Recuperando La Felicidad

Alex, tápate —le grité, mientras me cubría la cara con las manos.

—Ada, ¿por qué te pones tan roja? me dije a mí misma mientras sentía cómo un enorme calor recorría toda mi piel.

—Lo siento, pensé que no estabas, por eso salí, no sabía que llegarías tan rápido —me dice mientras siento que se va hacia el baño.

—Para la próxima quédate en el baño y cámbiate allí —murmuro mientras intento calmar el calor en mi rostro.

Alex sale del baño e intento disimular mis mejillas rojas, pero no puedo. Alex parece notarlo, porque alza una ceja. Lo miro y salgo corriendo hacia el baño.

Entro al baño y me miro al espejo. No puedo creer que tenga las mejillas rojas, parezco un tomate. ¿Qué me pasa? me digo a mí misma mientras me echo agua en la cara. Luego me meto a la ducha y me doy un baño.

Minutos después.

Me pongo un traje de baño de dos piezas de color negro, luego unos shorts y una camisa. Después de organizarme, me dirijo al lobby, donde me esperan los chicos.

—Okey, ¿y para dónde vamos? —pregunto mientras me acomodo la camisa.

—¿Qué te parece si vamos a caminar por las calles y las tiendas? Ya en la noche hacemos una fogata en la playa —propuso Amelia, y todos dijimos que sí. Salimos del hotel y comenzamos a caminar por los puestos de artesanías y tiendas.

Llegamos a un lugar lleno de tiendas y hermosas artesanías. Los chicos se quedaron en un puesto de comida, mientras nosotras estábamos en un lugar lleno de artesanías y conversando.

—Ada, ¿qué te parece Alex? —me pregunta Amelia mientras mira unas pulseras.

—Jumm, ¿qué te digo? Me parece un grosero, y pues, es lindo, pero nada que ver —cuando terminé de hablar, noté una mirada un poco extraña de parte de Amelia.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? —intenté descubrir por qué me miraba de esa manera, pero no logré ver nada en su mirada.

—Nada, solo que tú eres ese tipo de chica que, por muy mal que te traten, siempre te quedas callada y sigues ahí sin siquiera decir nada. Y también es que nunca te había visto decir que un chico es lindo, pero esta vez es diferente. Le dijiste las cosas en la cara, y además, dices que es lindo. Creo que te ves diferente —me dijo Amelia, con una cara de asombro y felicidad, mientras dejaba la manilla en su lugar.

—¿Pero qué? Sabes muy bien que no me gusta tratar mal a las personas. Sé lo que se siente que las personas que amas te den la espalda y te traten muy mal, por eso siempre me quedo callada. Y pues, en cuanto a lo de lindo, no sé, solo me lo parece —le dije mientras miraba un bolso hermoso de color negro y me dirigía hacia él.

—No puede ser, en verdad te gusta. Ada, él causó un gran impacto en ti, tanto que no quieres parecer débil frente a él —me miró con ojos incrédulos.

—No, Ada, eso no puede ser cierto. Él no te puede gustar...