Novela finalizada. Escribo con amor, por lo que espero lo mismo de ustedes.
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Cap 22
Cap 22
No pasa mucho tiempo antes de que sus hermanas, María y Ariadna, se reúnan con nosotros en la cocina, sus rostros reflejando una mezcla de preocupación y rabia.
—Esa mujer llegó aquí montando un escándalo —comienza Klaus, su voz grave, cargada de furia contenida—. Insultó y golpeó a Samantha y luego, como si fuera poco, también golpeó a nuestra madre.
María, que ha permanecido en silencio hasta ahora, avanza hacia mí, apartando con suavidad a Klaus para ver mi rostro. Me quita el paño frío, revelando la gran marca rojiza que adorna mi mejilla. Su mirada es una mezcla de angustia y una resolución férrea.
—Lamento no haber llegado a tiempo para evitar que Sam saliera —dice, con la voz teñida de frustración—. Porque lo que quería esa mujer desde el principio era golpearla. Pero no se salió con la suya sin consecuencias; le di sus buenas bofetadas después de que ella me golpeara primero. Las cámaras de seguridad de esta propiedad tienen audio, y eso será perfecto para la demanda que pienso ponerle a esa maldita. No le voy a dejar ni una gallina.
Sus palabras son tan duras como lo que siento en mi pecho. Todo esto me supera, y el dolor físico es apenas un eco de la angustia que me consume. María, como una madre preocupada, se acerca y me acaricia el cabello con ternura.
— ¿Estás bien, cariño? —me pregunta, sus ojos examinando cada rincón de mi cuerpo en busca de algún otro daño—. ¿Solo fue en el rostro?
Asiento, incapaz de articular palabra, mientras Ariadna saca su teléfono y me toma una fotografía.
—Lo siento, cariño —me dice suavemente, pero con un tono que deja claro que es algo necesario—. Esto es evidencia.
Mientras tanto, Octavio está al teléfono, probablemente coordinando la llegada de las autoridades o de algún abogado. Me siento agotada, solo quiero subir a mi habitación y llamar a Thomas. Necesito que se encargue de esto.
—¿Pueden traerme mi móvil, por favor? Está en la mesita de luz en la habitación de Klaus —les pido, mi voz quebrada, como si cada palabra fuera un esfuerzo.
Hasta ahora, no había notado que haya más personal dentro de la casa, todos moviéndose con rapidez pero en silencio, como sombras que se aseguran de que todo esté bajo control. Briseida, la más pequeña, se ofrece inmediatamente.
—Yo voy por tu móvil, Samy. —Se detiene un segundo, mirando a su hermano mayor y luego a mí—. Deberían llamar a la policía ya un médico para que la revise. ¿Qué tal si esa mujer tocó a Sam en el vientre y no se dio cuenta?
Sus palabras son como un golpe en el estómago. Briseida, con los ojos llenos de lágrimas que amenazan con desbordarse, me hace ver la gravedad de la situación.
—No te preocupes, pequeña —le digo, tratando de sonreír aunque siento un nudo en la garganta—. Estoy bien y el bebé también.
Asiente, pero aún con preocupación en los ojos, se va en busca de mi móvil. Sin embargo, es Ariadna quien toma la palabra a continuación, con una firmeza que no deja espacio a discusión.
—De todos modos, después de que venga la policía, debes ir a un hospital para estar seguros, Sam.
Asiento lentamente, aunque la idea de salir de esta casa me aterra en estos momentos. Pero sé que tienen razón. Todo esto es más grande que mi orgullo o mi miedo. Es por el bebé, por mí, y por todos los que me rodean. Klaus me toma de la mano, su mirada llena de tristeza, y en ese momento, siento que no estoy sola en esto.
—No puedo creer que te haya levantado la mano, esa mujer es una salvaje —dice Klaus, su voz cargada de incredulidad y furia contenida.
Le sonrió tristemente, consciente de que para mí, esto no es nuevo. He enfrentado su violencia antes, y aunque me duele, ya no me sorprende.
—No sería la primera vez, cariño. No te preocupes —le respondo, intentando restarle importancia, aunque sé que mis palabras no lo tranquilizan en absoluto.
Klaus me baja del mesón con cuidado justo cuando Octavio ingresa a la cocina acompañado por la policía. El ambiente cambia inmediatamente, y todo se vuelve más tenso. Octavio se encarga de relatar lo sucedido con detalle, mientras uno de los oficiales me toma la declaración. Cuando me preguntan si quiero tomar acciones legales contra Margaret, la respuesta se forma en mi mente con una rapidez que me sorprende: ¡Claro que sí quiero! ¡No ha respetado mi condición!
María, que hasta ahora se ha mantenido firme y serena, está hecha una furia contenida. Sin embargo, su educación y modales prevalecen mientras le explica al oficial que también fue golpeada. Con un gesto controlado pero cargado de indignación, le muestra su mejilla amoratada y exige que Margaret sea detenida. Su voz es firme y su mirada implacable.
—Quiero que la arresten por irrumpir violentamente en nuestra morada, por golpear a Samantha estando embarazada y por la humillación que hemos sufrido —declara María, su tono no deja lugar a dudas sobre la seriedad de sus palabras.
Sus hijas, que han estado a su lado todo este tiempo, apoyan cada palabra con una determinación silenciosa pero palpable. En ese momento, siento que María está más que preparada para enfrentar lo que sea necesario. Es como si esta situación fuera solo la punta del iceberg, el comienzo de algo más grande, y ellas están listas para lo que venga.
Yo, en cambio, me siento atrapada entre la indignación y la necesidad de justicia. Pero al ver la fuerza de María y el apoyo incondicional de sus hijas, algo en mí se endurece. Esto no puede quedar así.
—Yo solamente vine hasta aquí a hablar con Derek sobre nuestro hijo y esa bruja no se contuvo a la hora de golpearme, de insultarme y de rebajarme con acusaciones falsas sobre la legitimidad de mi embarazo.
Klaus me toma de la mano, transmitiéndome su fuerza, y aunque mi corazón late con fuerza, sé que no estoy bien.
—Él se llevó a su madre, pero prometió volver para hablar contigo. No estoy seguro de que sea el momento oportuno, estás muy alterada, cariño —dice Klaus con suavidad, intentando calmarme mientras la policía se retira.
Sin darme tiempo para protestar, Klaus me toma en brazos y me lleva a su habitación. Le insisto que no es necesario, que puedo caminar, pero él me ignora con una sonrisa y repite una y otra vez que lo hace porque quiere mimarme. Es una pequeña distracción que agradezco, aunque el peso de lo sucedido sigue oprimiendo mi pecho.
Un rato después, suben una bandeja con el desayuno. Aunque la angustia sigue presente, devoro la comida. No puedo permitirme descuidar mi alimentación; mi bebé lo necesita y yo también, para mantenerme fuerte.
—Ay, cariño. ¿Qué te han hecho? —exclama Emilie al entrar en la habitación junto con las hermanas de Klaus. Mi amiga se sienta en la cama y me envuelve en un abrazo cálido, y las lágrimas que he estado conteniendo se desbordan sin control.
—Esa maldita desgraciada —susurra con rabia contenida, mientras las hermanas de Klaus la apoyan.
Le cuento lo sucedido mientras yo intento concentrarme, pero mi mente está en otra parte, abrumada por el dolor y la preocupación.
—El abogado y el médico están aquí, Sam —informa María al entrar en la habitación con dos hombres tras ella—. El médico te revisará y te hará una ecografía para asegurarnos de que tú y el bebé están bien. ¿De acuerdo?
Mi amiga y las chicas se levantan para salir de la habitación, dejando
—Quiero iniciar una demanda por agresión y por haberme insultado de esa manera —digo, con determinación—. No vine aquí para pelear con ella, pero esta es la última vez que me trata como basura. Arruínala.
—Ya era hora que tomes medidas, Samantha —asiente mi abogado con aprobación.
—También voy a querer sus servicios, señor Lewis —agrega María—. Pero por ahora, espera en la sala hasta que vaya a verlo.
El médico se acercó a mí, con una expresión profesional pero cargada de empatía. Sus manos, firmes y seguras, tocaron con delicadeza la almohadilla sobre mi mejilla, evaluando la gravedad del golpe. Sentí el suave contacto de sus dedos, que aliviaron un poco la punzada de dolor. Con voz calmada, me explicó que, afortunadamente, no había fractura, aunque el moretón tardaría en sanar, recordándome cada día el impacto de la violencia de Margaret.
Luego, se dispuso a preparar el equipo para realizar el ultrasonido. Cuando aplicó el gel frío sobre mi vientre, un escalofrío recorrió mi piel. La mezcla de nerviosismo y alivio se entrelazó en mi pecho mientras observaba la pantalla que se encendía. El sonido del latido del corazón de mi bebé llenó la habitación con un ritmo fuerte y constante, y por un momento, todo lo demás se desvaneció.
—El bebé está perfectamente bien —anunció el doctor con una sonrisa tranquilizadora—. No hay señales de daño, así que puedes estar tranquila. ¿Quieres saber el sexo?
El corazón me dio un vuelco de emoción. —¿Es una pequeña Sam? —pregunté, dejando escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo.
El doctor esbozó una sonrisa, como si se hubiera dado cuenta de algo especial en mi pregunta. —No deja de sorprenderme el instinto de madre. —Mientras limpiaba mi vientre, me di cuenta de que, efectivamente, mi barriguita comenzaba a notarse. —Felicidades, señora Moore, es una pequeña Sam.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, esta vez de puro alivio y alegría. Saber que mi bebé estaba a salvo y descubrir que era una niña, mi niña, era más de lo que podía soportar sin emocionarme.
María, que había estado observando todo en silencio, no dejó pasar la oportunidad. A pesar de la alegría por la noticia, no perdía de vista la gravedad de los hechos. —Doctor, debido a lo sucedido, me gustaría contar con su declaración de ser necesaria. Mi nuera va a demandar a esa mujer.
El doctor asintió con seriedad. —Por supuesto, no dude en llamarme.
Después de su partida, Klaus se inclinó hacia mí y besó mis labios con ternura. —¡Es una niña! Estoy tan feliz por ti, Sam.
Pude ver la felicidad reflejada tanto en sus ojos como en los de María, que se acercó a besar mi frente. —Felicidades, cariño. Esa niña será tu luz, tu cielo, tu sol y tus estrellas. No hay amor más real y fuerte que el de una madre por su hijo. ¿Necesitas algo?
Mis emociones estaban a flor de piel, y las palabras de María solo intensificaron mi gratitud. —Muchas gracias, María. Estoy bien, solo quiero descansar un poco.
María asintió comprensiva. —Me quedaré con ella, ve con el abogado. Papá debe estar más alterado que nunca.
—Bien, cualquier cosa me llamas, hijo. Iré a ver al abogado, y lo de las gallinas no era broma. Donaré a la caridad cada dólar que le saque a esa primitiva.
María salió de la habitación y Klaus, sin perder tiempo, se quitó el calzado y se metió a la cama conmigo. Su abrazo fue cálido, protector, exactamente lo que necesitaba en ese momento.
—Bien, cariño, ¿Qué quieres hacer? ¿Ver una peli, dormir, que te llene de besos y demos por concluido mi plan? —susurró con una voz casual pero sugerente, dejando entrever sus intenciones juguetonas—. Dime, Sam.
Sonreí, sintiendo cómo su presencia disolvía el estrés del día. —Lo quiero todo, y tendremos mucho tiempo para hacer todo eso y más. Pero por ahora, solo abrázame.
Y así lo hizo, envolviéndome en un abrazo que prometía protección, amor y todo lo que el futuro nos deparara.
La tarde llego, fui informada de que Emilie y Eliot se quedaran aquí conmigo también y que María y Octavio están hace horas encerrados en el despacho con mi abogado Thomas.
Klaus no se me separa ni un segundo y está pendiente de mis necesidades, ahora mismo está en el baño preparando la tina para que me dé un baño relajante de espumas, sales y esencias florales.
La pequeña Sam!!!!
estuvieron potentes los capitulos no?
Besos... Jess