Danara, una adolescente de 16 años, se siente atrapada entre sus inseguridades y la presión de encajar en la sociedad. Su vida da un giro cuando conoce a Luca, el nuevo vecino de 18 años, extrovertido y lleno de energía, pero con sus propias inseguridades sobre su futuro. A pesar de sus diferencias, entre ellos surge una conexión especial, pero Danara lucha con sus miedos y la diferencia de edad, mientras que Luca teme no ser suficiente para ella.
A lo largo del verano, ambos enfrentan sus temores, aprenden a confiar el uno en el otro y a comprender sus sentimientos. Sin embargo, con el fin de las vacaciones, deben hacer frente a nuevas responsabilidades: Luca se prepara para la universidad y Danara comienza la secundaria. A pesar de los desafíos del futuro, su relación se fortalece, y juntos prometen seguir adelante, enfrentando lo que venga con valentía y amor.
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capitulo 4
Luca
Hoy fue uno de esos días en los que te levantas con demasiada energía. Como si el sol hubiera decidido regalarme un extra de vitaminas sin pedirme permiso. Y no podía quedarme sentado, ni un minuto más. Así que, después de desayunar, me puse mis tenis, me eché una chaqueta y salí corriendo de casa. Había algo en el aire, algo que me decía que hoy sería el día. ¿El día de qué? No lo sé, pero yo iba a encontrar algo emocionante, y me parecía que Danara podía ser la clave.
Así que corrí hacia la cerca, tan rápido como pude, sin preocuparme por nada más. Al llegar, vi que ella estaba afuera, como siempre, sentada en el césped, con su cuaderno de dibujo y sus lápices esparcidos por todas partes. Parecía tan tranquila, tan en su mundo, que me hizo sentir que debía hacer algo para interrumpir esa paz.
—¡Hey, Danara! ¡¿Qué tal?! —grité con demasiada energía, sin siquiera pensar en que tal vez podría asustarla. Pero ¿qué le voy a hacer? ¡Soy así! Si no estoy moviéndome, si no estoy haciendo algo, siento que me voy a quedar pegado a la tierra.
Ella levantó la vista, me miró como si hubiera lanzado una bomba en su jardín. ¡Eso fue genial! Ya la había desconcertado, eso era un buen comienzo.
—¿Luca? —dijo, y su voz sonaba como si intentara entender qué demonios estaba pasando.
Yo salté a la cerca sin pensarlo. Un salto, dos pasos y ahí estaba, justo en su espacio. El espacio de su tranquilidad. El mío de caos.
—¡Mira, mira! —le dije, mostrándole una piedra que había encontrado en el jardín, una piedra gigante que, en mi mente, parecía tener forma de algo increíble. No importaba que fuera solo una roca ordinaria, ¡yo podía hacer que fuera algo emocionante!
Pero ella no parecía compartir mi entusiasmo. Su expresión era un mix entre curiosidad y algo que podría ser horror. Quizás pensaba que le iba a tirar la piedra. ¿Quién sabe?
—¿Sabías que las piedras pueden ser como pequeñas cápsulas del tiempo? —continué, mientras caminaba alrededor de ella, como una bola de energía sin freno. —¡Imagínate! Esta piedra puede haber sido tocada por cientos de personas antes que tú y yo, ¡y no lo sabíamos! ¡Es como un pedazo de historia! ¡De magia! ¡Un pedazo de todo!
Ella levantó una ceja, probablemente tratando de procesar el torrente de palabras que salía de mi boca. Pero no me detuve, claro que no.
—¡Y mira! —grité mientras señalaba al cielo— ¡Es un día perfecto para hacer cualquier cosa! ¡Cualquier cosa que se nos ocurra! Podemos ir al parque, o a la tienda, o a… ¡no sé! ¡Vamonos a correr por ahí! ¡A hacer locuras! ¡A descubrir algo que no sabemos qué es! ¿Te imaginas?
Ahora, creo que ya se estaba sintiendo un poco más incómoda. La vi tratar de mantener su compostura, y eso me hizo sentir un poco culpable, pero... ¡No podía parar! Yo solo quería que se sintiera tan viva como yo, tan llena de energía y posibilidades. Quería que pudiera ver que la vida no tiene que ser tan tranquila, tan... predecible.
Me dejé caer en el césped al lado de ella, mirándola con una sonrisa gigante.
—¡Vamos, Danara! ¡No tienes que hacer nada que no quieras hacer! Pero, al menos, hablemos de algo divertido, ¿sí? Como de todas esas cosas locas que te gustaría hacer si tuvieras un día entero para ti. ¿Qué harías? ¡Sin reglas! ¡Sin responsabilidades! ¡Solo diversión!
Ella me miró como si fuera un perro que se había vuelto loco. Tal vez lo era, pero me gustaba estar así, lleno de energía. Siempre había sido así, un torbellino que no podía dejar de moverse.
¿Sabes qué? Me gusta pensar que la calma, la tranquilidad, está sobrevalorada. ¡La vida es un constante estallido de cosas que te mantienen alerta, despierto, con el corazón latiendo rápido! Y yo quería que ella sintiera eso, aunque fuera un poco. Que dejara de lado esa tranquilidad y pensara en todo lo que podría estar perdiendo por no dejarse llevar.
Vi cómo se acomodaba, como si tratara de entenderme, pero aún así, su postura era relajada. Quizás un poco tensa, pero no me rendiría. Podría ser un desafío, pero yo estaba decidido a hacer que cambiara de opinión. Todo lo que necesitaba era darle un empujón.
—¿Sabes qué? —le dije, inclinándome hacia ella—. Te apuesto a que si te subes a esta cerca conmigo, vas a ver el mundo de una forma totalmente diferente.