Después de un accidente de auto, quedé en sillas de ruedas, mi novia habia fallecido. Pasé años en depresión, hasta que un día, cuando mi hermana Antonella y yo salimos a la plaza y la vía ella, una chica sentada en una de las banquetas que estaba junto a la estatua del general.
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LAS COSAS SE ARREGLAN
YARA CORTÉZ
Abrí mis ojos. Estaba odiando el color blanco del hospital, dos veces en menos de 24 horas.
— Ya despertaste. Estás un poco más relajada. Tu embarazo es de alto riesgo y si no te cuidas, tu bebé se va a perder. ¿Dónde está el padre del bebé? — el doctor hablaba.
Mi mente estaba en blanco.
— No recuerdo el número de mi amiga María ni el de Antonella. El padre del bebé está, ¿dónde está? ¿En Suiza? Doctor tengo la mente en blanco. ¿Qué día es hoy? Tengo que ir a la vela de mi papá.
— Cálmate. Es domingo. Ya me comentó el paramédico la situación. Pregunto por un contacto confiable para que te cuide.
— No recuerdo su número de celular Pero si puedo darle la dirección de María.
Le di la dirección de María.
— Okay. Voy a ir personalmente y hablaré con tu amiga.
— ¿Ya enterraron a mi padre?
— No lo sé. Déjame averiguar. Solo te puedo decir, que las cosas suceden porque tienen que suceder. Todo está en las manos de Dios. Debemos aceptar su voluntad. Tu padre está en un mejor lugar. Recuerda que ahora tienes algo que proteger y cuidar. Y ahora tu prioridad es tu bebé, no importa si el padre no está contigo, no importa ya nada de eso, más que tu bebé. ¿Si?
El doctor tenía toda la razón. Mi única prioridad es mi bebé. Aunque quiero despedirme de mi papá.
Adrián— suspiré.
Aún me sentía adormilada. Cerré los ojos un rato, mis lágrimas salían en silencio. Me quedé dormida.
Me desperté cuando sentí que tocaron mis manos. Era María. Ella me miraba con sus ojos llenos de lágrimas.
— Tengo que avisarle a Adrián que estás en el hospital.
— No le digas por favor. Por esta vez, quiero que seas solo mi amiga, y olvides que eres prima de él.
— Él está muy preocupado por ti. Él necesita saber que estás embarazada. Llevas a su bebé en tu vientre.
— Él estaba con alguien en la cama.
María se puso sería y solo me escuchaba.
— Por los momentos guardaré silencio, pero debes decirle que estás embarazada. Yo te voy a apoyar, Pero con esa condición.
— Gracias Mari.
— Voy a llevarte a mi casa o prefieres ir al departamento.
— No quiero ir a ninguno de los dos lugares.
— Es difícil dónde llevarte. Déjame buscar un sitio, Pero por esta noche quédate en el departamento. ¿Si?
— Está bien, pero no le digas nada a Antonella.
El doctor me dio de alta. María estuvo conmigo todo el tiempo. Me llevó al departamento.
— Jovencita— era el conserje— su novio me dejó las llaves por si venía.
Tomé las llaves. Entré al departamento.
— Está noche, ¿quieres que me quede contigo?
Mi cerebro estaba en alerta. Él dejó las llaves con el conserje y si él avisa que estoy acá.
— María, ¿Adrián se fue a Suiza?
—Si. Ayer viajó con mis tíos.
— Voy a descansar, puedes irte a tu casa Mari, si necesito algo, te llamo— Tomé mi celular.
— Está bien, pero me llamas.
— Si— Me acosté en la cama y ella salió del departamento.
Y si el conserje le avisa que regresé y él decide no tomar la rehabilitación por mi culpa.
Me siento cansada, que pase lo que tenga que pasar. Hoy solo quiero calmar mi alma y corazón.
Tomé un cuaderno y un lápiz y empecé a dibujar bocetos de ropa. Trazar líneas, poner puntos, me daba un poco de tranquilidad mental.
ADRIÁN JONES
Llegamos a la clínica, mis padres estuvieron presentes en el chequeo y en el diagnóstico.
— Decir un mes o un año de rehabilitación sería irresponsabilidad decirlo. Pero si empieza lo antes posible, se pueden ver avances. Todo es disposición y aceptar este reto— hablaba el doctor.
Mis pensamientos estaban en Yara. Firmé el papeleo.
Lo que hacía extraordinaria está clínica es que los pacientes se alojan en su propia villa o departamento y disponen de chofer, ama de llaves, cocinero y terapeuta personal, además de sesiones individuales diarias con un equipo de entre 15 y 20 psiquiatras, médicos, enfermeras, profesores de yoga, masajistas, nutricionistas, fisioterapeutas y terapeutas traumatológicos que informan mutuamente sobre el estado y los progresos de los pacientes después de cada cita.
Me ubiqué en una villa, mi papá había pagado una gran suma de dinero. Ellos regresaron a casa con Antonella el domingo por la noche.
Recibí una llamada de María por WhatsApp.
— María.
—Hola primo, ¿ya estás en Suiza?
— Sí. Tienes información de Yara.
— ¿Quiero que me digas que pasó exactamente con ella?
— No me regañes. Ella y yo somos o mejor dicho éramos novios.
— ok. Eso ya me lo dijo Anto.
— Ella se molestó y se fue del departamento porque, vio una o varias fotos de Mía. Para terminar peor la situación, Anto se quedó conmigo esa noche acompañándome por si ella llegaba. Ya sabes que soy un inútil solo. Y ella llegó y mal interpretó todo. El conserje nos dijo que ella había llegado a las 2 de la madrugada, subió Pero se fue. Sus llaves las dejó en la mesa.
— Dios perdóname por traicionar a una amiga. Pero primero está la familia.
—¿A quién vas a traicionar?
— A Yara. Ella está en este momento en el departamento. Hoy llegó un médico a buscarme a la casa y me dijo que ella estaba en el hospital, que lo único que ella recordaba era mi dirección.
— ¿Ella está bien? ¿Ella sigue enojada?
— Ella está embarazada.
Quedé sin palabras. Sentí una alegría en mi corazón.
— No me estás mintiendo.
— No. Claro que no. Yo no juego con esas cosas. Solo que ella no quiere que lo sepas. Además, su papá acaba de fallecer. Yo sé que tu rehabilitación es importante Pero ella está realmente mal. Su embarazo es de alto riesgo y emocionalmente está mal. Sinceramente, no sé qué hacer.
— No dejes que ella se vaya. Voy a ver cómo me regreso.
— Se me había ocurrido una idea, pero no sé cómo hacerlo. Quiero llevarla contigo, arreglen las cosas.
— Voy a llamarla.
— No le digas nada de lo que te dije. Yo estoy afuera del departamento por cualquier cosa. Hablaré con Antonella para que me ayude.
— Gracias María. No sabes cómo aprecio esto—María colgó la llamada.
Yara embarazada. Gracias Dios. ¿Una familia?
Llamé a Yara varias veces. Todas las llamadas terminaban en buzón en voz.
Hice mi último intento. Esta vez ella contestó, pero no decía nada.
— Yara, soy Adrián. Estoy en Suiza— escuchaba un sollozo — ¿Estás llorando? Dime algo, insúltame, Pero di algo.
— ¿Estás bien?— su voz estaba quebrada.
— ¿Estás en el departamento?
— Sí.
— Es tuyo, recuérdalo. Así como la tienda.
— Ok.
— No seas cortante conmigo.
— Buenas noches.
— No me cuelgues. Escúchame.
— No quiero— se escuchaba sus sollozos.
— Era Antonella quien estaba conmigo. No era nadie más. ¿Quién quería estar con un inválido? Sabes que solo soy un inútil, que necesito siempre de alguien para hacer las cosas— sentí que la voz tenía un bloque, pesaba.
— Me lo juras que era Antonella.
— Sí. Pregúntale. Ella no te va a mentir.
Un silencio otra vez.
— ¿Amor? No llores, perdóname por lastimarte, por gritarte, quiero que estemos bien. Yo solo te amo a ti y a nadie más.
— Adrián, yo también te amo. Te amo más que todo en este mundo.
— ¿Me perdonas?
— Creo que sí. Quisiera un abrazo tuyo, mi papá murió — Me dolía el corazón escucharla llorar.
Sentía impotencia.
— Tranquila amor. Mañana voy a buscar como regresar.
— No..No lo hagas. Rehabilítate, yo quiero que vuelvas a caminar y que seas modelo otra vez. Yo voy a ponerme bien, te lo prometo.
Ella no decía nada del embarazo.
— Mañana te llamo. Espero que me contestes. Deberías descansar. Prometo que pronto estaré contigo.
— Adrián, estaré bien. Te lo prometo.
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