Rowellin sólo quería una familia, un hogar propio y un esposo amoroso, pero, en lugar de eso, se encontró con demonio, el mismísimo diablo llamado; Artemis Winchester.
Atención, esa historia es moralmente cuestionable, no apto para sensibles. Rowellin es la hija de Kendric Maynard (Historia de "Ya no te amo").
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Capítulo 10
Verla en ese vestidor, usando el vestido que yo escogí, como si fuera mía; fue como un sueño hecho realidad que ni siquiera sabía que tenía.
Su modo de caminar con tacones era torpe y poco elegante, pero no me importaba. Parecía una conejita asustada al que acababan de ponerle un disfraz, pero, aun así, se veía hermosa.
Rodeé la cintura de mí conejita y comencé a guiarla por todos lados, hasta que finalmente llegamos al hotel emperador. Ella estaba deslumbrada, es fácil sorprenderla, ya que nunca en su vida ha visto cosas de calidad.
Cuando ingresamos a la suite, casi se puso a babear al ver la comida y, cuando preguntó si podía comer un poco, no lo pude evitar y me reí. Ella es tan linda, inocente y dulce, ¿Realmente creyó que tenía una reunión con socios? Pues estaba equivocada, mí reunión era con ella, con mí conejita.
Comencé a alimentarla, cuándo me contó que había besado a un niño en el orfanato, una sensación de incomodidad comenzó a surgir en mí estómago, abarcando parte de mí pecho. No sabía qué era eso, pero me molestó muchísimo escuchar que ella había besado a ese maldito niño. Más le vale que no haya sido el estúpido jardinero, o lo mataré con mis propias manos.
Cuándo admitió que nunca había besado a un hombre de verdad, un sentimiento de satisfacción me invadió, sonreí orgulloso, eso significaba que mí conejita es pura, absolutamente pura para mí.
Ver esos hermosos ojos zafiros, y aquéllos labios carnosos carmesí, me hizo sentir débil. Olvidé cualquier sentido común que antes tenía, mis deberes, obligaciones, mí imagen, todo lo perdí. Y lo único que quedó en mí mente era; lujuria.
El deseo de corromper a ésta pequeña niña, el conejito que ingresó voluntariamente a la guarida del lobo.
En el momento en que probé su dulce lengua, perdí el control. Comencé a besarla con vehemencia, deseo y locura. Tragandome cada pequeño jadeo que se escapaba de su pequeña boca.
Ella era tan dulce y, lo que es mejor aún, era mía. En el momento en que la besé, supe algo que antes evitaba; Rewellin era mía, y nadie iba a apartarla de mí lado. Ni los Winchester, ni los Novikov.
Mí conejito me pertenece, llegó a mí por obra del destino, y se quedó por voluntad propia. Es por eso que jamás la dejaré ir.
—N-No puedo respirar... –La encontré luchando contra mí agarré ya que perdí el control y olvidé que la niña ni siquiera sabía cómo besar correctamente–.
Su cuerpo entero estaba cubierto de un tinte rojo, sus ojos estaban cristalinos por la excitación que le hice sentir; era la vista más caliente que he visto en toda mí jodida vida. Ni la mejor puta del mundo, podría hacerme sentir lo que Rowellin con sólo una simple mirada.
Su pequeño cuerpo temblaba, eso me causó ternura y orgullo. Ella estaba así por mí, yo era el motivo por el cuál ella ahora tenía los sentimientos a flor de piel, ¿Y qué les digo? Fue una subida de ego.
—¿Estás bien, conejito? –Pregunté, con una voz sorprendentemente suave, acaricié su mejilla y ella asintió levemente–. ¿Te gustó cómo besa un verdadero hombre? –Sonreí, ella estaba tan avergonzada que miró rápidamente hacia otro lado, mí conejito buscaba un lugar donde esconderse pero eso no iba a ser posible–.
—N-No vuelva a hacer eso... –murmuró, mientras sus manitas se apretaban en puños, tratando de tomar valor–. U-Usted está casado, ¡Y no está bien que le haga ésto a su esposa?
Mí sonrisa burlona se borró al instante, tomando nuevamente mí expresión estoica. Agarré su mandíbula con fuerza y la acerqué a mí.
—A mí nadie me dice qué hacer, yo soy Artemis Winchester, hago lo que quiero cuando quiero.
Ella temblaba, ésta vez era por miedo. Le había levantado la voz y mí conejito estaba asustado. Solté un suspiro y aflojé mí agarre, acaricié su rostro con sumo cuidado, mientras apoyaba mí frente sobre la suya.
—Me gustas, conejito –admití, mientras la miraba a los ojos–. No amo a mí esposa, quiero estar con mí conejito, no me alejes, ¿De acuerdo?
Ella iba a responder pero la detuve, besando sus labios nuevamente, pero con más tranquilidad.
—Si me aceptas, te daré todo. Todas las casas que quieras, los autos que te gusten. Muchísimos vestidos y zapatos, maquillaje... ¡Te lo daré todo! Simplemente sé mía, conejito.
La tentación estaba en su mirada, estaba seguro de que aceptaría, quiero decir, ¿Quién no lo haría? Esa propuesta es el sueño de toda mujer.
—¿P-Puede darme tiempo para pensarlo? –Preguntó tímidamente, y asentí, no me importaba darle tiempo, porque sabía que pronto vendría corriendo a mis brazos–.
—Claro, conejito, tomate todo el tiempo que quieras.
Gracias a q la despediste ,fue q se decidió handar con tu esposo!!
Ella no gusta de Rowellin