Elizabeth Handford vive en la casa del frente, es una mujer amable, elegante, pero sobre todo muy hermosa.
La señora Handford ha estado casada dos veces, pero sus dos esposos ahora están muertos.
Sé que oculta algo, y tengo que descubrir qué es, especialmente ahora que está a punto de casarse de nuevo.
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13: El susurro del peligro
Siempre he sido una persona impulsiva, que se deja llevar por el momento sin medir las consecuencias futuras que puedan afectarme. Es por eso que en ningún momento de esta noche consideré lo peligroso que podía ser envolverse con el esposo de una mujer que sospecho es una asesina en serie. Una mujer que se encarga de arrebatarle todo a cada hombre que termina viviendo bajo el mismo techo que ella. Una mujer que oculta miles de secretos con ayuda de esa máscara de amabilidad e inocencia.
Una mujer que entra a la habitación cuando su esposo está por desnudarme.
En cuanto la puerta está a punto de abrirse por completo, veo cómo Joe da un salto desde la cama hasta la entrada del cuarto. Su movimiento es tan rápido que le permite dejar caer todo el peso de su enorme cuerpo sobre la puerta, cerrándola de nuevo y empujando con agresividad a la señora Handford hacia afuera, antes de que pueda ingresar. Mientras observo la escena, un grito sale de mi garganta sin que pueda evitarlo.
–¡No entres! –dije torpemente, al mismo tiempo que Joe aseguraba la puerta. Me levanto abruptamente de la cama y comienzo a acomodar mi vestido, pensando en una manera de salvarme de la vergonzosa –y peligrosa– situación.
–¿Grace? –pregunta ella después de un par de segundos, con cierta molestia en su voz. Es probable que el golpe de la puerta la haya lastimado, o incluso que la haya lanzado al suelo. Comienzo a pensar con desesperación en las próximas palabras que saldrán de mi boca. Joe, parado junto a mí, me observa horrorizado, sin saber qué hacer. No necesito mirarme en un espejo para saber que tengo marcas en el cuello, mi cabello despeinado y mi vestido a punto de desprenderse del resto de mi cuerpo. Decido que, precisamente, es eso lo que puede salvarme.
Me acerco a la puerta, sujeto la manija y después la abro un par de centímetros. Joe estira su mano hacia mí, intentando detenerme, pero es demasiado tarde debido a que el rostro de la señora Handford se encuentra con el mío. Él permanece parado tras la puerta.
–Liz, lo siento. Lo siento de verdad –digo mientras sujeto con ambas manos mi vestido azul–. Henry y yo subimos a recorrer la casa, vimos la habitación vacía, yo… No sé en qué estábamos pensando. No es el momento ni el lugar. Te prometo que vamos a vestirnos y nos iremos ya mismo de aquí. Entenderé si no quieres volver a hablar conmigo o…
–No seas dramática –dice mientras acaricia su hombro derecho, probablemente lastimado por el golpe. Su mirada seria aún no desaparece–. Tampoco es para tanto. Si algo caracteriza a los adolescentes es su capacidad para tener las hormonas al tope durante la mayor parte del día.
Ambas reímos, rompiendo un poco la tensión del momento.
–Lo siento –repito nuevamente. Ella niega con la cabeza.
–No te preocupes por eso –contesta con amabilidad, recuperando esa expresión que, de alguna manera, siempre parece real cuando es dirigida hacia mí. Como si pudiese perdonar cualquier cosa que yo hiciera–. Estaba buscando a Joe. Uno de sus compañeros de trabajo me dijo que lo vio subir.
–Ah… No lo sé. Hablamos unos segundos en el salón pero después lo perdí de vista. Te diré si lo veo.
–Gracias, Grace –dice mientras sujeta mi mano con firmeza y me dirige una última sonrisa, la cual le regreso con cierta incomodidad. Antes de alejarse por el pasillo veo cómo se gira para verme otra vez–. ¡Buen provecho, Henry!
Y luego la pierdo de vista cuando comienza a bajar los escalones al primer piso. Cierro la puerta con fuerza, sintiendo mis oídos retumbar al ritmo de los latidos de mi corazón. Ni siquiera me atrevo a mirar a Joe, pero sé que me está observando fijamente.
–No debí casarme con ella, Grace. Ahora estoy seguro de eso. No la quiero a ella.
–Cállate –susurro–. Esto no volverá a pasar.
–Pero ni siquiera pasó nada.
–Ni pasará. Esto… Está mal, en todos los sentidos posibles. No quiero que me busques, ni que me invites a cenar, ni que me des regalos, yo… No quiero nada. Por favor, olvida que esto pasó.
Sin ver su rostro, abro la puerta y salgo de la habitación, agradeciendo la poca luz en el pasillo, pues de esa manera nadie verá el estado en el que me encuentro. Busco el baño más cercano, y es allí donde intento recuperar la compostura que estuve a punto de perder entre los brazos de Joe Perlman.
...***...
Ni siquiera me despedí de la señora Handford al dejar su fiesta, y mucho menos de su esposo. Luego de salir del baño, busqué frenéticamente a Henry para que me llevara de regreso a casa, y por suerte no fue difícil hallarlo, pues todo el tiempo estuvo en el patio trasero del lugar, coqueteando con una chica cinco años mayor que él, y cuya presencia me dio totalmente igual. Lo sujeté del brazo y después lo obligué a caminar junto a mí. No le di ninguna explicación hasta que finalmente ambos estuvimos de regreso dentro de su vehículo.
–Entonces tú sí puedes tener diversión hoy pero yo no –dice mientras observa las marcas que dejó Joe en mi cuello descubierto. Niego con la cabeza, avergonzada de admitir lo que ha sucedido. Ahora que mi psicóloga está muerta, Henry es la única persona con la que puedo compartir cosas como ésta, pero eso no significa que sea fácil.
–Estuve con el señor Perlman –digo repentinamente, antes de que sea más difícil contarlo en voz alta–. Estuvimos a punto de… Hacer una locura.
–Espera, espera… ¿Qué?
–Ya sé que estuvo mal y…
–¿El señor Perlman? ¿El hombre que acaba de casarse?
–Sí, yo…
–¿El esposo de la mujer a la que hemos estado espiando?
–Henry…
–¿La próxima víctima de una asesina serial? ¿Un hombre que te dobla la edad?
–¡Ya lo sé! No necesito que me hagas un resumen de los motivos por los que está mal. Sé perfectamente lo que esto significa.
–¿Él se aprovechó de ti?
–No, no fue así.
–¿Por qué se detuvieron?
–Ella estuvo a punto de entrar a la habitación –con cada palabra que salía de mi boca, la expresión de horror en el rostro de mi amigo se intensificaba–. Por suerte pude evitar que lo hiciera.
–Él… ¿Te gusta?
–Más de lo que pensé –observo la casa de eventos nuevamente desde el interior del auto, a través de la ventanilla nublada por el frío–. Pero no pienso dejar que esto pase a mayores. No lo permitiré.
–¿Qué harás entonces?
–No voy a profundizar en mi relación con ese hombre, pero tampoco lo dejaré morir –giro mi cabeza de nuevo, observando fijamente los ojos marrones del chico a mi lado–. Dijiste que querías investigar por qué tu padre estaba tan obsesionado con esa mujer. Dijiste que querías saberlo todo.
–Y así es.
–Bien, pues vamos a investigar. Vamos a reunir pruebas sobre ella, y así haremos que Joe termine ese matrimonio, sin que yo esté en el medio. Lo alejaremos de esa mujer y expondremos ante todos sus mentiras.
–Espero que seas consciente de lo peligroso que es eso, Grace. Si ella se entera de que estamos interfiriendo con sus planes…
–No lo sabrá –regreso mi mirada hacia el frente, intentando pensar con serenidad–. Conduce.
Henry enciende el auto y posteriormente comienza a conducir entre las penumbras del bosque de la ciudad, recorriendo el mismo sendero oscuro que nos trajo hasta aquí. La música de la fiesta poco a poco comenzó a hacerse más lejana, hasta que desapareció por completo cuando el vehículo llegó a la carretera. Ahora, con un poco más de calma, decidí crear las bases de mi plan.
–La mujer que ella asesinó en el jardín de su casa –recordé, intentando retomar cada uno de los eventos importantes desde la muerte del último esposo de la señora Handford–. Ella me dijo que era la hermana de su exesposo, y que sólo había sido una discusión leve. ¿Puedes encontrarla?
–Puedo intentar. Como te dije, acceder a la computadora de mi papá no es tarea fácil. Siempre la lleva a su trabajo, o la guarda en su cuarto, y entrar a su habitación es… Como cometer cinco crímenes de alto grado al mismo tiempo.
–Esto lo vale. Investiga si esa mujer sigue viva. Tal vez es cierto que lo imaginé todo.
–¿Algo más?
–La persona en su sótano… Hay una persona que se oculta ahí, Henry. Tal vez sea su cómplice, tal vez ella ha secuestrado a alguien. Tenemos que averiguar.
–¿Cómo hacemos eso?
–Por ahora no quiero entrar a su casa de nuevo, mucho menos sabiendo que Joe pasará más tiempo ahí a partir de ahora.
–Podemos investigar eso después, entonces.
–Sí… –mientras el auto gira por la avenida principal, otro elemento importante llega a mi cabeza–. La hija de Joe. Estoy totalmente segura de que Liz la envenenó. No hay manera de probarlo, pero… ¿Podrías investigar qué encontraron en su cadáver? ¿Qué los hizo creer que fue una sobredosis? ¿Tenía historial con drogas?
–Eso va más allá de mi alcance, Grace. Para eso tendría que acceder a la base de datos en la computadora de mi padre, y sin su contraseña es algo imposible. Creo que la muerte de esa chica y la persona en el sótano son cosas que tendremos que dejar para después.
–Entonces investiga sobre su escuela. La escuela donde estudiaron todos sus esposos. Ella tenía un uniforme femenino ensangrentado en su sótano. Estoy segura de que ella también estudió en ese lugar. Los conoció cuando todos eran adolescentes.
–La información que hay sobre sus esposos es la que llevé a tu casa. No hay nada más sobre ellos. Me temo que no hay nada más que podamos hacer.
–Tenemos que ir a esa escuela.
Henry aparta la mirada del camino para observarme con sorpresa. Intento explicar mi idea con completa confianza, pues así no pareceré una lunática.
–Tu padre no tiene más información sobre esos hombres porque sus muertes fueron declaradas como accidentes. Nadie hizo una investigación profunda sobre ellos, o sobre esa época de su vida. El único lugar donde podemos saber algo es en esa escuela. La busqué en internet, está a tres horas del pueblo. Tú tienes auto.
–Es de mi padre, y no quiero meterme en problemas. Tampoco quiero meterlo a él en problemas. Me estoy metiendo en medio de su investigación, Grace. Quiero averiguar lo que sucede pero no quiero que él lo sepa, o afectarlo de ningún modo. Si él se entera de esto… No me lo perdonaría nunca y… No es agradable cuando está molesto. Mi madre sufrió bastante a causa de eso.
–¿Tu mamá…? –niega con la cabeza tan pronto como susurro esas palabras.
–Murió hace años… De una manera demasiado estúpida, si me lo preguntas.
–¿Qué le pasó?
–Fue a un viaje con sus compañeros de trabajo. Un viaje ordenado por la empresa en la que trabajaba. Mientras se tomaba una foto en un abismo, resbaló y cayó al vacío.
Pude ver la manera en la que sus ojos comenzaron a retener algunas lágrimas que se acumularon en los pocos segundos que le tomó mencionar a su madre.
–Pensarás que es absurdo –murmura con seriedad–. Yo también lo pienso. ¿Quién es tan tonto como para morir tomándose una foto, dejando sola a su familia?
Pude notar el resentimiento en su voz, e inmediatamente supe que debía decir algo para hacer que se sintiera mejor. El tema de la señora Handford ya había pasado a un segundo plano.
–¿Fue una buena madre?
–La mejor –contesta mientras intenta forzar una sonrisa.
–Pues conserva ese recuerdo de ella. A mí me gustaría decir lo mismo de mis padres.
–¿No fueron buenos?
A pesar de que hemos pasado mucho tiempo juntos los últimos meses, nunca le conté a Henry detalles específicos sobre mis padres, más allá de la manera en que fallecieron. Tomo una bocanada de aire, pensando en la forma correcta de resumirlo todo.
–Me trataron como mierda toda mi vida –empecé a contar mientras mantenía mi mirada fija en la carretera–. Insultos, golpes… Eran una pesadilla, pero cuando recibes ese tipo de tratos desde que tienes memoria, te terminas acostumbrando. Terminas creyendo que es algo natural, que es algo que sucede en cualquier familia…
–¿Te alegra que estén muertos?
–Bailaría sobre sus tumbas si pudiera –respondo con humor, a lo que ambos reímos un par de segundos–. Nunca he visitado sus tumbas. Creo que ellos nunca me vieron como su hija, así que dejé de verlos como mis padres. Fueron horribles personas… Y me alegra que ya no sean parte de mi vida.
–Al menos te dejaron dinero.
–El dinero no es de ellos –Henry me mira sorprendido, pues la primera vez que le mencioné a mis padres le mentí diciendo que el dinero con el que vivía era enviado por la empresa para la que ellos trabajaban–. Es del gobierno. Me lo dan como indemnización por haberme quitado todo.
–¿A qué te refieres?
–Mis padres tenían cantidades abismales de dinero. Lo ganaron con las acciones ilegales que encubrían con esa empresa que tenían como fachada. Cuando murieron, la empresa cayó, y los socios de la compañía comenzaron a investigar cuál era el motivo. No tardaron mucho en descubrir que en realidad mis padres usaban la empresa para negocios ilegales. Traficaban personas, Henry. Personas, drogas, armas. Ellos eran… Monstruos. El gobierno se quedó con la empresa, con mi casa, con el dinero… Me dan una pequeña parte mensualmente, y me alcanza para vivir. Así que no me quejo.
Nuevamente, el silencio que se hizo presente con la historia de Henry se repite, pero esta vez con una duración mucho más prolongada.
–No tenía idea, Grace.
–No tenías por qué saberlo. Me contaste tu historia trágica, así que te conté la mía. Estamos a mano.
Veo cómo una sonrisa divertida se forma en sus labios. Estira su mano hacia la radio y después reproduce una canción que se encarga de exterminar cualquier rastro de silencio incómodo dentro del auto.
–Lamento haber arruinado tu intento de coqueteo –susurro con tono de burla. Henry me dirige una mirada amenazante.
–Y yo lamento que tengas fetiches con los ancianos.
–Con los ancianos con dinero, al menos.
Nuevamente ambos comenzamos a reír, mientras el auto continúa su camino entre la solitaria carretera.