Segundo libro de- UNA MUJER EN LA MAFIA. Aclarando solo dudas del primer libro. No es que es una historia larga. Solo hice esta breve historia para aclarar algunas dudas.
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Una mujer en la mafia
Simón se acercó a mí, con los ojos llenos de preocupación. Su expresión, aunque calmada, no podía ocultar la tensión que sentía al ver la dirección que estaban tomando las cosas. Su voz era suave, pero firme, cuando rompió el incómodo silencio.
—No tienes que ir sola, Adeline —dijo, su tono casi suplicante—. Si hay algo que aprender en todo esto es que no estás sola.
Le di una leve sonrisa, intentando tranquilizarlo, aunque sabía que no lo lograría del todo.
—No te preocupes, Simón —respondí, intentando sonar más segura de lo que realmente me sentía—. Esto es algo que tengo que hacer por mí misma.
Él frunció el ceño, pero no dijo nada más. Sabía que discutir conmigo no cambiaría mi decisión. Su mano descansó sobre mi brazo un segundo más antes de apartarse, dándome ese último gesto de apoyo silencioso.
Me giré hacia James y Amelia, que esperaban junto al auto. James estaba apoyado en la puerta del conductor, observándome con esa expresión indescifrable que siempre llevaba, mientras Amelia revisaba algo en su teléfono con aire distraído.
James abrió la puerta delantera del auto para mí, con un gesto que era más instintivo que cortés. Me subí sin decir una palabra, y en cuanto cerré la puerta, él y Amelia también se acomodaron en sus asientos.
El silencio dentro del auto era pesado, pero no incómodo. Era como si todos estuviéramos esperando el momento adecuado para hablar, para romper el hielo que nos envolvía. Miré por la ventana, viendo cómo las luces de la ciudad se deslizaban como un borrón a nuestro alrededor.
—No pensé que aceptarías tan rápido —dijo James finalmente, rompiendo el silencio con su voz profunda y controlada.
—No lo hice por ti —respondí sin mirarlo, mi tono cortante.
Lo escuché soltar una leve risa, esa risa que siempre me hacía querer golpearlo y, al mismo tiempo, me desarmaba.
—Claro que no —dijo, burlón—. Pero igual estás aquí.
Giré la cabeza para mirarlo, encontrándome con su típica sonrisa arrogante. Era imposible descifrar si estaba disfrutando del caos o si, en el fondo, esto también lo afectaba tanto como a mí.
Amelia, desde el asiento trasero, habló sin levantar la vista de su teléfono.
—Tal vez podrían casarse.
Giré un poco para mirarla, sorprendida por lo que dijo. Amelia tenía una manera de descolocarme, de hacerme sentir que ella siempre sabía más de lo que dejaba ver.
—Quisiera el —Dije finalmente, dejando que mi frustración se asomara.
James y Amelia intercambiaron una mirada rápida.
—No te preocupes, Adeline —respondió James, con esa voz suave que solía usar cuando quería calmarme— Tu eres completamente mía.
—¿Y qué relación tienen con mi hermano..? — cambie de tema.
—Somos novios —respondió con un tono de voz más neutro de lo que hubiera esperado. Como si fuera lo más normal del mundo.
Mi mente empezó a procesar la información. Era demasiada para una sola persona.
Me quedé en silencio un momento, recordando aquella conversación con Amelia, la que había tenido cuando me dijo que su madre había matado a su "novio". Pero ahora, esas palabras parecían tener un peso completamente diferente.
—Espera un momento —dije, deteniéndome en seco al darme cuenta de algo crucial. Miré a Amelia, sintiendo que la ansiedad se apoderaba de mí—. Aquel día que me dijiste que tu madre mató a tu novio... ¿no era él, verdad?
La pregunta quedó suspendida en el aire, como si no pudiera salir de mi boca. Pero cuando la respuesta vino, no me sorprendió tanto como lo que significaba para todo lo que había estado ignorando. Amelia me miró fijamente, sus ojos ahora llenos de una dureza que no había visto antes.
—Sí, lo era —confirmó, su tono grave. No había lugar para la duda. La respuesta fue simple, pero sus palabras fueron como una bofetada.— Mi madre lo mató, pero no lo terminó de matar. Lo saque de allí... y años después, él salió del país. Le hizo creer a mi madre que había muerto para que no lo buscara más.
La revelación me dejó helada. Mi mente, que había estado rebotando entre caos y confusión, ahora estaba completamente quieta. Todo lo que había dado por sentado, todas las piezas del rompecabezas, caían una sobre otra con una claridad aterradora.
—¿Y entonces tengo un hermanó que lo querían matar y está vivo? —mi voz sonó más baja, como si no pudiera procesarlo aún.
Amelia asintió lentamente, como si estuviera calculando cada palabra que iba a decir.
—Sí, está vivo. Y la razón por la que mi madre lo hizo fue porque no pudo matarte
El aire en el auto se volvió denso. La revelación de que el hombre que había sido considerado "muerto" no solo estaba vivo, sino que había estado oculto por años, cambió el curso de todo lo que sabía. Mi cabeza daba vueltas. ¿Quién más sabía esto? ¿Por qué me estaban contando esto ahora?
—Entonces, ¿Por que yo no sabía que él existía? —pregunté, casi sin darme cuenta. Había algo en mí que no podía dejar de conectar los puntos.
Mi mente seguía girando, luchando por encajar todas las piezas del rompecabezas, pero una pregunta seguía asomándose entre todas las demás: ¿por qué no sabía nada de la existencia de mi hermano? Había vivido toda mi vida con la idea de que era hija única, sin una pizca de información sobre otro miembro de la familia. Pero ahora, todo eso había cambiado, y la sensación de que algo se me había ocultado durante años se apoderaba de mí.
—¿Por qué mis padres me ocultaron a mi hermano? —pregunté, la voz teñida de una mezcla de indignación y confusión. Miré a James y Amelia, sin saber bien cómo pedir respuestas. Mi mirada se detuvo en James, esperando que me diera alguna explicación.
James, al parecer, estaba más que acostumbrado a mis interrogantes. Su expresión, que siempre había sido de una calma fría, se oscureció un poco, como si no quisiera entrar en ese terreno. Me miró fijamente, luego desvió la vista hacia el parabrisas, como si la respuesta no fuera algo que quisiera compartir.
—No deberías saberlo de nosotros, Adeline —dijo, con un tono bajo, casi como si estuviera dando una orden. Su voz sonaba firme, pero había algo de desasosiego en ella, como si también estuviera luchando con la gravedad de la situación. Me miró otra vez, pero esta vez su mirada estaba cargada de una advertencia. —Tu hermano tiene sus propios secretos. No soy yo quien debe contarte eso.
Mi estómago se revolvió ante sus palabras. ¿Cómo podía decirme eso? La frustración crecía dentro de mí, pero me di cuenta de que no iba a obtener respuestas de inmediato. James tenía una forma de manejar las cosas, de controlar la información y, en este caso, parecía no estar dispuesto a revelar más.
Intenté preguntar más, pero antes de que pudiera abrir la boca, me detuvo con un gesto.
—Lo que tienes que saber sobre tu hermano, lo sabrás de él, no de nosotros —dijo, como si ya no hubiera más discusión al respecto. Su tono era claro, definitivo, como si se estuviera cerrando una puerta.
Mi corazón dio un vuelco. La idea de que mi hermano estuviera involucrado en todo esto, de que él fuera la clave de muchas respuestas, me dejó en shock. ¿Qué tipo de persona sería? ¿Por qué James, de todos, me estaba advirtiendo que él debía ser quien me hablara? No podía comprender cómo todo esto me había pasado por alto.
Tragué saliva, luchando con mi propia frustración, pero me vi obligada a aceptar la situación. Si James lo decía, debía ser por alguna razón. Y aunque no me gustaba, no tenía más opción que esperar.
—Así que... ¿tengo que esperar a llegar a su casa? —pregunté, aún en un tono de incredulidad.
James asintió, y en su mirada podía ver que este no era el momento ni el lugar para hablar de todo lo que rodeaba a mi hermano. Sabía que aún había mucho más de lo que no me estaba contando. Me sentí impotente, atrapada entre mi curiosidad y la necesidad de seguir adelante.
Amelia, que hasta ese momento había permanecido en silencio, miró la escena sin mucho interés, como si fuera un espectador más de una película que ya había visto demasiadas veces.
—Sí —respondió de manera indiferente—. Ya te lo explicará él. Es mejor que te aguantes hasta llegar allá.
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