Adrian creía que la suerte rara vez estaba de su lado, especialmente cuando perdió su trabajo debido a la homofobia. Su vida se complicó aún más cuando un accidente lo dejó atropellado, lo que le costó una entrevista de trabajo crucial. Sin embargo, lo que no podía prever era que la suerte a veces se manifiesta de maneras inesperadas. Ser atropellado por Benicio no solo cambiaría la trayectoria de su vida, sino que también desataría una serie de sentimientos intensos y lo llevaría mucho más allá de lo que jamás imaginó.
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Capítulo 14
El silencio en esa habitación se había prolongado por unos minutos, y Benicio estaba detenido frente a la ventana, manos en el bolsillo, mirando hacia fuera. El otro hombre en la sala lo observaba en silencio. Benicio permaneció así un rato antes de girarse y enfrentar al hombre.
— ¿No es eso agotador? — preguntó Benicio al hombre frente a él.
El terapeuta de Benicio esbozó una leve sonrisa, cruzó las piernas y acomodó la pequeña libreta y el bolígrafo que sostenía en sus manos, antes de responder a su paciente.
— Depende. ¿De qué hablas?
— De estar ahí parado, esperando a que tus pacientes decidan decir algo.
El terapeuta contestó:
— Eso es parte de mi trabajo. No puedo obligar a mis pacientes a hablar y abrirse. Necesito que cada uno lo haga, para poder llegar al origen y a la solución de sus problemas. Tengo que respetar el tiempo de cada uno. He tenido casos en que la persona pasaba todo su tiempo sentada en silencio, hasta que decidía abrirse — respondió intentando aclarar esa duda.
— Pero usted ya sabe cuál es mi problema, mi anormalidad.
— Como ya dije antes, no eres una persona anormal, Benicio. Lo que tenemos que trabajar aquí es tu aceptación de lo que sientes y lo que eres. Tu problema no es algo para lo que pueda recomendar una terapia o prescribir un medicamento para que desaparezca. Ya te hice esta pregunta una vez y te la voy a hacer de nuevo: ¿estás feliz siendo quien finges ser?
Benicio, en el fondo, conocía la respuesta, pero se resistía a admitir lo que ya sabía. Se ocultaba detrás de un personaje que él mismo había creado, pero era constantemente confrontado por su verdadero yo.
— No lo estoy, pero tampoco quiero ser esa otra persona. Necesito ser lo que siempre esperaron de mí: un líder con una carrera brillante, un padre de familia con una esposa e hijos.
— Pero, ¿y acerca de lo que tú quieres? ¿Dónde están tus deseos y voluntades? ¿Dónde quedaron a lo largo de estos años? Ya hemos hablado sobre la razón de tus crisis. Te impones una presión muy grande sobre ti mismo, Benicio, y eso es lo que causa toda tu ansiedad — explicó de nuevo, buscando hacerle entender.
— Todo eso ya lo sé. Lo que quiero saber es cuándo estaré curado. ¿Cuándo dejaré de tener estos pensamientos y deseos absurdos? — Benicio volvió a mirar hacia la ventana.
— No tienes ninguna enfermedad que curar. Estás pasando por un proceso de negación, Benicio. Lo primero que necesitas dejar atrás son las palabras que te dijeron en el pasado, cuando descubriste cómo te sentías.
Benicio fue llevado de vuelta al pasado y a los recuerdos de las palabras que oyó. Sabía que su terapeuta lo estaba confrontando directamente, algo necesario, pero no fácil de afrontar.
— No es fácil — respondió con resignación.
— Lo sé, por eso estamos aquí, para que aprendas a lidiar con eso y superarlo.
— Pero, ¿y acerca de la persona de la que hablé? — Ya había mencionado a Adrián en esa consulta.
— ¿Has pensado que tal vez él puede ser la llave para abrir la puerta que insistes en mantener cerrada? Deja que las cosas sucedan de forma natural y no fuerces un retroceso.
— ¿Está sugiriendo que cancele mi compromiso? — Benicio se giró una vez más para mirar al terapeuta.
— ¿No es algo que ya has considerado antes?
Una vez más, había sido confrontado con la verdad. Ya había considerado esa posibilidad varias veces. Siempre que hablaba sobre el matrimonio, se sentía presionado, como si fuera su única opción, su escapatoria de la realidad. Aunque la verdad fuera atormentadora, pensar en pasar la vida con Carla le parecía todavía peor.
Después de otra sesión con verdades dichas, incluso si no estaba de acuerdo, terminaría reflexionando sobre ello. Benicio se fue a la oficina, donde era aún más difícil estar, puesto que veía a Adrián constantemente, lo que le hacía pensar más sobre ese hombre. Como había pasado parte de la mañana fuera de la oficina, Adrián tuvo que ajustar su agenda. Cuando Benicio regresó, fue informado de los cambios y, mientras su empleado le pasaba la información, Benicio evitó mirar en su dirección, algo que Adrián no pasó por alto, y pensó que Benicio estaba de mal humor.
— ¿Podemos continuar con estos horarios, señor? ¿O desea cambiar algo?
— No, sigue con cada uno de ellos. Pero en la reunión del almuerzo, iré solo esta vez. Tú puedes ocuparte de las demás tareas. Cuando regrese, podemos discutir los detalles de algunos documentos — Benicio dijo esto sin mirar a Adrián.
Adrián salió de la oficina de Benicio y se quedó pensativo. Aunque no conocía muy bien a Benicio, notó que algo estaba diferente. No sabía si era por su error del día anterior o si había algún problema personal. Sin embargo, decidió no cometer más errores ese día, pues no quería que la situación empeorase.