Un Golpe: Vínculo Mortal

Elysian estaba enojado; en su rostro, que solía ser indiferente, se podían observar pequeños cambios de expresión. Un ceño fruncido evidenciaba su molestia, y se encargaría de darle una lección a Nathaniel, una que no olvidaría, una que le recordaría que no debía hacer. Aunque había planeado tolerarlo evitando así confictos hasta que pudiera reunirse con su maestro y preguntarle como disolver el vínculo o recuperar su fuerza original, el hombre se había burlado de Lesia y lo había atacado.

Lesia podría no estar relacionada con él, pero ella no tenía la culpa de la oscura verdad tras su existencia. Si había alguien a quien culpar, era a un sucio vampiro que se aprovechó con violencia de la madre de Lesia. Ella había sido una de las cazadoras más respetadas, pero cayó en desgracia tras esos acontecimientos. La madre de Lesia, hija de su maestro en aquel entonces, era prometida del hombre que estaba frente a él, y cuando eso pasó, él no hizo absolutamente nada, revelando su cobardía. En cambio, solo se resintió con Lesia.

La espada del peliplateado resonó con sus sentimientos, y la luz brilló intensamente. Al mismo tiempo, Michael, quien agonizaba, sintió que sus fuerzas se desvanecían. Algo estaba pasando; era como si su vitalidad estuviera siendo transferida.

—Humano... humano, ¿estás bien? —sacudió a Michael la niña preocupada que aún estaba siendo abrazada por él. Estaba inquieta; no sabía si su extraño comportamiento era común en humanos, pero el olor a aura en él disminuía.

—Yo... debería estarlo; déjame descansar —dijo Michael con una sonrisa forzada. No podía decirle a la niña que sentía como si fuera a fallecer; eso solo traería más problemas, pensó mientras se encogía y liberaba suavemente a Lesia. No quería traumatizar a una niña pequeña, aunque en su interior tenía la sensación de que ella había visto más sangre que él en las autopsias que realizaba.

A una distancia no tan lejana, Michael podía ver una figura borrosa que él suponía que era Elysian, luchando contra Nathaniel.

El hombre sostuvo la espada con las manos desnudas, las cuales estaban cubiertas de una luz naranja. Elysian respondió con una patada que le rompió los dientes, enviando a Nathaniel a caer de espaldas, con el rostro en un gesto de dolor absoluto.

—¡Discúlpate y ríndete! —exclamó el peliplateado, dándole la oportunidad de aún salir con vida; odiaba la idea de matar a los suyos.

—¡Jamás! —respondió el hombre que lo había subestimado, con la boca ensangrentada de la cual caían dientes. La luz naranja pasó de las manos del hombre, lanzándose como cuchillas hacia Elysian. Las cuchillas atravesaron su carne, pero el peliplateado no evitó el ataque y, con su arma en las manos, decapitó a Nathaniel con un corte limpio.

Aunque su fuerza parecía recuperarse, había una incomodidad oculta, un sentimiento ominoso. Aún le faltaba mucho por recuperar y no pudo evitar comparar su situación con la del peliplateado mientras recogía la cabeza de Nathaniel por sus cabellos y buscaba a Michael y a Lesia con la mirada.

Cuando los gritos de la niña llegaron a sus oídos, Elysian la vio en el centro de una pequeña multitud. Esto hizo que soltase la cabeza y su corazón latiera como si fuera a detenerse. ¿Era una consecuencia del vínculo? pensó Elysian.

—Elysian, ¡Michael no reacciona! —dijo la niña entre lágrimas.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Elysian, su voz tensa con preocupación, a un cazador curioso que había sido atrapado por él cuando todos los demás empezaron a dispersarse.

—Yo... no sé. Solo... su aura desapareció —comentó el joven nervioso.

—¡Llama al médico! —comunicó Elysian concisamente.

—¡Sí, segundo joven maestro! —gritó el joven nervioso instintivamente mientras se iba despavorido.

Tales palabras golpearon a Elysian como un balde de agua fría, y una posibilidad se asomó en su mente. Tomó a Michael en sus brazos y le inyectó un poco de su aura, con el fin de averiguar qué estaba mal en él.

¿Por qué no había sentido el mismo dolor que él? ¿Por qué parecía que su fuerza había aumentado durante la pelea? Sus dudas obtuvieron respuesta cuando su aura fue succionada por el pelinegro.