Leonardo es un joven y atractivo CEO que no cree en el amor, ni en el matrimonio. Ama su libertad y su licenciosa vida y así es muy feliz, pero una cláusula dejada en el testamento por su padre antes de morir, lo obliga a casarse en el plazo de un año para obtener su herencia. Dispuesto a no perderla, a Leonardo se le ocurre una brillante idea. Le ordena a su secretaria publicar un anuncio buscando una hermosa mujer que finja ser su esposa por dos años. No ha sido nada fácil la elección, las que responden el anuncio no son de su agrado. Pero entonces un día se presenta en la empresa una bellísima y sensual mujer buscando empleo. Cuando Leonardo la vió no dudó ni por un instante en elegirla. ¡No busquen más! Ella será mi futura esposa. ¿Aceptará Anya casarse con este playboy? ¿Y si se casan, se convertirá este falso matrimonio en UN AMOR DE VERDAD?
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CAPÍTULO 13.
Esa mañana Leonardo llegó más temprano que de costumbre. Había tristeza en su mirada. Hoy tomaría una decisión que repercutiría en su vida por los siguientes dos años.
Sus padres lo habían obligado a eso. Con razón o sin razón aún después de muertos continuaban obligándolo a llevar una vida que no era lo que quería para él .
Casarse con Julissa solo por aparentar un estúpido matrimonio, era algo que le repugnaba. No veía de qué manera eso le enseñaba una lección de vida. Al contrario, ver coartada su libertad y estar junto a una mujer solo por llenar un requisito, era algo abominable.
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Le sonrió discretamente y la saludó con un gesto con su mano. Luego regresó a su oficina. En vez de pedir un café, se sirvió él mismo un whisky. Necesitaba algo fuerte para enfrentar el día.
Y ¿si lo intenta por última vez con Anya? Con determinación se fue a su oficina. Pero al acercarse escuchó su conversación telefónica.
—“Oh gracias Joseph. Tu ayuda ha sido valiosa. No sé qué haría sin ti. Nos veremos esta tarde. Te invito a cenar. ¿Puedes pasar por mi, salgo a las 5 y media? Hay algo que quiero comentarte y no quiero que nos escuchen en casa. —Ok cariño. Nos vemos!”
Leonardo sintió un fuerte impacto en sus emociones. De inmediato se giró y volvió a su oficina. Dos nuevos whiskys quemaron su garganta. <
Le pasó un mensaje a Tina: —Voy a salir Tina. Regreso a las 5. Si llega Julissa primero que yo, pásala a mi oficina y que me espere allí. No me llames, no estoy para nadie en todo el día.
Dentro de su carro iba decepcionado. <
Mientras tanto Anya, preparaba mentalmente lo que le debía decir a Leonardo y en qué forma lo debía hacer. ¿Con firmeza? ¿Rogando? Anya daba por sentado que Leonardo aceptaría de inmediato su decisión.
Primero, porque así no pierde su fortuna. Y segundo, porque ella sabe que es hermosa. Ha visto sus miradas y una mujer sabe el significado de esas miradas.
Además, él ya lo intentó una vez…. No hay duda de que él se alegrará cuando ella le diga: “Sr Leonardo acepto el contrato de matrimonio con usted por dos años”. Y luego, le pedirá un adelanto. Anya estaba nerviosa, pero feliz. Todo lo que venga después se afrontará de la mejor manera.
Durante la mañana varias veces intentó ir a la oficina de Leonardo, pero siempre vio su oficina cerrada como cuando él está ocupado. . <
En la tarde se armó de valor. Fue a la oficina de Tina. —Hola Tina, el sr Leonardo ha estado muy ocupado todo el día, ¿verdad? Su oficina ha estado cerrada y no lo he visto salir.
—No querida Anya. El sr Leonardo salió temprano esta mañana. Regresa a las 5. A esa hora tiene un compromiso.
—Ah. Le debo decir algo, pero bueno, esperaré cuando regrese. Gracias. —Anya se giró para irse pero Tina la detuvo.
—Anya! Si es importante llámalo, o espera hasta mañana. Creo que hoy no podrás hablar con él pues su compromiso más tarde es con Julissa, una de sus “admiradoras”, tú sabes! Ese tipo de visitas terminan tarde… dijo con una sonrisa maliciosa!
Anya sintió como si alguien le hubiera lanzado un vaso de agua helada. —Ehhh comprendo. Bueno, no era algo tan importante. Gracias Tina.
Anya no supo qué la afectó más. O la imposibilidad de tener el dinero para la cura de su hermana, o el saber que esa tarde Leonardo se revolcaría con una de sus ardientes amiguitas. Como sea, le dolió demasiado. Parecía como si un rayo la hubiera atravesado. Tuvo que mentalizarse y tratar de ocultar la ráfaga de palpitaciones que agitaban su pecho.
En efecto, a las 5 se abrió el ascensor para dar paso a una mujer hermosísima y elegante de cabellos negros y mirada altiva. Julissa. Le hizo una mirada despectiva a Anya y pasó adelante ignorándola para entrar en la oficina de Tina.
Minutos más tarde la exuberante mujer entró a la oficina de Leonardo como si fuera la suya y cerró la puerta. Algunos minutos después el ascensor se volvió a abrir, dando paso a un serio y cabizbajo Leonardo. lgnorándola entró a su oficina.
El reloj corría, Anya debía salir. Joseph la esperaba. Pero ya el díscurso que había preparado para él había cambiado. Ya no le diría que pensaba casarse con otro. ¡Ya no podría ser! Seguramente para esta hora Leonardo ya había elegido a Julissa. Con lágrimas brotando por sus ojos, tomó sus cosas y se dirigió al ascensor sin despedirse de nadie.
Mientras tanto, Leonardo se limpiaba el labial que Julissa había dejado en su boca. Estaban de pie, muy juntos uno del otro, y ella tenía los brazos rodeando su cuello. —Julissa, tengo algo que decirte. Ponte cómoda.
Ella muy coqueta se sentó cruzando sus hermosas piernas. Acomodó su blusa y su cabello. —Mi bello amorcito, yo también tengo algo que decirte.
—Habla tú primero, dijo Leonardo.
—No te pongas celoso con lo que te voy a decir. Sabes que siempre te he amado. Eres el amor de mi vida desde hace varios años, pero no soy tonta. Soy muy consciente, para mi pesar, de que contigo no tengo un futuro estable.
—No eres de los que se casan y son felices con una sola mujer. He tolerado tus infidelidades por años porque te amo, pero no voy a continuar perdiendo mi belleza y mi juventud a tu lado.
—Encontré al hombre indicado Leonardo. No es tan atractivo ni joven como tú, pero me ama y tiene mucho dinero.
—Él me acaba de proponer matrimonio y acepté. Dentro de unos días nos vamos a su país de origen. Al principio dudé en aceptarlo, pero me ha llenado de regalos y de tanto cariño que en definitiva estoy muy segura del paso que voy a dar.
Leonardo esbozó una ligera sonrisa de ironía y se levantó de su escritorio. —Me alegro por ti Julissa. En verdad deseo que seas muy feliz y que seas bien correspondida. Te lo mereces.
—Bueno querida ex, en ese caso, no hay nada más que hablar. Te invito una copa a forma de despedida, ¿te parece?
—¿Y lo que tú me ibas a decir? Preguntó Julissa haciendo pucheros…
—Era algo sin importancia. No vale la pena mencionarlo. Me alegro mucho por ti. Disfruté mucho de tu compañía estos años, en verdad.
Nuevamente Julissa se acercó seductoramente a él, lo tomó por el cuello y lo besó. —Y ¿qué tal si mejor hacemos otra cosa más deliciosa que tomarnos un trago juntos? Vamos, me gustaría que por última vez...
—No señora Julissa, si usted quiere que le vaya bien en su matrimonio, empiece a respetar desde ahora a su marido. —Aunque se lo dijo un poco en broma, había mucha seriedad en sus palabras.
—Ok amor. ¡Entonces vamos por ese trago! —Ella lo tomó del brazo y así salieron juntos hacia el estacionamiento.
Allí en el bar, Leonardo sentía con más fuerza la presión del tiempo. Mientras bebía no le prestaba atención a las insinuaciones y habladurías de Julissa, sino que trataba de poner en orden sus pensamientos.
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Julissa se asustó. Leonardo no me estás prestando atención. No te veo bien. Voy al baño y nos vamos ¿quieres? fue un momento al baño, Leonardo con varios whiskys en su cabeza, tomó su teléfono y le envió un mensaje a Margaret. —“Te espero mañana a las 5 en mi oficina. Es urgente. Te debo decir algo importante”. Y apagó su celular.
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Leonardo llamó un taxi para que llevara a Julissa a su casa. Se despidió con unos cuantos empalagosos besos de parte de ella. Él subió a su lujoso Lamborghini y se fue a un lugar de la ciudad desde donde se contemplaba el cielo estrellado y todas las luces de la ciudad.
Hacía mucho frío, pero aún así se quitó su saco. Allí sentado en el piso, fuera del carro, se dispuso a terminar la botella de whisky. —Anya, qué diferente todo si fuera contigo con quien me pudiera casar por estos dos años. O por toda la vida, no lo sé.
—No te conozco bien, es cierto, pero lo que veo me gusta. “Joseph”, tienes novio. A él sí le aceptaste su ayuda, a mi no me dijiste nada. Yo también estaba dispuesto a ayudarte. Limpié tus lágrimas…
Después de consumir todo el licor, Leonardo volvió tambaleante a su lujoso carro con una firme determinación. Margaret será mi esposa.
Trataré de que estos dos años pasen fugazmente. Y luego retomaré mi propia vida como lo hice desde que era un adolescente. Respiró profundamente y emprendió la marcha hacia su hogar.