Su personalidad le permitió continuar con una vida que no recordaba.
Su fortaleza la ayudó a soportar situaciones que no comprendía.
Y su constante angustia la impulsó a afrontar lo desconocido; sobreviviendo entre una fina y delicada pared que separa lo inexplicable de lo racional.
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¡Bienvenida! Ahora trabaja
^^^22 de diciembre, 2022^^^
^^^Holdes, capital de Hiuston^^^
^^^Cafetería Gold^^^
^^^18: 35 pm^^^
Con tan solo dos días de descanso, en mi tercer día tuve que reincorporarme a mis actividades rutinarias.
Las clases universitarias, el aseo general de mi apartamento y, con ello, el regreso a mis labores a medio tiempo en la cafetería junto al apático Cristian, el amable gerente y la recien ingresada Rina.
Afortunadamente tuve una excelente conversación con el jefe de Gold; o mejor dicho, la JEFA quien resultó ser mi mejor amiga, Roxan. Al inicio creí que el jefe era un hombre de suma importancia y las cafeterías eran ingresos extras a sus extravagantes bolsillos. Bueno, tampoco estaba muy alejado de la realidad ya que la pelirroja goza de buen estatus social gracias a su abuelo.
Por supuesto, esas no eran las únicas sorpresas ya que el abuelo de mi pelirroja amiga resultó ser Daimond, mejor conocido por mi como Señor Oscuro. Todos ahí tenían conexión con Rieles y futuros Anexados, el motivo por el que Rina fue ingresada.
— Necesitan atraparla infraganti —le di un bocado al pan tostado en mi mano.
— Así es —asintió Roxan cruzada de brazos sobre la mesa—. Ahora que lo noto, eres muy perspicaz, ¿cómo te diste cuenta?
Tal y como había predicho, Rina era la usuaria de la escritura hipnótica. Roxan se había ausentado de las clases para investigar ello por orden del Anexo, aún misterioso para mí. Además de la corazonada que había tenido la primera vez que la vi, mis ojos identificaron rápidamente la letra.
— Ya veo —le dio un sorbo a su taza de café—. Las habilidades suelen tener un uso muy útil en el más allá con espectros, es raro poder ejecutarlas sobre alguien vivo.
Mi mente recordó que Félix había usado la suya en mi, algo sin precedentes.
Con el transcurrir del tiempo fueron necesarias las luces para iluminar la cafetería. Cristian y el gerente hacían el clásico cierre de caja mientras Rina y yo nos ocupabamos de la limpieza; parecía estar acostumbrada a organizar los trastes así que yo me encargaba de las mesas y demás.
Terminamos antes de lo esperado por lo que nos sentamos en el área del personal a conversar.
— Tu cara —Cristian me señaló.
La hinchazón disminuyó pero quedaron marcas moradas y rojizas, mismas que intenté cubrir usando el maquillaje de Roxan.
— Me caí —mentí nerviosa. Aún no tenía muy claro que tanto conocían de Félix, poor lo que decidí evitar el tema—. Quedó como nueva la remodelación —dije impresionada.
— Es porque Félix no escatimó en gastos —explicó el gerente. Permanecía siempre erguido y sonriente, como si su comportamiento fuese mecánico.
Me extrañé. Recuerdo haber oído decirle a Roxan que todo saldría de los bolsillos del Señor Oscuro y Dagan.
— Félix no dejaría que los pagos de ni uno bajo su mando disminuya —añadió al ver mi cara—. Siempre ha sido muy protector, en especial con el Mechones blancos.
— Cierto —afirmó Cristian.
Reí, al igual que Rina quien guardó su celular para oir la conversación. Brillaba, aún más cuando sonreía, tanto que el gerente era el único capaz de verla directamente al rostro.
El tintineo de la puerta nos avisó que Dagan ingresó, conocíamos de memoria las pisadas que producía su calzado pesado. La manija de la puerta giró y cuando me disponía a despedirme, Rina tomó la manga de mi blusa.
— ¿Puedo acompañarte hasta afuera? —la castaña inocente de aura oscura no parecía usar su delicada imagen para obtener lo que quisiera... Pero qué bien influía ello.
Nos pusimos de pie y Dagan abrió la puerta. A diferencia del clásico despido amable que solía dar antes de irnos, me pidió salir junto a Rina y esperar afuera su salida.
Lo hicimos sin más qué añadir. Ella se encontraba muy avergonzada para hablar y yo comprendía que aunque haya descubierto algo básico del Anexo, aún carecía del conocimiento necesario para enterarme de sus asuntos.
La frescura de la noche despejada nos hizo compañía mientras esperábamos. No teníamos muchos temas en común; Rina me había contado su pasión por el maquillaje, las tendencias de la moda, técnicas de repostería y las constantes salidas con su grupo de amigos. Poseía una excelente vida social y sus aficiones le permitían compaginar chicas de su edad.
— ¿Tienes 17 años? —quedé atónita.
— En enero cumpliré 18, tengo mucho por hacer —suspiró emocionada más un temblor en sus ojos revelaban los nervios—. Mis metas se cumplirán una a una, todo lo que siempre soñé estará al alcance de... ¡A-Ah, lo siento! Q-Qué vergüenza hablar así. Debo parecer infantil.
¿Eliana tendría metas así? ¿Qué habría deseado ella antes del accidente?
— Eres una niña —contesté sonriendo.
Dejó de cubrirse el rostro por la timidez y aún algo avergonzada preguntó mi edad. Al decirle, inclinó la cabeza, dudosa.
— ¿En serio tienes 22 años?
— ¿Luzco mayor? —bromeé dispuesta a oir lo que sea como respuesta.
— Ah, no, no —me analizó muy a profundo—. Pensé que tenías mi edad porque no tienes esa mirada de sabiduría.
Me ofendí a la par del halago. Pero tenía toda la razón, carecer de experiencias equivalía a tener poca sabiduría y mis nulos recuerdos lo sustentaban.
— Dagan tiene 26 —le conté cómo venganza.
— ¡¿Q-Qué?! —gritó impactada. Se cubrió la boca cuando notó el eco de su voz—. Sa-Sabía que era mayor, pero... No creí que fuera por mucho —murmuró sonrojada.
Cierto hostigamiento infantil volvió a mi.
— ¿Él si tiene esa mirada de "sabiduría"? —hice comillas con las dedos.
— ¿Ah? —pensó un poco y luego sonrió a tal grado de reír—. No Eliana, no hablo de una "mirada". Es simplemente su forma de ser lo que transmite eso.
Caí en cuenta que notó mi venganza y la sonrojada ahora fui yo.
— Y no —siguió ella, ahora sin mirarme—. Él transmite... Seriedad, autoridad y a-algo de... ¿Masculinidad?
Ambas nos hallamos sonrojadas mirando al suelo cuando el tintineo de la puerta abrirse nos sobresaltó. Se trataba de Dagan quién no entendió nada cuando nos empezamos a reír, nerviosas y torpes sin razón alguna... O con razones de sobra.
Dagan me ofreció el casco y cuando estuve a punto de proponerle quedarnos a esperar que la tía de Rina llegara, llegó. Nos despedimos con la mano y cada quién partió en direcciones opuestas. Pasamos por un supermercado y aunque Dagan se había ofrecido a pagar mis compras, me negué. No era la primera vez, pero desde que empecé a trabajar quedamos en que yo sostendría mis gastos.
— Sería menos complicado si vinieras a vivir conmigo —dijo mientras guardaba las fundas plásticas debajo del asiento.
"Si estás sola puedes venir conmigo, mi abuelo estará feliz..."
Inesperadamente sentí un deja vú. Un jovencito de cabellos rojizos y mirada apacible me extendía la mano. Yo estaba sentada al pie de un árbol, acurrucada.
— ¿No nos falta nada más? —preguntó devolviendo el asiento a su lugar.
— No, es todo... Creo —sonreí nerviosa.
— Por más que me insistas no regresaré —advirtió.
Subimos nuevamente a la moto y al arrancar, sentí el aire enfriarse al golpear contra mi rostro. Las lágrimas bajaron con disimulo e hice lo posible para que mi pecho no se agitase y los sollozos quedaran ahogados; el sentimiento no venía de mi, sino de la esencia del alma y lo que componía mi existencia llamada Eliana, era ella quien se desahogaba a través de mi.
Quise buscarle una forma concisa al rostro del joven, pero ya no quedaba nada de él en mi mente excepto al vibrante tono de cabello. Presentí que los recuerdo volverían gradualmente y con ellos, un mar de emociones que ni siquiera Eliana habría podido soportar.
— Dagan...
Él terminaba de ordenar las compras en mi refrigeradora.
— Dime.
— Olvidé los clips y las hojas cuadriculadas —golpeé mi frente.
Suspiró al dejar todo lo demás para ir por su abrigo en la silla.
— Asegúrate que eso sea todo, envíame la lista por mensaje.
— ¡Muchas gracias! —sonreí sintiendo culpa.
Lo que habría sido una fugacidad sin importancia se convirtió en una extensa y minuciosa definición de todos su movimientos al salir. La forma en que su cabello plateado en las puntas se sacudió al colocarse el abrigo, el movimiento en su mano tras abrir la puerta y el avance de su cuerpo al salir.
El comentario de Rina regresó a mi mente.
"Seriedad, autoridad y a-algo de... ¿Masculinidad?"
Su rostro de perfil y la manera en que sus ojos grises voltearon a mirarme antes de esbozar una suave sonrisa me dejaron las mejillas acaloradas y los nervios de punta.
¿Vivir con Dagan? ¡Ni en un millón de años!
Caí sobre mi cama agitando piernas y manos para que el calor desapareciera.
***
^^^Sigo esperando la lista, Eli 😊💣^^^
¡L-Lo siento ya la envío! 😅