Claret es una chica con deudas hasta el cuello que intenta superarse, no descansará hasta encontrar un trabajo y dejar su vida de penurias atrás, en su camino se topará con Cillian un hombre millonario que oculta su vida de mafioso detrás de su apariencia de CEO. ¿Qué sucederá cuando sus mundos se entremezclen? Descúbrelo ya. (+18)
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Capítulo 13
...CILLIAN:...
— Ay, señor Cillian ¿En serio ésta contento con el cambio de la chica? — Cuestionó el pesado de Raúl mientras yo firmaba los cheques en el estudio que tenía en el Penthouse.
— Hizo un buen trabajo — Dije, sacando los cheques y entregándolos — Los llamaré cuando necesite otro servicio.
Tomaron los cheques.
— Pero es que ni una sonrisita le dió — Insistió el afeminado, doblando el cheque colocándolo en el bolsillo de su camisa — Si es su prometida tiene que ser más cariñoso o la pobre se sentirá mal.
— Raúl, no te pago para darme tu opinión sobre mi trato hacia Claret — Gruñí, levantándome de mi sillón, abotonando mi traje — Creo que ya el asunto de interés está zanjado, ya pueden retirarse.
— Como gustes, cariño — Me dió otra de sus miradas descaradas — Ese traje te queda divino, pero es que hasta usando un saco de papas lucirías candente. ¿Seguro que no tienes un amigo homo que este tan bueno como tú?
Ignoré su comentario.
— Señor Cillian, Claret necesitará más lecciones de maquillaje y pasarela — Comentó Claris.
— Vendrás en dos días.
— ¿Y yo cuándo vendré? — Raúl se cruzó de brazos.
— Cuando haya algún evento, te estaré llamando.
Ambos se despidieron y se marcharon.
Cuando salieron del estudio fui hacia el dispensador de licor y me serví en un vaso.
Bebí de un solo trago.
No se imaginaban lo que me costó no quedarme paralizado devorando con la mirada a Claret, tenía una erección y no podía quedarme para que se diera cuenta de lo que me sucedía, tampoco evidenciar lo descontrolado que me estaba poniendo, si con un pijama y desmaquillada me volvía loco, ahora estaba desquiciado.
Me calmé un poco y salí del estudio, trabajo era trabajo y aunque sintiera deseo por mi empleada debía seguir con mi papel de jefe.
Fruncí el ceño cuando no la hallé en la sala.
Caminé hacia la cocina, la señora Miriam estaba preparando la cena.
— ¿Ha visto a la señorita Claret?
— No, señor, he estado tan concentrada en la cena que...
Salí de la cocina y caminé hacia las habitaciones, tomé una larga respiración y toqué la puerta.
Tardo un poco, pero Claret la abrió.
Maldición.
No pude evitar mirarla de pies a cabeza, esos pantalones elegantes se adherían a su cintura, realzando sus caderas y esa silueta delicada, el top le daba firmeza a sus pequeños senos y ese cabello, ondas rebeldes que rozaban sus hombros me hacían querer tirar de sus mechones.
El maquillaje perfecto, resaltaba sus rasgos preciosos y el color verde de sus ojos, los labios brillaban de rosa, parecían mucho más gruesos.
Olía delicioso, a fragancia Dior.
Apreté mis puños para no avanzar hacia ella y darle una buena atención.
— ¿Está ocupada? — Dije, mi estúpida voz salió gutural por la excitación.
— No.
— Necesito hablar con usted sobre lo que haremos.
— ¿Aquí?
— En mi estudio.
Caminé, esperando que me siguiera hacia el estudio, caminó con un poco de dificultad por las sandalias altas, pero para ser principiante lo sobrellevaba bien.
Abrí la puerta del estudio para ella y entró.
Aspiré una bocanada de la fragancia que despedía y la tensión en mis pantalones aumentó.
Entró y se quedó de pie.
— Tome asiento — Señalé hacia el sillón que estaba frente a mi escritorio.
Rodeé la mesa y tomé mi asiento habitual.
Ella se sentó, con una expresión neutral, acomodando un mechón de cabello que rozó su rostro, lo colocó detrás de su oreja y un arete dorado quedó al descubierto.
— ¿Qué debo hacer ahora? — Preguntó.
"Quedarte quieta mientras te desnudo"
Fruncí el ceño ante mi mente traidora.
"Maldito depravado, control, recuerda el control"
Apoyé los brazos del escritorio.
— Como le comenté anteriormente, iremos a mi compañía.
— ¿Cuándo? — Pasó otra mano por su cabello, sus uñas estaban lindas, con barniz brillante transparente, en el borde blanco.
La erección ya me estaba resultando muy dolorosa. Basta ya.
— El lunes.
Ese día había una junta, allí estaría Lambert con sus hijos y los demás socios, también vendrían una importante revista que escribía sobre las marcas más importantes del país y sería muy oportuno presentar a Claret como mi prometida.
— Es en cuatro días — Se tornó un poco nerviosa.
— ¿Está lista o no?
— Lo estoy — Dijo con firmeza, tomando una postura erguida — Haré muy bien mi papel.
— Perfecto.
— ¿Hay algo más o...
— Debo darles otras indicaciones, como voy a presentarla, harán muchas preguntas y tendrá que contestarlas, por eso he preparado las respuestas a las preguntas más típicas para que nadie descubra la farsa.
Asintió con la cabeza.
Revisé en el montón de carpetas que tenía apiladas y saqué una azul.
— Aquí está lo que tiene que decir.
La tomó para abrirla, observó la hoja.
— ¿Debo memorizar todo esto?
— Si es posible para usted, mucho mejor, pero será mejor que lo exprese de una manera convincente, con emoción, no como un robot — Dije, desabotonando el cuello de mi camisa.
— Lo sé, usted también debe hacer lo mismo — Comentó, como una acotación.
— No necesita decírmelo, actuaré como el prometido más enamorado.
Su postura se tensó.
— Así que nos conocimos en España — Dijo, leyendo, con las cejas arqueadas — En un viaje que hizo a dos meses.
— Lo cual sonará convincente porque hace dos meses estuve en España en un viaje de negocio — Comenté y siguió leyendo.
— Soy hija de un empresario llamado Ricardo Dubois, especialista en telecomunicaciones ¿Esa persona existe? — Elevó su mirada.
— Por supuesto que no.
— ¿Y si alguien decide investigar?
— Se hallará con un montón de información que acredite su existencia — Me encogí de hombros.
— ¿Cómo hará eso?
— No debe preocuparse.
— Nos conocimos en una cena en un importante restaurante de Madrid, Ricardo nos presentó — Elevó sus ojos hacia mí — Y se interesó en mí desde ese momento.
— Fue inevitable.
Se tensó.
— Curso segundo semestre de diseño — Dijo, leyendo nuevamente — Amo la moda, el maquillaje y disfruto de hacer ejercicio — Se rió con ironía — Nadie se lo creería.
— Por supuesto que sí, si yo no la conociera, me creería todas esas cosas al verla.
Elevó su mirada — ¿Y si alguien decide buscar mis redes sociales?
— Elimine todas las redes, deme su teléfono para hacerlo.
— Pero... Allí tengo muchos recuerdos y...
— No podemos dejar cabos sueltos, guarde las fotos que desee en el celular, pero debe eliminar sus cuentas y crear una nueva, con perfil distinto.
— ¿Usted tiene redes? — Sacó su teléfono del bolsillo y lo revisó.
— Mi empresa tiene una red social, es necesario para las ventas y la publicidad, pero a mí no me parece necesario tener una cuenta personal, no me interesa alimentar la curiosidad de la gente.
— Listo, ya guardé las fotos importantes — Me tendió el teléfono.
Comencé a eliminar sus cuentas.
...****************...
Después de nuestra reunión, Claret fue a cenar, llevándose la carpeta consigo y yo me quedé en el estudio a trabajar, firmando algunos documentos y organizando el papeleo.
Fui a cenar muy tarde, la señora Mariam ya estaba limpiando los platos.
— Oh, pensé que no vendría a cenar.
— Ya es muy tarde, vaya a dormir.
— Le serviré y luego me iré.
— Señora Mariam, bajo ningún motivo, comente nada con Claret sobre la forma en que nos conocimos, ni como llegué a contratarla — Le recordé, con una expresión firme.
— No se preocupe, señor, nunca mencionaré nada — Dijo, observando mi rostro — Necesito el trabajo y no quiero meterme en problemas.
— Recuerde eso siempre.
— Siéntese mientras le sirvo.
Me senté en uno de los bancos de la cocina.
— La Señorita Claret es muy buena chica.
— Lo es — Dije, acariciando mi nuca.
— Insiste en ayudarme, pero yo me niego. Tiene mucha humildad.
Solo tres meses y ya, no debía pasar el límite, aguantar tres meses.
...****************...
— Allí está la prueba — Dijo el hombre, en la sala de una enorme casa, abriendo una carpeta para mí, mostrándome — La prueba de compatibilidad, tu eres mi hijo.
— Yo no soy...
— Ahora, escucha con atención, conmigo aprenderás como se hacen los negocios, basta de juegos y estupideces infantiles, debes prepararte para lo importante — Dijo, sosteniendo mis mejillas, encajando sus ojos oscuros en los míos — No puedes olvidar esto, un hombre que no hace fortuna, no es nada en este mundo, lo único que tiene valor es el dinero, produce en grande y tendrás grandeza éxito, el mundo se arrodillara ante, las personas cederán porque tienes poder.
— ¿Qué hay de mi escuela?
— La escuela es para los imbéciles que dependerán de un sueldo toda su vida.
— Pero... Debo aprender...
— No me contradigas.
Se alejó de mí, hacia la chimenea — Tu madre te hizo un mimado debilucho, pero conmigo todo eso cambiará — Sacó su arma del interior de su traje — Este será tu único juguete.
— Yo no quiero matar.
— Matar te da el control, sino lo haces querido Cillian, te aplastarán, aquel que desobedezca debe recibir un disparo, aquel que te cuestione, te traicione o te amenace también — Volvió a encender otro cigarro.
— ¿Mamá hizo todo eso? ¿Por eso la mataste? — Al recordar a mama empezaba a sollozar.
— Así es, Cillian, tu madre me traicionó, te ocultó de mí y se marchó con ese fracasado maestro — Gruñó, arrastrando sus zapatos pulidos por la alfombra.
— Él era bueno... Era mi papá... — Sollocé de nuevo sobre ese mueble frío de cuero.
— ¡Tu padre soy yo! — Se aproximó y me tomó del cuello con firmeza — ¡Cillian, tu y yo somos iguales y estaremos juntos, voy a convertirte en un verdadero hombre! — Me soltó bruscamente — No más lágrimas, llorar es debilidad y tu naciste para ser fuerte — Me tendió el arma — Tómala y apúntame — Dudé — Toma el arma — Insistió, hice lo que pidió, era pesada en grande en mis manos, la elevé — Coloca tu dedo aquí — Señaló el gatillo, posé mi dedo allí — Ahora dispara.
Empecé a temblar — No puedo...
— Tira del maldito gatillo.
— No puedo... No quiero...
Tomó el arma de mis manos y me apuntó, tiró del gatillo y solté un brinco, pero no sucedió nada.
Mi padre rió a carcajadas y tocó mi cabeza.
— Jamás dispares a papá. Bien hecho, Cillian.
Volví a despertar y me levanté en seguida.
Fui al gym después de cambiarme la ropa, pero al llegar, encontré a Claret en la caminadora con unos leggins y un top deportivo, tenía el cabello atado en una coleta alta.
— ¿Qué hace usted aquí?
— Estoy haciendo ejercicio... — Jadeó, agotada, con sudor corriendo por su sien, sin apagar la máquina.
— ¿Acostumbra siempre a hacer ejercicios?
— No... — Su voz se oía débil — Pero... Si a su prometida le gusta el ejercicio... Yo debo hacerlo... — Hizo un gesto cansado y me quedé observando la piel de su cintura — Vaya... Esto es difícil.
Mi miembro volvió a tornarse vigoroso y más cuando noté que los pezones se le marcaban.
Yo tenía un shorts suelto y una camiseta negra.
— Comience con caminata — Me aproximé y reduje la velocidad — Así no se cansará rápido, debe calentar primero — Se sostuvo de las manillas — Así está bien.
Me marché hacia la salida.
— ¿No hará ejercicio?
— Voy a trotar en la calle.
"Si me quedo te quitaré toda la ropa"
Escuché como detenía la caminadora.
— Espere, voy con usted.
Me giré — Ya trotó lo suficiente. No debe forzarse, menos si es su primer día haciendo ejercicio.
La evalué, sus mejillas estaban rojas, pequeñas mechones se escapaban de su coleta.
— Quisiera salir.
Me acerqué a ella y se tensó, su respiración agitada aumentó mi necesidad.
Tomé su brazo y se estremeció, abriendo mucho sus ojos, temblando.
Me quedé inmóvil, luchando contra mis impulsos, indeciso.
La acerqué a mí más y ahogó un jadeo, su garganta se agitó cuando acerqué mi boca a la suya.
Cerró sus ojos, su pecho subía y bajaba agitado.
Abrió sus labios.
Me detuve a un centímetro de besarla.
La solté y salí como alma que lleva el diablo de gimnasio.
autora tu jamas decepcionas felicidades espero seguir leyendo tus novelas