lavaba algunas verduras.
Juliana se sobresaltó, sintiéndose como una niña atrapada con la mano en el tarro de galletas.
—Oh, en nada, solo… —buscó una excusa rápidamente—. Estaba pensando en la próxima reunión familiar.
Su madre la observó con una ceja levantada, pero no insistió, aunque Juliana sabía que no la había convencido del todo.
Esa misma noche, cuando finalmente se retiró a su habitación, Juliana se dejó caer en la cama, suspirando profundamente. “No puede ser”, pensó. “Él es el mejor amigo de papá. Además, es mucho mayor que yo. Esto es una locura.”
Pero a pesar de sus intentos por racionalizar sus sentimientos, no podía evitar que su corazón latiera más rápido cada vez que pensaba en Francisco. Se estaba enamorando, y lo sabía. Pero también sabía que era un amor condenado, un amor que, probablemente, nunca podría ser correspondido.
**Situaciones Cómicas**
Decidida a no dejarse llevar por su amor imposible, Juliana decidió que si no podía tener una relación con Francisco, al menos podría impresionar al menos un poco. Y qué mejor manera de hacerlo que mostrando sus habilidades culinarias. Después de todo, siempre había oído que el camino al corazón de un hombre pasaba por su estómago.
El fin de semana siguiente, cuando su padre mencionó que Francisco vendría a cenar, Juliana vio la oportunidad perfecta. Decidió preparar su plato especial: lasaña. Aunque en realidad nunca antes la había cocinado, ¿qué tan difícil podía ser?
La tarde antes de la cena, Juliana se dirigió a la cocina, dispuesta a hacer la mejor lasaña que Francisco jamás hubiera probado. Sacó la receta de un libro viejo que había encontrado en la estantería de su madre y se puso manos a la obra.
Al principio, todo parecía ir bien. Picó las verduras, preparó la salsa, y comenzó a montar las capas de la lasaña con la confianza de un chef experimentado. Sin embargo, cuando llegó el momento de meter la lasaña en el horno, se dio cuenta de que había olvidado precalentarlo. “No pasa nada”, se dijo a sí misma mientras ajustaba rápidamente la temperatura.
Lo que no había anticipado era que el horno estaba en mal estado. Mientras esperaba a que se cocinara, el aroma comenzó a cambiar. Lo que debería haber sido un olor delicioso a queso derretido se transformó en un aroma a quemado. Juliana abrió la puerta del horno solo para encontrar la parte superior de la lasaña completamente carbonizada.
—¡No! —exclamó, cubriéndose la cara con las manos. Intentó raspar la capa quemada, pero solo empeoró las cosas, desmoronando las capas y dejando un desastre en la bandeja.
En ese momento, su madre entró en la cocina, atraída por el olor. Al ver el desastre, intentó contener la risa.
—¿Qué ha pasado aquí?
—Quería impresionar a Francisco… —Juliana gimió, señalando la lasaña destruida—. Pero creo que solo logré destruir la cena.
Su madre, sin poder contenerse más, soltó una carcajada.
—No te preocupes, Juli. Lo importante es la intención, no el resultado. Además, estoy segura de que a Francisco le importará más verte feliz que cualquier lasaña del mundo.
Juliana suspiró, pero no pudo evitar sonreír ante el apoyo de su madre.
**La Cena y Más Torpeza**
Esa noche, cuando Francisco llegó, Juliana estaba decidida a mantener la compostura. Intentó no pensar en la lasaña que su madre había tenido que reemplazar a último momento por un simple pollo al horno.
Durante la cena, Juliana se mantuvo callada, escuchando la conversación entre su padre y Francisco, pero su mente no dejaba de vagar hacia sus sentimientos. En un momento, decidió servir el vino, queriendo participar. Sin embargo, en su nerviosismo, no calculó bien y terminó derramando un poco sobre la mesa. Su padre y Francisco soltaron una risa leve, y Juliana, roja de vergüenza, murmuró una disculpa.
Francisco la miró con una sonrisa comprensiva.
—No te preocupes, Juliana. Todos hemos tenido días torpes.
La amabilidad en su voz solo hizo que el corazón de Juliana latiera más rápido, pero también le recordó que, por mucho que lo deseara, su amor por Francisco era un sueño imposible. Era demasiado mayor para ella, y además, era el mejor amigo de su padre. Pero eso no detuvo la chispa de esperanza que había comenzado a crecer en su corazón, ni los sentimientos que cada día se hacían más fuertes.
Y así, Juliana comenzó a vivir su amor platónico, lleno de momentos cómicos, torpeza y sueños imposibles.
Cada autor tiene el derecho de contar la historia que desea, y la ausencia de contenido sexual no desmerece la obra. Es esencial respetar el trabajo ajeno, especialmente si una novela no se ajusta a los gustos personales. Criticar sin comprender la intención detrás de una obra suele provenir de quienes no han experimentado el reto de escribir. La literatura es un arte en todas sus formas, y cada historia tiene su lugar y propósito.