Diana Johnson, una mujer exitosa pero marcada por la traición, muere a los 36 años tras ser envenenada lentamente por su esposo, Rogelio Smith, un hombre frío y calculador que solo la utilizó para traer de vuelta a su verdadero amor, Maribel Miller. Sin embargo, el destino le da una segunda oportunidad: reencarna en el cuerpo de Mara Brown, una joven de 20 años sin hogar, desamparada pero con una belleza natural escondida tras la suciedad y la miseria. Con todos los recuerdos, habilidades y contactos de su vida pasada, Diana (ahora Mara) planea retomar lo que le arrebataron y vengarse de quienes la traicionaron.
Pero en su camino de venganza, conoce a Andrés García, un seductor mujeriego que parece tener más capas de las que muestra. ¿Será Mara capaz de abrir su corazón al amor otra vez, o la herida de su traición pasada será demasiado profunda?
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las cartas sobre la mesa
Rogelio llegó temprano a su oficina con una energía que no podía ocultar. Estaba ansioso por ver a Mara, por sentir de nuevo esa chispa que lo hacía olvidar el caos que era su vida con Maribel. Sin embargo, al entrar y verla, algo era diferente. Mara lo saludó con cortesía, pero con una frialdad que él no había experimentado antes.
—Mara, ¿podemos hablar un momento? pidió Rogelio, cerrando la puerta de su oficina.
Ella lo miró con seriedad y asintió, aunque mantenía una distancia física y emocional que lo inquietaba.
—¿Qué sucede? preguntó él, intentando leer sus expresiones.
Mara suspiró profundamente, como si reunir el valor para hablar fuera una carga.
—Rogelio, esto no puede seguir así. Yo... hizo una pausa, fingiendo que las palabras le dolían. Yo me enamoré de ti, pero no puedo seguir siendo la otra, ni siquiera en secreto.
Rogelio la miró sorprendido, con una mezcla de culpa y desesperación.
—Mara, sabes que no puedo dejar a Maribel. Las cosas son complicadas... Hay mucho en juego, y ella...
—¡Siempre hay una excusa! lo interrumpió ella, dejando que unas lágrimas falsas rodaran por sus mejillas. Yo no merezco esto, Rogelio. Merecía algo real, algo puro. Pero está claro que para ti solo soy un capricho más.
—Eso no es cierto, Mara. Tú eres... intentó acercarse, pero ella retrocedió.
—No digas nada más. No quiero escuchar excusas. Voy a olvidarte, como sea. Es lo mejor para los dos dijo, con una firmeza que lo dejó atónito.
Mara salió de la oficina, dejando a Rogelio paralizado. En cuanto cruzó la puerta, una sonrisa escalofriante apareció en su rostro.
—Vamos a ver hasta dónde eres capaz de llegar por mí, Rogelio murmuró para sí misma.
Días Después
Mara había adoptado una actitud distante con Rogelio. Respondía a sus preguntas con monosílabos y evitaba estar a solas con él. Mientras tanto, Andrés volvía a insistir en conquistarla, invitándola a salir en cada oportunidad.
Una tarde, aceptó su invitación a cenar. Aunque sabía que Andrés estaba completamente rendido a sus pies, Mara mantenía su mente fija en su objetivo. Pasaron una velada agradable; Andrés la hacía reír, y por momentos ella se sentía cómoda a su lado. Sin embargo, cada vez que miraba el rostro de Andrés y notaba su mirada llena de esperanza, recordaba algo: su corazón no tenía espacio para nada que no fuera su venganza.
Al llegar al edificio donde vivía, Andrés tomó su mano antes de que ella pudiera despedirse.
—Gracias por esta noche, Mara. Significa mucho para mí que hayas aceptado salir conmigo dijo él, con una sonrisa cálida.
Mara lo miró con suavidad, pero en su interior sabía que sus palabras no la tocaban.
—Andrés, eres un hombre increíble. No sé cómo agradecerte por estar siempre ahí para mí dijo, acariciando su rostro antes de soltar su mano y entrar al edificio.
Una vez en su departamento, se quitó los zapatos y se dirigió a la ventana, mirando la ciudad iluminada.
—Primero mi venganza, luego el resto... si es que queda algo de mí para ofrecer murmuró, con los ojos fijos en las luces de la noche.
Mientras tanto, en su casa, Rogelio se sumía en una mezcla de frustración y deseo. La distancia de Mara lo tenía al borde de la locura, pero no podía ignorar el temor que Maribel representaba. Por su parte, Andrés no se daba cuenta de que se estaba hundiendo más y más en un amor que nunca sería correspondido.
Mara sabía que el juego apenas comenzaba, y estaba dispuesta a llevarlo hasta las últimas consecuencias.