En un reino donde el poder se negocia con alianzas matrimoniales, Lady Arabella Sinclair es forzada a casarse con el enigmático Duque de Blackthorn, un hombre envuelto en secretos y sombras. Mientras lucha por escapar de un destino impuesto, Arabella descubre que la verdadera traición se oculta en la corte, donde la reina Catherine mueve los hilos con astucia mortal. En un juego de deseo y conspiración, el amor y la lealtad se convertirán en armas. ¿Podrá Arabella forjar su propio destino o será consumida por los peligrosos juegos de la corona?
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Capítulo 13: La Sombra del Engaño
La tensión en la corte era palpable. Desde la audiencia con la reina, Arabella y Alexander habían sentido que los ojos de la nobleza los seguían a cada paso, susurrando teorías y conspiraciones en los pasillos. La red de intrigas que intentaban desenredar parecía más intrincada y peligrosa con cada día que pasaba. Aun así, sabían que no podían detenerse. Lady Catherine había lanzado su amenaza, y ahora, más que nunca, debían adelantarse a sus movimientos.
La oportunidad llegó cuando un mensaje anónimo fue deslizado bajo la puerta de las habitaciones de Arabella. Era un pequeño papel doblado con una caligrafía elegante, pero urgente:
“Esta noche, en la torre oeste. Hay algo que necesitan ver. No vengan solos.”
Arabella miró el mensaje con el ceño fruncido, mostrándoselo a Alexander. —¿Podría ser una trampa? —preguntó ella, tratando de ocultar su inquietud.
—Podría ser —admitió Alexander, aunque su voz cargaba una mezcla de curiosidad y cautela—. Pero si alguien está dispuesto a reunirse en secreto, entonces podría tener la información que necesitamos. Y si es una trampa, estaremos preparados.
Decidieron ir juntos, armados con dagas ocultas y sus mentes afiladas, listos para cualquier eventualidad.
La torre oeste del castillo era uno de los lugares más antiguos y solitarios, casi olvidado por todos excepto por los sirvientes que mantenían su escalera en condiciones. La oscuridad envolvía los pasillos, y el único sonido que los acompañaba era el eco de sus propios pasos sobre la piedra fría. Al llegar al último tramo de escaleras, encontraron la puerta de la torre ligeramente entreabierta, la tenue luz de una lámpara filtrándose por la rendija.
Al empujar la puerta, se encontraron con una figura alta y encapuchada. El desconocido permanecía en las sombras, su rostro oculto. Antes de que Arabella o Alexander pudieran hablar, la figura levantó una mano.
—Silencio —dijo una voz masculina, áspera pero contenida—. No hay tiempo para explicaciones largas. Solo escuchen. La red de Lady Catherine es más extensa de lo que piensan. Ella ha estado conspirando no solo para derrocar a la reina, sino para instalar a otro en su lugar. Alguien con más derecho al trono… o al menos, con más poder.
Arabella dio un paso al frente, sus ojos fijos en la figura. —¿Por qué deberíamos confiar en ti? ¿Quién eres?
El hombre soltó un suspiro de exasperación. —Mi nombre no importa. Lo que importa es esto —sacó de su capa un pergamino enrollado, que les entregó—. Es una lista de reuniones secretas, lugares donde Lady Catherine se ha encontrado con ciertos nobles. Hay nombres, fechas, detalles que podrían llevarlos a sus cómplices. Pero deben actuar con rapidez. Mañana habrá otra reunión en el bosque de Caerwood, y será la más importante hasta ahora. Allí decidirán quién tomará el poder en lugar de la reina.
—¿Por qué nos ayudas? —preguntó Alexander, su voz llena de escepticismo—. ¿Qué ganas tú con esto?
El hombre permaneció en silencio un momento antes de responder. —A veces, aquellos atrapados en el juego también desean la libertad —murmuró—. Ya he dicho suficiente. Ahora váyanse, antes de que sea demasiado tarde.
Con esas palabras, la figura desapareció por una puerta lateral, dejando a Arabella y Alexander con el pergamino y un creciente sentido de urgencia.
De regreso en sus habitaciones, desplegaron el pergamino sobre la mesa. Los nombres escritos eran familiares: nobles que ya habían levantado sospechas, pero también otros que hasta ese momento no habían sido asociados con Lady Catherine. Las fechas y lugares coincidían con eventos recientes en la corte, pero lo que más llamó la atención de Arabella fue el nombre en la parte superior de la lista.
—Lord Davin —susurró—. Está involucrado. El enviado extranjero no vino solo a negociar un matrimonio, sino a asegurar su posición en un nuevo régimen.
Alexander frunció el ceño, su expresión endurecida. —Entonces mañana, en el bosque de Caerwood, podríamos encontrar a los verdaderos cabecillas. Debemos llegar antes que ellos y ocultarnos para escuchar lo que planean.
Arabella asintió. Pero mientras sus mentes se preparaban para la misión, algo la inquietaba profundamente. La información había llegado demasiado fácilmente. Podría ser una trampa más elaborada de Lady Catherine, o incluso del misterioso desconocido, alguien que jugaba un doble juego.
Sin embargo, no tenían opción. La reunión en el bosque era su mejor oportunidad para obtener pruebas irrefutables de la traición en la corte.
A la medianoche siguiente, Arabella y Alexander se internaron en el denso bosque de Caerwood. La luna iluminaba débilmente el camino, y un manto de niebla flotaba sobre el suelo, creando un escenario casi fantasmal. Se escondieron detrás de unos arbustos espesos cerca de un claro, donde había señales de que alguien había estado allí recientemente.
Esperaron en silencio, sus respiraciones apenas audibles. No pasó mucho tiempo antes de que empezaran a llegar figuras encapuchadas, algunas vestidas con las ropas nobles que Arabella reconoció al instante. Se colocaron en un círculo, hablando en voz baja.
—Debemos actuar antes de que la reina pueda sospechar algo —dijo una voz familiar. Era Lady Catherine—. El enviado de Navarra ha asegurado su apoyo, y ahora es el momento de decidir quién tomará el trono. No podemos permitir que la oportunidad se escape.
—Y si algo sale mal —dijo un hombre alto con un rostro anguloso—, ¿quién pagará el precio? La reina no es débil, y si descubre lo que planeamos, no habrá piedad.
Lady Catherine alzó la barbilla con orgullo. —Es por eso que debemos asegurarnos de que nuestra jugada sea perfecta. Una vez que el enviado dé su aprobación, moveremos nuestras piezas rápidamente. La reina no sabrá lo que la golpeó hasta que sea demasiado tarde.
Arabella intercambió una mirada rápida con Alexander. Esto era lo que necesitaban. Con el testimonio de tantos nobles conspirando, tendrían suficientes pruebas para exponer la traición ante la reina. Pero cuando estaban a punto de retirarse silenciosamente, una rama crujió bajo el peso del pie de Alexander.
Todos los presentes en el claro se volvieron en su dirección. El pánico corrió por las venas de Arabella mientras veía a Lady Catherine fijar su mirada en los arbustos donde estaban ocultos.
—¡Intrusos! —gritó ella, señalando hacia su escondite—. ¡Atrápenlos!
Arabella y Alexander salieron corriendo, abriéndose paso por el denso follaje. El sonido de los pasos persiguiéndolos y las voces gritando a sus espaldas los empujaron a correr más rápido, sus corazones latiendo frenéticamente. Arabella sabía que no podían ser capturados; si lo eran, no habría salvación para ellos.
Se desviaron del camino principal, internándose en un sendero más estrecho que llevaba a un pequeño riachuelo. Pero mientras corrían, escucharon una voz cerca de ellos.
—Por aquí, rápido —dijo el misterioso desconocido, apareciendo de entre las sombras.
Sin otra opción, siguieron al hombre encapuchado hasta un escondite oculto entre las raíces de un enorme árbol. Apenas tuvieron tiempo de recuperar el aliento cuando un grupo de guardias pasó corriendo, sin notar su presencia.
El desconocido se volvió hacia ellos, su rostro aún oculto en sombras. —Ahora me deben un favor. Y no es algo que deban olvidar —dijo, su voz cargada de un tono ominoso.
Arabella lo miró con desconfianza, pero asintió. —Dinos lo que quieras, pero antes, cuéntanos la verdad. ¿Por qué nos ayudas realmente?
El hombre sonrió, aunque no hubo calidez en su expresión. —Ayudo a quien conviene a mis propios intereses. Pero no se equivoquen, Lady Catherine no es la única que debe temer lo que viene.