Williams, un joven adolescente, descubrió su orientación sexual con su amigo más cercano. Al revelarlo a su familia, se encontró con una oposición feroz y fue expulsado de su hogar sin ayuda. Desesperado, buscó a su amado solo para descubrir que también lo había abandonado. Destrozado, vagó por las calles en busca de un lugar donde vivir. En su camino, se cruzó con Luke, un hombre bondadoso que, junto a su esposa, le ofreció refugio y apoyo. Años después, Williams conoció a Steven, un lobo delta que lo reclamó como su pareja, trayendo consigo una nueva esperanza y un futuro lleno de amor y aceptación.
tercer libro de Génesis la gran luna
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capítulo 5
💬 A usar la imaginación, en esta novela voy a ser muyyyyy imaginativa.
COMENZÓ..
---Hijo,--- dice Diego
--- papá, yo realmente amo a Williams, --- dice Gastón
--- hijo, ¿qué pasará cuando aparezca?,--' pregunta Diego
--- papá, tú estuviste siglos buscando a mamá, pudiste ver envejecer a tu amada,--- respondió Gastón
Diego suspira, --- hijo fui muy irresponsable en ese tiempo, estaba solo y era joven, amo a tu madre, y si es cierto me enamoré de Natalia, la vi envejecer y morir, pero también vi como otros de nuestra especie encontraban a sus parejas y esos humanos sufrían mucho,----
--- amo a Williams y estoy dispuesto hacer lo que sea con tal de que esté a mi lado, seré egoísta, irresponsable, pero no puedo estar lejos de él, --- respondió Gastón
Lujan abraza a su hijo con mucho cariño y amor, ella conoce toda la historia de Diego y su antiguo amor, ahora su hijo pasa por algo así y solo desea que su niño no sufra, ni ver sufrir a Williams un ser tan bueno que parece irreal.
Muchos son los seres sobrenaturales que habitan la Tierra, escondidos entre las sombras de la cotidianidad, envueltos en leyendas y mitos que los humanos han olvidado con el tiempo. Conviven entre las personas sin que estas lo sospechen, adoptando formas humanas o mimetizándose con el entorno. Estas especies ancestrales han aprendido a vivir pacíficamente, respetando el frágil equilibrio entre sus mundos y el de la humanidad.
Algunos de estos seres son guardianes silenciosos, vigilando los rincones más oscuros del planeta. Otros, nómadas errantes, cruzan continentes buscando algo que ni ellos mismos pueden nombrar. Existen aquellos que respiran el mismo aire que los humanos, que caminan entre ellos con una sonrisa amable y una mirada que oculta siglos de historia.
Cada especie tiene su propio código, un conjunto de reglas tácitas que los mantienen ocultos. Romper el equilibrio, revelar su existencia, podría significar el caos entre realidades, un colapso que ninguna criatura desea. Es por ello que el secreto de su existencia se mantiene cuidadosamente resguardado, un pacto silencioso que trasciende el tiempo y las fronteras.
A veces, los humanos sienten la presencia de estos seres: un escalofrío inexplicable, una sombra que parece moverse sola, o el susurro de un idioma desconocido en el viento. Son pequeños vestigios de lo sobrenatural, señales de que la humanidad no está sola en este mundo.
Sin embargo, no todas las especies son amigables. Existen aquellos que viven al borde del pacto, seres consumidos por el instinto o la necesidad, quienes ven a los humanos como simples herramientas o presas. Por ello, en silencio, otros seres sobrenaturales actúan como vigilantes, asegurándose de que la paz se mantenga y de que las criaturas más peligrosas permanezcan controladas.
Los humanos caminan por la Tierra creyendo que el mundo les pertenece, ignorando que, en los rincones oscuros, en las luces del crepúsculo o bajo el reflejo de la luna, otras criaturas respiran, piensan y sienten. Seres cuya existencia ha estado entrelazada con la humanidad desde el inicio de los tiempos.
El Murmurián
El Murmurián, una criatura que existe entre dos realidades, es tanto una sombra salvaje como un ser de belleza inhumana. Su forma verdadera, una mezcla de sombras líquidas y humo en constante movimiento, alcanza más de tres metros de altura, un coloso etéreo que parece no pertenecer a este mundo. Bajo la tenue luz del amanecer o el crepúsculo, su silueta cobra vida, una figura de contornos desdibujados, con un cuerpo que parece fluir como agua oscura y densa, siempre en movimiento. Sus ojos, si se les puede llamar así, brillan con un resplandor espectral, como grietas que dejan escapar luz de otro plano.
Lo que realmente aterroriza y fascina de esta criatura son sus colmillos, afilados y nacarados, que posee en su forma más salvaje. Estos no solo son armas, sino herramientas ancestrales para marcar a su pareja destinada. El Murmurián puede vagar durante siglos, entre mundos, sin hallar a esa única persona que lo completa; pero, cuando la encuentra, su naturaleza sobrenatural toma un control absoluto. La racionalidad de su forma humana queda eclipsada por un instinto primitivo y desbordante que le es imposible contener.
Cuando reconoce a su pareja, un vínculo inquebrantable se forja en su interior, una necesidad profunda y voraz que va más allá del amor humano, mezclando deseo, protección y posesión. Marca a su destinada con una mordida en la base del cuello, una señal que queda como una cicatriz plateada y tenue, visible únicamente bajo la luz crepuscular. Esta marca no daña, pero vincula sus esencias de manera irrompible, haciéndolos inseparables tanto en cuerpo como en alma. La mordida permite que el Murmurián sienta la presencia de su pareja a través de cualquier distancia, y cualquier amenaza hacia ella despierta su forma más salvaje y letal.
En su forma humana, el Murmurián es una criatura de rasgos asombrosamente bellos, casi cautivadores. Su piel es suave y pálida, con un brillo apenas perceptible bajo ciertos ángulos de luz, como si guardara fragmentos de la realidad entre sus poros. Sus ojos, aunque humanos a simple vista, tienen una profundidad imposible, un abismo oscuro que puede envolver a cualquiera que los mire demasiado tiempo. Su voz es baja, sedosa, pero con un eco que resuena en la mente, como si viniera de algún lugar lejano.
Sin embargo, bajo esa apariencia encantadora yace su verdadera naturaleza, un ser salvaje, protector y posesivo. Una vez que su pareja está marcada, el Murmurián no puede soportar el rechazo. Su instinto es absoluto, como ocurre en otras especies, su deseo de unión es irrefrenable, y cualquier intento de separarlo de su pareja puede desencadenar su forma verdadera, liberando todo su poder y salvajismo.
A pesar de su ferocidad, su vínculo no es simplemente de dominación. El Murmurián, en su necesidad ancestral, se convierte en el protector definitivo de su pareja. Su presencia asegura que nada del mundo mortal ni del plano etéreo pueda dañarla. Bajo la luz del crepúsculo, cuando los dos mundos se tocan, su silueta puede verse al acecho, observando con devoción y un amor tan profundo que resulta aterrador y sublime al mismo tiempo.
viene la calma en tu camino de cruzaron personas con un gran corazón