Oliver es un joven aventurero que quiere recuperar el alma de su hermana mayor, pero el mundo le recarcará lo difícil que será su deseo para alguien como él. ¿Podrá cumplir con su cometido? Acompáñalo junto a su grupo de compañeros: Evelyn, Richard, Ginna y Victoria, quienes a pesar de tener distintos motivos, comparten un mismo destino, el continente oscuro. Para ello, deberán unirse a la Unión de Asalto antes de su excursión hacia el continente oscuro.
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Pasillo oculto
—¡Uahhhhh, qué oscuro está!, exclamó Oliver, mientras sacaba unos cristales mágicos que iluminaron ligeramente el ambiente. Su rostro reflejaba una mezcla de curiosidad y cautela.
—¿No se suponía que debía haber iluminación?, preguntó Lyam con una pizca de ansiedad, notando cómo la oscuridad se extendía a lo largo de los pasillos.
Ginna, tratando de calmar su inquietud, explicó con voz tranquila: —Con el paso del tiempo, los cristales de luz pierden intensidad hasta que finalmente se apagan. Su tono era sereno.
El eco de sus pasos resonaba en las frías paredes de piedra mientras Oliver, Ginna, y sus compañeros, Lyam y Henry, se adentraban en la mazmorra. La luz del cristal de Oliver proyectaba sombras danzantes en los muros, creando una atmósfera inquietante y misteriosa, a pesar de que el mapa les guiaba por el lugar.
—¿Estás seguro de que no dejamos nada atrás?, preguntó Ginna, con su voz reverberando en el pasillo vacío.
—Creo que no, respondió Lyam, examinando el mapa con detenimiento. —Por aquí no hay indicios de cofres o pasillos ocultos, así que podemos continuar. Su voz era firme y segura.
Tras caminar un buen rato, Oliver se detuvo frente a una de las paredes, frunciendo el ceño. —Oigan, ¿no hemos pasado ya por aquí?, preguntó con duda evidente.
—¿Por qué lo dices?, indagó Ginna, girándose para mirarlo, visiblemente intrigada.
—No sé, solo tengo la sensación de haber visto el mismo agujero en la pared al menos tres veces, respondió Oliver, su voz teñida de un ligero nerviosismo.
—Ahora que lo mencionas... Henry adoptó una postura pensativa, tratando de recordar.
De repente, un ruido de asombro escapó de Lyam, haciendo que todos se volvieran hacia él. —¡Aquí lo dice!, exclamó, señalando con entusiasmo una esquina del mapa.
—¿Qué dice?, preguntaron todos al unísono, con creciente interés.
—Pasillo de los espejos. Debemos girar siempre a la izquierda hasta salir de él, dijo con una chispa de satisfacción en su voz.
Todos dirigieron su mirada a Lyam antes de soltar una carcajada al unísono. —¡Jajaja, qué tonto!, exclamó Henry con burla.
Siguieron su camino, concentrándose más en el mapa. Más adelante, se detuvieron en una sala amplia que destacaba por un gran cofre en el centro. Se acercaron llenos de expectativa y emoción al abrirlo, pero esa emoción se desvaneció casi de inmediato al descubrir que estaba vacío.
—Haaa, otro más, dijo Oliver dejando escapar un gran suspiro de frustración—. Deberíamos tomarnos un descanso.
Los demás asintieron, coincidiendo con Oliver. Una vez sentados en el suelo, comenzaron a sacar algunos bocadillos que habían traído consigo.
—Oye, Oliver, comento Lyam mientras mordía uno de los bocadillos—, nunca había encontrado el momento para preguntar, pero, ¿tu padre no fue parte de la unión de asalto? He oído muchas cosas sobre él. Dicen que era alguien extraordinario. Debe ser genial tener un padre tan impresionante.
Oliver sintió sus dedos tensarse momentáneamente al escuchar la pregunta de Lyam. Este gesto no pasó desapercibido para Lyam, quien preguntó con preocupación si algo andaba mal.
Ginna estaba a punto de intervenir cuando Oliver, con la mirada fija en el bocadillo que sostenía en su mano derecha, respondió: —Supongo que mi relación con él es un poco complicada.
—Ya veo... Respondió Lyam, dejando que el silencio comenzara a asentarse entre ellos. Pero fue Ginna quien rompió esa tensión silenciosa, sugiriendo con firmeza que deberían continuar y no perder más tiempo.
El grupo se levantó y continuó su camino, adentrándose más en la mazmorra. Pasaron por corredores estrechos y escaleras empinadas, siempre atentos a cualquier señal de algo que hubieran pasado por alto.
El frío de las paredes y la penumbra del lugar les provocaban una sensación de intranquilidad.
Continuaron su inspección, encontrando solo polvo y telarañas. Cada sala revisada despertaba en ellos curiosidad en las batallas libradas y los tesoros encontrados en aventuras pasadas, pero hoy, la mazmorra estaba en silencio, como si guardara sus secretos para sí misma.
Sin saber realmente la hora decidieron tomar una siesta tomando turnos.
Un día después siguieron adelante, explorando cada rincón y cada grieta. La luz que lograba reflejarse por las paredes iluminaba con un brillo tenue sus rostros.
En una sala circular, encontraron un mosaico en el suelo que no habían notado antes. —Esto es interesante, dijo Oliver, arrodillándose para examinarlo. Sus ojos brillaban de curiosidad y sus dedos recorrieron el mosaico con reverencia. —Parece contar una historia.
El mosaico mostraba una batalla épica entre guerreros y criaturas míticas. —Quizás esta mazmorra fue alguna vez un lugar de gran importancia, especuló Ginna, admirando el arte. La admiración en su voz era innegable, y sus ojos parecían perderse en la historia que el mosaico contaba.
—Es posible, respondió Lyam. —Pero parece que todo lo valioso ya ha sido llevado. Una sombra de desilusión cruzó su rostro.
—Aunque si lo pensamos bien, cualquier tesoro que nos encontremos el gremio nos lo quitará, expresó Henry.
Un silencio se mantuvo hasta que todos en sincronía dejaron salir un gran suspiro en resignación.
Después de días de exploración, el grupo llegó a una gran cámara que era el final de la mazmorra. Las paredes estaban decoradas con tapices antiguos y había un trono vacío en el centro, también muchos rastros de antiguas peleas se hacían presentes. —Este lugar debió ser impresionante en su apogeo, dijo Henry, acercándose al trono. Su voz tenía un matiz de asombro y respeto por la majestuosidad que aún parecía impregnar el aire. —Ahora solo es una sombra de lo que fue.
—Pero aún así, tiene su propia belleza, añadió Ginna, mirando a su alrededor. Una paz melancólica envolvía a la sala, y Ginna sintió una extraña conexión con el pasado que parecía susurrar entre las paredes.
Finalmente, después de examinar cada rincón y asegurarse de que no quedaba nada por descubrir, el grupo decidió que era hora de regresar. Mientras se alejaban de la misteriosa mazmorra, Oliver se detuvo un momento, grabando una línea en una de las paredes con gesto decidido.
Todos lo miraron con curiosidad, preguntándose por qué lo hacía. Oliver sonrió con y explicó que, aunque la mazmorra estaba vacía, habían logrado completarla. La tensión se relajó y todos rieron con complicidad al comprender el gesto.
Henry, con su habitual chispa, propuso: —Oigan, ¿qué tal si disfrutamos de lo que queda de víveres antes de partir?
Asintieron animadamente, y se sentaron en el suelo frío y húmedo, rodeados por las sombras de la mazmorra. La calidez de su amistad transformó el ambiente sombrío mientras conversaban, su confianza había crecido lo suficiente como para bromear sin reservas.
Después de un rato, ya era tiempo de partir. Al levantarse, Ginna se apoyó inadvertidamente en una roca de la pared, la cual se hundió con un "clic" ominoso. De repente, el suelo comenzó a fracturarse, y el grupo se vio lanzado a través de un tobogán subterráneo.
—¡Ahhh, qué diablos!, gritaban nerviosos mientras descendían a gran velocidad.
—¿Lyam, esto estaba en el mapa?, preguntó uno de ellos, todavía agitado por la adrenalina.
Lyam, tambaleándose por la velocidad, respondió que el mapa había quedado arriba, pero dudaba seriamente que alguna vez hubiera mostrado esta trampa.
De repente, sintieron que el suelo se desvanecía bajo ellos, y el vértigo del vacío los envolvió. Atravesaban el aire a gran velocidad, cuando Ginna, con firmeza, gritó: —¡Todos preparados para el impacto!
El consejo resonó justo antes de que un tremendo estruendo los envolviera al chocar contra el suelo en una nube de polvo y fragmentos.