María Elena Collazo trata de hacer hasta lo imposible por libararse de las garras de su suegra y de su alcohólico esposo. ¿Hasta qué punto podrá soportar ese infierno? Esta historia es totalmente ficticia. Todos los personajes y vivencias fueron creados por la mente de su servidora. Cualquier semejanza con la vida real es mera coincidencia.
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Un hombre de verdad
Entre los dos había una química maravillosa, pero Elena no estaba segura de si hacía lo correcto. Antes que nada no se le olvidaba que estaba casada y que su esposo era un alcohólico y violento.
La policía había dejado de buscar a Moisés, Elena no les dijo que él y su madre eran los causantes de los golpes que le habían dado.
Sin embargo, era buscado por bígamo, sin que la policía supiera que se trataba de la misma persona.
Moisés y su madre habían huido con el dinero de la venta de la empresa.
Lo malo es que Moisés no la estaba pasando nada bien, ya que Aranza parecía el mismo demonio y lo trataba con toda clase de rudeza.
Ve a lavar los trastes que solo sirves para eso. No sabes ni retener a tus esposas.
Pero madre, tú la mataste, no fui yo.
¿Ves lo que te digo?, si sigues así voy a tener que internarte en un manicomio. Creo que te estás volviendo loco. ¿Ya se te olvidó que al punto borracho le pegaste a tu esposa hasta matarla?
¡Cállate, madre!, ¡yo no fui!, ¡yo no fui!
Moisés se dejó caer en el sillón, su madre terminaría por volverlo loco.
Maldito borracho, dijo ella.
Y tú, maldita loca, dijo él.
¡¿Qué has dicho, malnacido?!, loca estuve al haberte recogido cuando tu padre que en paz descanse se atrevió a traerte recién nacido. Loca estuve al haberte criado, y alimentado.
¿Qué dices, madre?
Lo que has escuchado, no eres más que un arrimado, muerto de hambre.
Ahora entiendo muchas cosas, tu maltrato, tú me indujiste a convertirme en alcohólico.
Tú eres alcohólico desde que naciste, lo llevas en la sangre, tu padre nunca dejó de beber, por eso está muerto, ya no lo soportaba.
¡Madre!, ¡tú lo mataste!, dijo Moisés al borde de la locura con los ojos casi fuera de sus órbitas.
Digamos que lo ayudé a morir. Él ocupaba sus pastillas para el corazón, porque estaba enfermo ¿sabes? Pues no se las di, esperaba con ansias que se muriera para por fin disfrutar de todo el dinero que me dejaría. Pero tú te encargaste de llevar la empresa a la quiebra, ni Leticia, ni Elena lograron ayudarte con todos sus millones. De todos modos acabaste con todo.
Todo es culpa tuya, madre. Tú me has llevado hasta donde te ha dado la gana, y héme aquí, convertido en lo que soy ahora.
Yo solo te "ayudé" un poco, tú tomaste tus propias decisiones.
Sabes bien que siempre fui un títere en tus manos, madre.
¡No me llames madre!, ya te dije que eres un recogido.
Aranza tomó el látigo y lo azotó varias veces.
Eres un estúpido. Debí matarte desde que tu padre te trajo.
Aranza salió del cuarto dejándolo herido, tirado en el piso hecho un ovillo, una piltrafa humana.
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Leticia se presentó en la estación de policía.
Buen día, vengo a ver que novedades me tiene. ¿Ya localizó a mi esposo?
Aún no, en la dirección que nos dio no vive nadie, tal vez haya huido, pero lo estamos buscando por todas partes. Le aseguro que lo encontraremos. Una pregunta, ¿por casualidad sabe quién es la otra esposa de él?
Sí, bueno, no la conozco en persona, pero le puedo dar su nombre.
Dígamelo.
Maria Elena Collazo, dijo por toda respuesta.
¿Acaso es la famosa arquitecta?
Sí, tal vez ella desconocía que él está casado conmigo.
Eso debe de ser. Entonces, el policía recordó a la chica que estaba en el hospital, golpeada hasta dejarla casi muerta.
¿De manera que esa mujer es la esposa de su esposo?
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Más tarde la policía irrumpió en el hospital donde trabajaba Ardan.
Lo encontraron en su consultorio atendiendo a su paciente.
Disculpe la molestia, necesitamos hablar con usted, ahora.
Está bien, ya terminé con el paciente, dijo Ardan invitando a pasar a los policías en cuanto el paciente se fue.
¿Y bien?, ¿en qué puedo servirles?
Necesitamos que nos dé la dirección de la señorita Maria Elena Collazo.
¿Qué pasa con ella, oficial?
Sólo limítese a darme su dirección, necesitamos hablar con ella.
De acuerdo, los acompañaré.
Más tarde...
Elena y Vicky se asombraron cuando vieron a Ardan acompañado de la policía.
No se asusten, solo es una visita de rutina.
¿Qué pasa, Ardan?
Señorita, necesitamos hablar con usted, dijo el oficial dirigiendo su mirada hacia Elena.
Elena, a su vez, dirigió su mirada hacia Vicky como pidiendo aprobación.
Ella solo movió la cabeza afirmativamente.
Vamos a mi despacho, por favor.
Ustedes esperen aquí, dijo el oficial a los demás.
Usted dirá, dijo Elena una vez que estuvieron en su despacho.
El oficial le mostró una foto.
¿Conoce a este tipo?
El rostro de Elena mostró cierta sorpresa.
Sí, es Moisés de la Vega, mi esposo.
Pues déjeme decirle que lo estamos buscando por bígamo y, dígame la verdad, él fue el que la golpeó, ¿o me equivoco?
No fue él, fue Aranza, su madre, pero él no hizo nada por defenderme.
¿Y por qué no nos lo dijo cuando le preguntamos?
Tenía miedo, esa mujer es muy violenta, y tiene unos arranques que da miedo. ¿Dijo que es bígamo?
Sí, cuando se casó con usted él ya estaba casado.
¿Y cómo lo supieron?
Su esposa lo denunció. De alguna manera se dio cuenta de que él se había casado con usted.
¡Dios mío!, ¡qué vergüenza!, dijo Elena poniéndose roja como la manzana.
No se preocupe, usted no tiene la culpa de nada. ¿Tiene alguna idea de dónde puede estar?
Él dijo que pensaba comprar una casa en Polanco. Con mi dinero.
Hasta eso, el dinero es suyo porque él no es su esposo, no vale su matrimonio, así que lo puede denunciar por robo y bígamo.
Si quiero denunciarlo, dijo ella decidida.
Pues entonces acompáñenos a la delegación para que haga la denuncia.
Está bien, deje ir por mi bolso.
Ardan y Vicky los acompañaron a la delegación.
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¿Entonces el hombre estaba casado sin divorciarse?, preguntó Vicky cuando regresaron a casa.
A Ardan se le iluminaron los ojos.
¿Eso quiere decir que eres libre?, entonces, ¿quieres ser mi novia formal?
Sí, dijo ella uniendo sus labios a los de Ardan con todo el amor de que era capaz de dar.
Vicky tosió haciéndose notar.
Perdón, no pudimos evitarlo.
Sin que pudieran evitarlo (o no quisieron) entraron al cuarto de ella y dieron rienda suelta a la pasión.
Elena por fin conoció a un hombre de verdad. Fue feliz, y ambos llegaron al clímax casi al mismo tiempo.
Quedaron dormidos, abrazados, el amor y la paz se reflejaba en esos rostros.
No se preocupen, ustedes sigan en lo que estaban, yo me retiro a mi cuarto.